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Hace 17 años...

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Cuando aparece la silenciosa y blanca pantalla de la computadora que interroga al periodista que carga la emocionante obligación de escribir en días fijos, éste queda silente y pensativo. Sin embargo, hay ocasiones en que dicha pantalla vacía nos ofrece, si bien le buscamos, una ayuda que, en el caso ha sido la declaración pública de un político hablantín -¿hay de otros?-quien involuntariamente nos da tema para tejer algunas ideas. El chiste fue encontrar la hebra en la madeja para salir del apuro del día; hoy no hay hebra política que no sea útil para hilar un comentario. Vg: El martes pasado el senador Manlio Fabio Beltrones declaró muy orondo: "¡Yo tengo capacidad y experiencia para ser el próximo presidente de la República!

Ignoro si el señor Beltrones sabe lo que dice, aunque dada su autoelogiada capacidad y experiencia es posible que pueda probar su aserto. Beltrones era gobernador de Sonora, cuando sucedió el magnicidio de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994; hace de esto la friolera de tres lustros más 2 años. Ese mismo día Beltrones fue designado por el presidente Carlos Salinas de Gortari para encabezar y vigilar el inicio y el curso de la averiguación judicial realizada en la emergencia criminal que conmovió al país.

Fueron ríspidos y tristes los momentos que siguieron al homicidio de Luis Donaldo, empezando por el rescate de su cuerpo casi exánime de entre una multitud violentada; luego la conducción del agraviado al hospital, la tensión impaciente de la prolongada espera a la hora del examen médico y finalmente el retorno silencioso a sus hogares de los asistentes, abandonando el sitio del mitin electoral en que se suponía iba a recibir Colosio el respaldo de sus paisanos a su carrera por la Presidencia de la República.

Beltrones devino influyente veedor en el caso, pues había sido ungido por Salinas de Gortari con poderes extraordinarios, descendidos de la dicha autoridad federal; igual pudo autorizar el ejercicio de facultades ajenas a ejercer en una entidad vecina al escenario del crimen: ambos poderes extraordinarios y deferentes, por venir del entonces poderoso presidente de la República, aunque la capacidad jurídica del mandatario no expresaba precisamente el endoso de parte o de todo de su amplísimo poder constitucional. Tampoco podría recibirlo quien sólo era el jefe del poder ejecutivo de una entidad vecina, pero distinta a la que gobernaba Beltrones. Luego el procurador general de la República atrajo a su ámbito la dicha averiguación judicial, pero esta atracción marcharía a tropezones bajo el mando de una larga nómina de supuestos dizque expertos en criminología, quienes inscribieron sus patronímicos y sus méritos como investigadores, siendo que al final tácitamente declararían incapacidad al abandonar aquel caso sin haberlo esclarecido el crimen, así fuera parcialmente. Eso sí, los citados comisionados vieron y escucharon citar sus nombres por la prensa nacional, la radio y la televisión. El insigne penalista guanajuatense Miguel Montes, encabezó la segunda comisión para el mismo caso, y poco después pasaría a los archivos de la PGR.

Tales y cuales llegaron al remoto municipio donde había nacido y fue asesinado Colosio, varias docenas de individuos procedentes del Distrito Federal, al remoto municipio de Baja California Norte, cuna y tumba de Luis Donaldo Colosio Murrieta. Nada positivo se dedujo el análisis profundo del expediente criminal; los medios y la opinión pública exigían conclusiones y la presentación del sujeto o sujetos responsables. Hubo, sí, un detenido confeso en apariencia; pero ¿quién iba a creerlo si en la misma Procuraduría General de la República enseñoreaba la duda en los rostros de sus principales. funcionarios?... Todo se volvió desconcierto, pasmo, suposiciones comentarios y chismes, mientras que el indiciado responsable, de nombre Mario Aburto, mal vivía sus peores noches y días en la densa neblina de un calabozo, entre la confusión de las propias y ajenas dudas.

Después, aquel Mario Aburto quedó limitado a interpretar el desgraciado drama de ser un mexicano de humilde procedencia e ignorancia casi plena, acusado de ser el ejecutor de un mayúsculo crimen. Las preguntas que entonces hicimos los periodistas quedaron sin una debida respuesta. Luego todo fue olvidado ante el conocido sofisma de que en este país no existe nada imposible, siempre que lo autorice el presidente de la República. Esto último podría ser parte de la capacidad y experiencia que aduce quien desea ser el próximo presidente de la nación. Hace 17 años de esto...

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