Dislates de políticos y ‘la prole’
Han levantado un sinnúmero de comentarios –desfavorables- los recientes desaciertos en los temas de la cultura que pronunció el candidato del PRI, a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, durante su participación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en días pasados
Al ser cuestionado por el corresponsal del diario español “El Mundo”, Jacobo García, sobre cuáles son los libros que han marcado su vida, Peña Nieto fue arrojado a un pantano donde zozobró angustiosamente durante varios minutos, dio manotazos de ahogado al carecer de acertadas respuestas ante la pregunta de su cuestionador y las inquisidoras miradas de los concurrentes. Mientras más se movía, más se hundía en el fango, inocultable fue su titubeante nerviosismo; ni su cuerpo de asesores que se esforzaron en sacarlo de apuros, a base de frustradas señas y frases, pudieron librarlo del embrollo. El público fue su sinodal severo y de ahí pasaría, hora después, a ser linchado por infinidad de cibernautas que lo han aguijoneado con acerbas críticas por todos los medios; solamente, en la red del twitter, se han contabilizado decenas de miles de mensajes que como afilados dardos han pinchado su acicalada figura, incluso los hubo procedentes del extranjero.
Los políticos mexicanos no solamente cometen escándalos y actos de corrupción, también causan pena ajena al provocar la carcajada popular cuando vergonzosamente naufragan en las aguas del ridículo, al exhibir su obesa y supina ignorancia. El expresidente Vicente Fox experimentó similares infortunios durante el II Congreso Internacional de la Lengua Española, en Valladolid, en 2001, cuando citó al escritor argentino Jorge Luis Borges, al pronunciar equivocadamente su apellido por “Borgues”. Otro aparatoso derrape protagonizó cuando le envió un twitter al escritor peruano Mario Vargas Llosa, felicitándolo por haber obtenido el Premio Nóbel de Literatura, el pasado 2010: “Felicidades Mario, ya la hiciste. Ya son tres: Borges, Paz y tú”. Borges nunca alcanzó tan codiciada presea, además, olvidó a otros cuatro latinoamericanos que alcanzaron la máxima distinción de la academia sueca en las letras: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Asturias.
También Martha Sahagún, su esposa, patinó al hablar de personajes de la literatura cuando transfiguró en un discurso el nombre y el género del celebérrimo poeta hindú Rabrindanath Tagore (Premio Nóbel de Literatura en 1913), por una inexistente mujer “Rabina Grand Tagore”.
Las autopistas de la cultura se ve que son rutas de alto peligro para muchos miembros de nuestra alta clase política. El que no derrapa, choca, y el que no choca, se vuelca. Eso les pasa por no haber pagado en la caseta de cobro la cuota de la lectura, hábito que vieron con desdén desde los días de su infancia y han mantenido en su adultez, de ahí las bochornosas situaciones donde se han autobalconeado como iletrados.
La desafortunada y estéril defensa a favor del candidato presidencial priísta, hecha por su hija Paulina Peña Petrellini, vía twiitter, donde llamó a los críticos de su progenitor “hijos de la prole” y “pendejos”, acrecentó el ejército de cibernautas con ácidas e inclementes censuras hacia ellos. Es permisible defender a nuestros familiares y amigos de señalamientos, lo que indigna y es reprobable, como en el caso de Paulina, es referirse con desprecio a la gran mayoría de los mexicanos con execrables insultos.
El vocablo prole se deriva de la palabra proletario, la que según el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado, quiere decir: “Persona que vive de un trabajo manual pagado a jornal”. Entonces, la gran prole de nuestro país son sus campesinos, obreros y empleados; en la demografía nacional subyacen los que integran la economía informal: lavacoches, voceadores, vendedores ambulantes, pepenadores de basura, boleros, malabaristas de cruceros, etcétera. Y anoto, aunque no pertenecen a la población económicamente activa, a los “niños de la calle”, expoliados por la injusticia y la desigualdad sociales y que forman parte de los 52 millones habitantes en extrema pobreza, cifra que corresponde al 46% de la población que recientemente reportó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
Ya no me pregunto cuántos libros ha deletreado o leído Enrique Peña Nieto a sus 45 años de edad –si es que lo ha hecho-, ni por qué desconoce la cuantía de los salarios mínimos o el costo del kilo de tortillas, elementales datos que se supone debe saber un político que aspira a gobernar el país. Tampoco me cuestiono el origen de la soberbia desbordante de Paulina Peña Prettelini, quien mira como especímenes infecciosos y repulsivos a los clasemedieros y desposeídos de nuestro México que son la gran mayoría. Me interrogo, concretamente, ¿por quién votará “la prole” en las próximas elecciones presidenciales del 2012?
Domingo Deras Torres.