Hay días, muy pocos, en los que amanezco ángel, tanto que de pronto hasta me tropiezo con mis alas. Pero hay días también en que amanezco un demonio con la lengua suelta y la prudencia extraviada. Hoy es uno de esos. Tengo ante mis ojos una revista de esas cuyo concepto es publicitar cualquier pestañeo de los ricos y famosos.
En la portada y con la expresión de tener los calzoncillos almidonados, un hombre abraza a una hermosa mujer a quien presenta como su más reciente novia. "Rosalinda es una mujer lindísima, un encanto. En mi vida cotidiana, ella es una persona muy profunda". Ella como respuesta pide un besito, y los dos se besan. Muá muá. (Así mismo lo pone la revista). En las páginas interiores entre suspiros y ternuritas ella confiesa a la entrevistadora: Marcelo es un hombre tierno, sincero, leal; y ambos insisten en un cuchi cuchi para las cámaras, que no caza con la personalidad de él ni de ella, quien además de guapa es una mujer inteligente avalada por las carreras de Administración de Empresas y Mercadotecnia, dos diplomados en España y dos divorcios previos de los que como quiera que sea, algo se aprende.
Rosalinda Bueso, exembajadora de Honduras en nuestro país, no es ni mucho menos un terrón de azúcar. Ya en julio de 2009, ante la crisis política de su país en la que entre otros atropellos llegó a impedírsele hasta la entrada a su propia Embajada; ella dio muestras de reciedumbre y valor. Un historial como el de Rosalinda no corresponde de ninguna manera a las acarameladas y artificiosas fotografías como las que exhibe la revista que tengo ante mis ojos.
En cuanto a él, se trata nada menos que de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del D.F. y de momento, mientras no aparezca nada mejor, el precandidato más viable a la Presidencia de la República. Con un cerebro bien equipado, un discurso razonable e inteligente de la izquierda democrática, y cosa extraña entre los suspirantes, sin antecedentes dudosos; Ebrard tiene en su mano un buen juego de cartas para competir y ha comenzado ya a recibir el apoyo decidido de personajes como nuestro Carlos Fuentes, quien en reciente entrevista declaró: "Yo tengo mi candidato y voy a apoyarlo, no quiero dar su nombre porque lo jodo", aunque finalmente reconoció que su candidato es Marcelo.
Volvamos pues a la pésima foto en que con los ojitos caídos, Marcelo declara: ya no estoy solo, tengo a mi novia y me siento feliz. Pero para no quedarse corto, más adelante añade: es una mujer lindísima, es un encanto. Con ella me sentí en paz. Nos reímos mucho y ahora estamos muy a gusto". Bien por los dos, aunque ambos deberían saber ya que en asuntos amorosos hay que ser muy cauteloso y no apresurarse. Los achaques que produce todo amor cuando comienza, suelen provocar vértigo en quien los padece, pero una sonrisilla a medias burlona y a medias conmiserativa en quienes lo observamos. Por lo visto, con los dos divorcios que acumula cada uno, aún no han descubierto que todo amor que comienza es tan frágil e indefenso, que ha de protegerse de las miradas y tramitarse sólo entre dos.
De preferencia en la penumbra, casi me atrevería a decir que en secreto que es el espacio perfecto para la exploración emocional, para los primeros besos, pedacitos de cielo en la boca, en el cuello, en la nuca... Besos inaugurales que exigen intimidad y no reflectores. La cursilería no es un lujo que se pueda dar cualquiera. Para ser un buen cursi no basta nacer con el gen, hay que cultivarlo y desarrollarlo durante toda la vida.
¿O acaso creen que los besos fotografiados y debidamente publicitados que nos obsequió Martita Saghún en lugares tan estratégicos como el Vaticano, o la oficina del presidente en Los Pinos, fueron espontáneamente cursis? Imposible. Sin ser experta en la materia, estoy convencida de que se trató de un proyecto muy bien estructurado de alta cursilería. Creo que todos podemos identificar el enamoramiento por la chispa que genera una mirada, por la sonrisa delatora, por la energía que derrocha una pareja y la generosidad y el encanto que invade a los dos. Ese es el momento que toda pareja tendría que capturar; porque como Rosalinda dice: "nos casaremos cuando Dios lo permita. Todo depende de Dios y cuando se dé de manera natural".
Con el casamiento llegará el compromiso, los anillos, las esposas, la facturación de cada uno a nombre del otro. Las cámaras, los reflectores y la publicidad harán estallar la burbuja, desparecerá la magia y habrá que ver si ante la pura y dura realidad; esta pareja puede sostener la sonrisa, las caídas de ojos, los muá muá muá que hoy exponen a la opinión pública. Es de desear que así sea y que no vaya a suceder que estén presentando anticipadamente a su próxima expareja. De momento me atrevería a sugerir a los tórtolos que no le apuesten a la cursilería porque no va con la fuerte personalidad de ninguno de los dos.
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