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Gerónimo

GILBERTO SERNA

Aquí, en lo que luego sería la Nueva España, los españoles en la conquista, usaban el término, como un acicate para, antes de cada carga de caballería, alentarse al combate. El grito al parecer toca fibras sensibles del subconsciente que bloquea todo aquello que no sea luchar por un objetivo, aunque sea inventado como pretexto, incentivándolos a pelear. El llamado, más que un bramido era una exclamación, se empezó a usar en las guerras que sostuvieron las tropas españolas en contra de las musulmanas. Por una parte invocaba al Apóstol Santiago, patrón de España, en busca de su protección y por otra, la orden militar de trabar combate, embestir o acometer. Su significado es claro. ¡Santiago y cierra, España! Es una frase destinada a levantar el ánimo de la milicia española. El vocativo al final, hace referencia al destinatario de la frase: obviamente las tropas españolas. Algo así como bajo el amparo del apóstol, adelante, demos la batalla. En la contienda contra los tlaxcaltecas, hacemos alusión a la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, capítulo LXIII, pág. 108, a pesar de los reiterados exhortos para pactar la paz que hizo Hernán Cortés a los tlaxcaltecas, dándose cuenta de que llegaba el momento de enfrentarlos, exclamó "Santiago, y a ellos".

El apache, señala la nota, era muy escurridizo, por eso estimó llamar a la operación que llevaba como único objetivo privar de la vida a Osama bin Laden, con el apodo Gerónimo. Creo que con una pequeña variante, tienen razón. Si no mal recuerdo, la expresión por parte de los integrantes del ejército estadounidense, tiene un uso peyorativo. El "enemigo" líder indígena que era un rebelde, cuya contumacia abarcaba además de a los yanquis, al ejército mexicano, luchaba contra dos gobiernos invasores: los descendientes de ingleses y de españoles. El único nativo de América era precisamente Gerónimo, que representaba el orgullo aborigen. En una de sus ausencias los militares de aquel entonces habían masacrado a su familia. Al héroe mexicano Francisco Villa le fue de maravilla pues ha sido el único extranjero en Estados Unidos de América, que salió ileso de su aventura en Columbus. Fue perseguido, sin dar tregua ni reposo por una expedición punitiva que cometió violaciones al derecho internacional justo como en Pakistán. (Habría que leer a Martín Luis Guzmán en su amena obra el Águila y la Serpiente, en que relata el acoso que le hacía el general John J. Pershing, que impedía al compadre Urbina conciliar el sueño y lo que Villa le platicó y éste transcribe de ese evento). Empero hagamos un alto, ocupándonos del asalto a Columbus, por su similitud con el ataque terrorista a las Torres Gemelas, que dio lugar a que enfurecidos actuaran, en ambos casos, con la rabia de los poderosos, enviando tras de Villa un destacamento de soldados que después de vagar inútilmente entre valles y montañas durante once meses tuvieran que tragarse la amargura de su fracaso, lo que produjo mejoraran con el paso del tiempo por lo que esta vez llegaron al reducto donde se hallaba Bin Laden y lo desparecieron, así nomás. La versión es que lo tiraron al mar sin más protocolo que aquel que su deseo de revancha les proporcionó.

Lo de Villa estaba justificado habían herido el orgullo de la potencia, nunca su territorio había sido invadido, ni escenario de batalla. La cuestión se reducía a que Villa recibió de parte de su habitual proveedor, un comerciante de armas que radicaba en Columbus, municiones que habían inutilizado los estadounidenses. La consecuencia que las fuerzas villistas perdieron en la batalla de Celaya. Sin pensarlo dos veces la madrugada del 9 de marzo de 1916 las tropas irregulares de Villa, ingresaron a suelo americano, en busca del traficante que le había vendido parque inservible, trabándose en un enfrentamiento con un destacamento de caballería del ejército estadounidense. El comerciante americano no se encontraba en el lugar. Tenía 12 millones de balas Máuser en su poder que le proporcionó el gobierno que presidía Woodrow Wilson, confiscado a Victoriano Huerta. La mucha imaginación de los de allá y la falta de cerebro de los de acá tuvo un final desastroso para el villismo que fue derrotado sin haber disparado un solo tiro de esas municiones, que Villa creía traían pólvora, pero traían pinole (mezcla de polvos de vainilla y otras especias aromáticas, producidas en América, que servía para revolverlos con el atole de chocolate, dándole un exquisito olor y sabor). El comerciante de nombre Samuel Ravel fue instruido por el gobierno de Wilson darle atole...mejor dicho de vender las municiones sólo a Villa. La única diferencia con el caso Osama, es que por lo pronto escapó al cerco que le tendió el ejército americano, aunque tiempo después un grupo de terratenientes mexicanos que se la tenían jurada a Pancho Villa lo acribilló en su automóvil. Después, caso parecido al de Obama, al de la hacienda de Río Grande, jurisdicción de San Juan del Río, Durango, ya en su tumba le sería desprendida la cabeza, no se sabe si para un ritual, o para estudiarlo o como un macabro souvenir o simplemente para profanar su cuerpo, en una venganza tardía por haberse atrevido en vida a hacer lo que hizo, aunque a diferencia del de Arabia Saudita, en su merodeo por el pueblito fronterizo lo que logró fue devastarles varios edificios de adobe de poca monta; hubo muertos y heridos.

¿Qué se necesita para acabar con un hombre, a sangre fría? Mucha rabia, mucho coraje. Al parecer sabían que si encabezaba una red criminal ¿Al Qaeda? Los datos no los tenían todos consigo, pero estaban seguros de que los terroristas que secuestraron aviones comerciales, los que todos los días llevan pasajeros de un lado a otro del país y del mundo, estaban dirigidos y auspiciados por una mente diabólica en que todos los hilos iban a parar en las manos de una sola persona. Quizá había que evitar a cualquier costo que volviera a ocurrir y que el autor intelectual, el estratega recibiera un castigo ejemplar. Este mundo estará más seguro a partir de ahora, dijo alguien que sabía lo que estaba diciendo. De ahí que podamos explicarnos que hicieran un plan para acabar con él, no sólo quitándole la vida sino además desapareciéndolo. Lo que me pregunto dentro de esa locura que llevó a gente sana de mente a cometer lo que se podría llamar un crimen, es ¿y si los datos que los llevaron a Abbottabad, en Pakistán, se corroboraron previamente para que no hubiera la más mínima duda de que era culpable? ¿Están ciertos de que la humanidad, a partir de un asesinato artero estará a salvo de terroristas? En fin, aquí en Torreón, hemos visto en las calles gestos de satisfacción, que rápidamente se borran de los rostros cuando el cielo oscurece.

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