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Flotar sobre las aguas del tiempo

“No crezca mi niño, no crezca jamás, los grandes al mundo le hacen mucho mal,

Siempre ambicionan cada día más y piensan comprar con una chequera la felicidad”.

Facundo Cabral

Flotar sobres las aguas del tiempo, regresar, ser arcilla, barro, regresar, regresar, ser polvo estelar

Destapar con inusual alegría una veta de nuestra vida; la de la inocencia perdida, la de amor sin cortapisas, la del odio sin rencor, la de la eterna diversión, la de la vida sencilla y sin complicación.

Despertar sin voluntad, enamorarse de la claridad del día, desayunar por imposición, llevar en las espaldas un millón de letras; ser los mini pípilas del conocimiento.

Saludar al lábaro patrio, cantar desafinadamente el himno nacional, hacer fila para la búsqueda de piojos en el cabello de manera fóbica, escuchar el discurso más aburrido de la historia por parte del director, enseñanzas para un mejor futuro; leer, sumar y multiplicar.

Llega el momento más placentero del aprendizaje, el recreo; correr, gritar, llorar, cantar, jugar, saltar y comer hasta el final. La energía desbordada, la felicidad a todo galope, es un sentimiento de posar sobre una montaña de inmundicias como una mariposa en la cumbre más alta.

En un breve instante hace eco un rayo fulminante, una bomba atómica, un sonido aberrante; al salón…

Regresar a casa con la cabeza repleta de ideas, números y sonrisas, caminando con tu compañero perenne; el Sol. Detenerte a jugar canicas, trompo y últimamente Xbox, En un breve instante hace eco un rayo fulminante, una bomba atómica, un sonido aberrante; a comer…

Y llega el momento más estoico del día; recortar periódicos, probar engrudo, sumar pájaros, multiplicar peces, dividir manzanas, comer pasteles, leer esdrújulas, deletrear vocales.

La tarde es un paraíso terrenal; ver caricaturas, degustar mazapanes, practicar futbol, hacer casitas de lodo, jugar a que somos GRANDES; emocionarte cuando ves las prendas íntimas de una niña, cuando miras sus trenzas, cuando escuchas su voz.

Cantar con pasión, bailar descompasados, comerte el aire a puños, sentir que flotas, llorar por un raspón.

Tu fiel escudero (netza) acompañándote por veredas poco transitadas, conquistando casas deshabitadas, venciendo al monstruo más temible por todos los seres humanos; lo desconocido. Trepar árboles complicados, bañarte en los charcos, correr por las calles, espinarte, arrastrarte, terminar la jornada de diversión como un soberano terrón.

Y vuelve a caer ese rayo fulminante, esa bomba atómica, ese gran sonido aberrante; a bañarte…

Llega la noche y con ella la calma, sentir la crema por todo tu cuerpo, oler a ropa limpia, es la felicidad más pura, das un bostezo de cansancio después de una larga jornada de juegos, llega la tranquilidad no piensas en nada sólo en dormir y como colofón del día la oración nocturna.

Los problemas que hay que sortear en los sueños son monstruos y no deudas, vencer brujas y no suegras, vencer a dragones y no a temores, vencer a duendes malvados y no al alcohol, aterrarte porque eres grande y no morirte de terror porque serás padre.

En un breve instante hace eco un rayo fulminante, una bomba atómica, un sonido aberrante; a levantarse…

Ejido Pamplona, Durango.

Rubén Arturo Torres,

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