‘No todo está perdido’
Karla Flores, ama de casa, madre de tres hijos pequeños, dedicada a vender mariscos en las calles de Culiacán, Sinaloa, sufrió un daño colateral, como cada vez se dice más seguido, estuvo en el lugar equivocado, ella dice que sólo oyó una fuerte explosión, cayó al suelo y se sintió herida en la parte derecha de su cara, se la tocó y sintió un hueco en el rostro, tenía incrustada una esquirla de granada, pero un automovilista anónimo, que recién le había comprado mariscos, la subió a su carro y la llevó al hospital.
Ella balbuceante le dio un número de teléfono de un familiar, ya en el hospital los médicos, al revisarla, se dieron cuenta, del extraño objeto que tenía incrustado en el rostro, avisaron al Ministerio Público y éste requirió a los militares y un experto en explosivos al ver las placas identificó la ojiba, y les informó a los doctores que ésta podía explotar todavía y que mataría al que estuviera en un radio de diez metros.
Para esto la hermana de Karla, llamada Dulce, que es enfermera, le succionaba la sangre para evitar que se ahogara, a pesar que le advirtieron el peligro que corría.
El doctor José Alonso Betancourt, encargado de cirugía, les informó a sus colegas la situación, y que entendería que no estuvieran dispuestos a acompañarlo en la cirugía, sin embargo se apuntaron los doctores anestesiólogos, Felipe Ortiz, y Cristina Soto. También la especialista en cirugía estética, doctora Norma Lydia Soto.
Los militares les propusieron que usaran trajes antibombas, al ver los trajes, los doctores concluyeron que era prácticamente imposible realizar la cirugía con los trajes puestos y decidieron operar sin ellos.
Antes de entrar a la sala de operaciones, los doctores hablaron por teléfono con sus esposa e hijos.
Un militar experto en explosivos los acompañó en la cirugía para instruirlos en el manejo de la ojiva.
La operación fue exitosa, y ahora Karla se está recuperando, va a requerir varias cirugías y aunque ya nada va a ser igual, ella está infinitamente agradecida a los que llama ahora sus héroes.
Torreón, Coahuila.
Roberto Barranco Aguilar,
