Todo el PRI. Enrique Peña Nieto es el único priista que registró en tiempo y forma su precandidatura a la Presidencia.
Renace el PRI. Miles ocupan la explanada desde temprano y esperan a Enrique Peña Nieto al "Son de la Negra", del Mariachi Loco de Zacazonapan.
Están de fiesta en la brizna matinal, y se ponen playeras y gorras rojas. Traen las chamarras rojas de varias batallas en las que han ganado elecciones. Y se creen mucho los priistas, hoy que vienen a ver al nuevo ungido.
Al mediodía, en el auditorio Plutarco Elías Calles, la entraña misma del Partido Revolucionario Institucional, están los gobernadores, y al centro de la primera fila una representación mexiquense muy festiva: el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Chuayffet, y el coordinador de los priistas en San Lázaro, Francisco Rojas Gutiérrez. Ríen, mientras que el auditorio, ocupado por primeras figuras y cuadros de mando locales, hace gala de la efervescencia priista de otros tiempos. La grilla, esencia del PRI, está allí y en la explanada.
En una pantalla gigante ven a Peña y su esposa Angélica Rivera bajar de una camioneta, se abre una aclamación entre la crema y nata del priismo. La ovación crece afuera, entre los varios miles de priistas llegados, dicen, de todos los estados, aunque predominen el Estado de México y Veracruz.
A las 12:10 Peña Nieto entra al auditorio, y allí, en ese momento, el PRI de ahora, "el de los tiempos modernos", han dicho sus animadores toda la mañana, reconoce al que será su candidato único: "¡Se ve, se siete, Enrique Presidente!"
Presenta una capeta blanca, con la documentación que cubre los requisitos de la convocatoria para el registro de precandidatos. Pero ya no hay más formas que cumplir, y se desata el ánimo triunfal, el ungimiento de Peña, ocurre al grito de "¡Enrique, Enrique, Enrique!", todos de pie.
Pedro Joaquín Coldwell, presidente de la Comisión Nacional de Procesos Internos, le extiende su acuse de recibo, en el que el notario público 35, Eutiquio López, da fe de los hechos de un registro, sólo uno, en cuatro horas.
Con todo, el acuse de recibido dice que Peña es aspirante a una precandidatura, que antecederá a una candidatura. Si lo formal será tal cadena de momentos, en lo político este mediodía se significa por dos hechos, el renacimiento del PRI, once años después de su derrota histórica, y la aclamación al abanderado para 2012.
- En tiempos de Colosio
En diciembre de 1993, la explanada desbordó gente y entusiasmo, más que hoy. Un PRI diferente emergía con Luis Donaldo Colosio, como candidato de la "generación del cambio". Murió Colosio y se acabó el PRI triunfante, aunque ganó por última vez la Presidencia, con Ernesto Zedillo.
El mago que ha logrado la amalgama de entusiasmos, Enrique Peña Nieto partió plaza seguido por su esposa, vestida de rojo. Eran miles y abundaban las siglas corporativas, las mantas, como en los años cuarenta, pero ahora la explanada estaba fraccionada por vallas metálicas. Un dispositivo de seguridad en el que no servían los arcos detectores de metales, los encargados estaban descoordinados y al final el evento se les salió de control.
El aspirante ungido de antemano y Angélica, saludaron y se tomaron fotos con la gente. La señora Rivera tenía la expresión de la emoción del instante único. Peña Nieto, con la sonrisa para las fans, incansables en los llamados desaforados al político.
En el presidium de su entronización, que fue construido sólo para él, estaban los hijos de ambos -Fernanda, Nicole, Regina, Sofía, Paulina y Alejandro-, integrados en una foto de familia, la priista, en la que se veían Joaquín Gamboa Pascoe (CTM), Emilio Gamboa Patrón (CNOP), Canek Vázquez, uno de los más reconocidos beltronistas.
El presidente del partido, Humberto Moreira, algo rezagado llegó a su lugar al centro de la fila de notables, cuando Peña Nieto leía su mensaje, en el que se definió como miembro de "una nueva generación convencida de que México sí puede transformarse", para que todos puedan escribir "su historia de éxito". Para Peña Nieto esta historia apenas empieza.