Las dos clases de política... y de políticos
Frustración, desencanto, impotencia, son las palabras que definen el sentimiento de la gran mayoría de mexicanos (y por lo que se sabe, de muchos otros países) antes los políticos, sean éstos del partido que sean y del nivel que sean. Los políticos actuales, al parecer de todo el orbe, han confundido la política, que es el arte de conciliar los opuestos y ver por el bien común, con la politiquería, que es el arte de grillar, de imponer sus criterios, de ver sólo por su beneficio personal o el de su partido, a los que ponen por encima del bien de la nación, estado o municipio que “gobiernan” (así, entre comillas, porque no se puede llamar propiamente gobernar a lo que hacen).
Aunque en una democracia se supone que representan los intereses del pueblo que los elige, en cuanto están en el poder, esta clase de “políticos” se olvida de ese principio elemental y de otros principios éticos que debieran guiar su conducta y, en contraste, asumen actitudes que rayan en lo cínico y hacen honor a la definición de política que el pueblo ha incubado para referirse a los que de esta manera la practican: “el arte de comer excremento a puños sin hacer gestos”.
Es doloroso, muy doloroso saber que en una democracia que tiene ya más de un siglo de edad, la pobreza extrema siga existiendo e, incluso, que aumente, mientras los “políticos” se autorizan a sí mismos prebendas insultantes ¡Qué falta hacen políticos que lo sean de verdad, honestos no sólo en los discursos de campaña cuando va a haber elecciones, sino en los actos de gobierno. Pero esta clase de políticos, está visto, no pueden salir de un partido político con el que los “políticos” hacen compromiso para sostenerlo en el poder, así sea recurriendo a prácticas, no sólo ilícitas sino francamente corruptas. Del árbol malo, no pueden salir frutos buenos.
La culpa de que exista esta clase de “políticos”, hay que decirlo, no es sólo de ellos, es también de los otros protagonistas de la vida pública: los ciudadanos: “El pueblo tiene el gobierno que se merece”, dice el adagio popular.
Estamos a pocos meses de elegir un nuevo Presidente de la República, necesario es que los ciudadanos actuemos con extrema responsabilidad a la hora de elegir y nos cuidemos de caer en el garlito de los candidatos que prometen, ante notario, cumplir con miles de compromisos; optemos por el hombre o la mujer que haya demostrado, tanto en su vida pública como privada, que merece que le otorguemos nuestra confianza.
No cambiemos más nuestra dignidad por un plato de lentejas, o resignémonos a seguir padeciendo el cáncer que no deja crecer al país.
Gómez Palacio, Durango.
Rodolfo Campuzano,
