Hablar un poco de literatura por aquello de no perder la costumbre. El cuerpo literario justamente como esfuerzo de un grupo de hombres y mujeres, todos de distintas épocas y circunstancias, que decidieron sacar sangre de sus dedos para interpretar su realidad a través de letras. Su sensibilidad al lenguaje comparte su realidad, son máquina de tiempo, una ventana para a otras épocas para nuestros ojos. Vivir otras vidas.
Únicamente el Chicago de John Dos Passos pudo cristalizar Manhattan Transfer. Para Solzhenitsyn los gulags y las purgas estalinistas derivarían en Archipiélago. Los Tres Tristes Tigres de Cabrera Infante, son imagen de época en La Habana de jolgorio, previa a la revolución, la que vivió Cabrera cuando llegó del Oriente. La actualidad de ahora, con nuestra literatura norteña de corridos, narcotráfico, fronteras, mutaciones de lenguaje entrecortado de cuchillo parco, es justamente espejo de lo que ocurre, de lo que bajo la alcantarilla permea, y el escritor a través de su sensibilidad recoge. La argentina de entreguerras, Borges, Victoria Ocampo, su Revista Sur, en una época de pujanza argentina (de verse adentro, reconocerse afuera) desemboca en literatura puntual y erudita, de temáticas europeizantes que encallan en la realidad de las serranías de capangas, el compadrito de la acera de enfrente con un puñal entibiándose en el pecho. Todas son letras y contextos, oportunidad de vivir otras vidas. Todas esas letras son realidad ocurrida, vivencia tatuada. Toda esa literatura rompe y restrega a su manera, forma parte de la inquietud de sentir de otro, su búsqueda de ver la vida, descifrar la existencia, tantos hombres y mujeres buscando las letras para arrancar lo que sea, caminando de un lado a otro, perdidos, indecisos, entre el frío que les carcome los huesos, como la Muchacha Punk del Fogwill de finales de los 70, que:
"Tenía hermosos ojos celestes casi transparentes y el ensamble de rasgos que más te gusta, ésos que se suelen llamar "aristocráticos", porque los aristócratas buscan incorporarlos a su progenie, tomándolos de miembros de la plebe con la secreta finalidad de mejorar o refinar su capital genético hereditario. ¡Florecillas silvestres! ¡Cenicientas de las masas que engullirán los insaciables cromosomas del señor! ¡Se inicia en vuestros óvulos un viaje al porvenir soñado en lo más íntimo del programa genético del amo). Es sabido, en épocas de cambio, lo mejor del patrimonio fisiognómico heredable (esas pieles delicadas, esos ojos transparentes, esas narices de rasgos exactos "cinceladas" bajo sedosos párpados y justo encima de labios y de encías y puntitas de lengua cuyo carmín perfecto titila por el inundo proclamando la belleza interior del cuerpo aristocrático) se suele resignar a cambio de un campo en Marruecos, la mayoría accionaria del Nuevo Banco tal, una Acción heroica en la guerra pasada o un Premio Nacional de Medicina, y así brotan narices chatas, ojos chicos, bocas chirlonas y pieles chagrinadas en los cuerpitos de las recientes crías de la mejor aristocracia, obligando a las familias aristocráticas o recurrir a las malas familias de la plebe en busca de buena sangre para corregir los rasgos y restablecer el equilibrio estético de las generaciones que catapultarán sus apellidos y un poco de ellas mismas, a vaya a saber uno dónde en algún improbable siglo del porvenir".
Ese hijo de p. de Fogwill era un caradura, por ejemplo. Un endemoniado y genio caradura de plantar cara a la vida y transitar sin mentir y haciéndole caso a nadie. Y además, dejando tras de sí, una vasta legión de letras que nos sirve para reflejarnos al espejo que él quiso prestarnos. Justo el propósito de toda literatura.
ciudadalfabetos.com
Twitter: @eramoscobo