La defraudación de seiscientas personas por un monto hasta ahora cuantificado en más de seis millones de pesos, al amparo de un programa fantasma de reparto de paquetes de materiales para construcción, es ejemplo de la falta de transparencia con la que opera el Gobierno del Estado en Coahuila.
Al ser descubierto el fraude, el titular de la Secretaría de Desarrollo Regional en la Laguna explicó que el funcionario señalado como culpable goza de una licencia que propicia que no dé la cara, al tiempo que el Gobernador Interino encargado del Palacio Rosa en Saltillo declara: "estamos viendo la manera de resarcirles el daño patrimonial a los afectados...".
No cabe duda que el daño debe ser resarcido por el Gobierno como responsable institucional de lo acontecido sin embargo, como tal reparación del daño corre a cargo de los contribuyentes de Coahuila, tenemos el derecho de ser informados en detalle sobre lo ocurrido, y sobre lo que se esté haciendo para castigar a los culpables y desde luego, recuperar el dinero defraudado.
Esta satisfacción de los legítimos intereses de los coahuilenses es muy remota. La actitud de las autoridades indica que se quiere dar carpetazo, ya que el delito fue cometido al amparo de la falta de transparencia con la que operan los programas sociales del gobierno que se dice "de la gente", acostumbrado a no rendir cuentas a nadie.
La opacidad es tal, que en paralelo a los programas oficiales que carecen de reglas de operación y funcionamiento en la práctica, operan estructuras informales que a pesar de que reparten dinero público son extraoficiales, por lo que son una verdadera telaraña cuya existencia sólo se explica en términos de una política de control oculta a los ciudadanos, que trabaja en lo oscuro a favor del clan Moreira y de la principal herramienta bajo su control: El PRI de Coahuila.
Prueba de lo anterior es que en el caso en comento las víctimas exhiben a la prensa recibos de dinero que carecen de logotipos o sellos oficiales y sin embargo, el Gobernador Interino se apresura a reconocerlos y a ofrecer el pago de su importe, sin más trámite. Ni para taparle el ojo al macho se sabe de un acta levantada al respecto, ni de una investigación administrativa o una declaración del inculpado, ni siquiera una prueba pericial que determine la identidad de las firmas que calzan los recibos.
El fraude que es objeto de comentario sólo es posible, en un habitual ejercicio arbitrario y caprichoso de los programas de asistencia social, en los que las cosas se manejan fuera de los canales oficiales y se documentan en una servilleta. Los funcionarios a cargo reparten los apoyos a capricho a cambio de la sumisión incondicional de los beneficiarios que de esta suerte viven presa del gobierno atenazados por el hambre, lo mismo como carne de cañón electoral, que para el efecto de quitarles lo poco que tienen cuando a uno de los operadores ve la ocasión de pasarse de listo al amparo de la propia opacidad.
Es evidente que un gobierno como el de Moreira sólo le interesan los pobres como objeto de manipulación para efectos de control clientelar, lo que lleva a concluir que los promotores de tal política populista son los primeros interesados en que las condiciones de miseria no desaparezcan nunca en nuestro país, ya que los contingentes de pobres con poco o ningún acceso a la educación y cuya disposición de los bienes de consumo elemental depende del gobierno, son la materia prima de dicha estrategia de control.
A ello se debe que mientras en Coahuila se privilegia el ejercicio de una política social clientelar que tiende a mantener dependientes y en la pobreza a muchos ciudadanos, no existe ningún programa económico basado en la iniciativa y protagonismo activo de los propios ciudadanos. El sistema Moreira es indiferente a promover el acceso a los créditos de apoyo a la Pequeña y Mediana Empresa (Pymes) que ofrece del Gobierno Federal, y se mantiene apático a promover toda clase de fomento a la inversión y la infraestructura productivas, y por ello la política pública al respecto, es tan raquítica como sus resultados.