De la libertad y otras ilusiones…
Te pasa algunas vez en la vida, un instante en el que desde el fondo de tu corazón se enciende una luz que hace retumbar en tu cerebro una pregunta ensordecedora que impide tu andar y te obliga a postergar tu ritual humano, abandonarlo todo y eludir cualquier compromiso, a fin de darte tiempo de encontrar en lo mas recóndito de tu cerebro, una respuesta lo suficientemente certera como para justificarte a ti mismo el haber desperdiciado tu vida en acciones que en muchos de los casos, hemos aceptado como propias sin siquiera haber sido nuestro pensamiento y emoción quienes nos condujeron a una pesada situación anímica y a esa detestable rutina que vivimos.
Esa pregunta enloquecedora, ese: ¿para que? Te llena de desanimo y apatía por vivir; y luchar por encontrar la respuesta en este absurdo andar, te es imposible, pues este torrente social de gente con prisa por llegar a ningún lado te arrastra en su cause y por mas que luches por aferrarte a este momento que sientes como un despertar de una ilógica vida programada, este rebaño aturdido de ovejas balando al unísono te obliga a seguir en el camino al desfiladero que ansían todos esos muertos en vida.
Aun y te aferres a este doloroso despertar en el cual has depositado tu fe como el portal a una nueva vida en la que encontraras el reposo emocional que anhelas, este monstruo moral y la sociedad como su perro ovejero, te hacen claudicar a tus inquietudes, obligándote a seguir con tu absurda rutina llena de frustraciones y odios, cargando tu pesada carga llena de temores, resentimientos y culpas además de tu recién adquirida carga adicional, que es, el peso avasallante del absurdo sentido de tu vida.
Una de las causas de este desden es que realmente no somos nosotros quienes dirigimos nuestras vidas, porque todos nosotros creemos que mientras no se nos obligue a algo mediante la fuerza externa, nuestras decisiones nos pertenecen y que si queremos algo, realmente somos nosotros los que lo queremos, pero eso no es mas que una estupida ilusión que tenemos de nosotros mismos, porque la gran mayoría de nuestras decisiones nos han sido sugeridas desde afuera; y por nuestra pereza mental nos hemos auto engañado haciéndonos creer que esas decisiones son propias, mientras que, en realidad, no hemos hecho nada mas que ajustarnos a las expectativas de los demás, impulsados por el temor al rechazo, al chantaje sentimental, al aislamiento o incluso por conveniencia.
Si les preguntara a mis amados hijos, si les gustaría ir todos los días y de por vida a la escuela y me respondieran <
Cuando a mi me paso este “despertar de conciencia”; el recapacitar en lo que -sin saber porque- he estado haciendo durante años, esa luz liberadora comienza a hablarme, taladrando mi cabeza de una forma tan sutil que al momento de reaccionar, ya mi vida -que consideraba propia- dejo de tener sentido; y así sintiéndome perdido, angustiado, incomprendido respecto a lo que me pasa, es esa sensación de absurdo lo que me incentiva a escribir; dicho de otro modo, de tras de mis palabras esta mi tristeza. Porque la felicidad será buena para mi vida, pero no me incentiva a escribir sino a abusar de mis sentidos.
Torreón, Coahuila.
Texto editado
Raymundo J. López R.