Por eso... pero, ¿dónde quedó la lana?
El señor David Cooperfield se quedaría pasmado con tal hazaña de desaparecer treinta y cinco mil millones de pesos. Que se esfumaron en el aire en un gran truco de prestidigitación.
A los ciudadanos no nos interesa quiénes autorizaron los préstamos, nos gustaría saber ¿dónde quedo la lana?
Por que, hacer de humo, esta cantidad de dinero pues le roncaría hasta el magazo. Tatatiu, Tatatiu. Fíjese usted, un taxi cuesta cien mil pesillos y estas personas desaparecieron trescientos cincuenta mil taxis.
En todo el país no hay tal cantidad de taxis.
En otro comparativo “como le gusta a los gringos” con cien billetes de a mil pesos se cubre un metro cuadrado o sea cien mil pesillos por metro cuadrado si dividimos treinta y cinco mil millones entre cien mil nos da trescientos cincuenta mil metros cuadrados.
Oiga usted la cancha del territorio Santos es de seis mil quinientos metros cuadrados nos toca que cubriríamos cincuenta y cuatro canchas de puros billetes de mil pesos, lo cual es pasmosamente impresionante.
Las personas que andamos a pie o en bicicleta pues estos ejemplos nos pueden ubicar el tamaño de la fechoría.
Fíjese usted, esta administración en tan sólo seis años de a trescientos sesenta y cinco días fueron dos mil ciento noventa días de a veinticuatro horas de a sesenta minutos nos da tres millones ciento cincuenta y tantos minutos equivaliendo a once mil pesos aproximadamente por cada minuto así que cada vez que bailaba una cumbia se chutaba treinta y tres mil pesillos, despierto y dormido era lo mismo.
Otro más insultante comparativo, un señor que gana quinientos pesos por semana si logra vivir cien años y que los trabaje juntaría dos millones seiscientos mil pesos, por lo que deberá juntarse con otras trece mil cuatrocientos sesenta y un personas que trabajen cien años cada una, y ojo, que junten todo el dinero, sin gastar nada para poder llegar a esta verdaderamente estratosférica y obscena cifra que raya en el ridículo.
Así pues, es criminal la paciencia de toda la clase gobernante ante este atraco con una población de gente tan pobre, señores con esta fechoría no sólo debemos indignarnos, debemos verdaderamente encabritarnos por no decir más feo y demandar justicia porque si este atraco se negocia en las cámaras con el hambre de los más fregados pues que Dios nos guarde de su Santa Mano. Y que Dios les perdone su criminal acción.
Torreón, Coahuila.
Arturo P. Salas Juárez,