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Hijos de la violencia

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Los casos son estremecedores. De acuerdo con información publicada por El Siglo de Torreón, el viernes 3 de junio sujetos armados despojaron a una maestra de su auto en la entrada de un jardín de niños, ubicado en la colonia La Cortina. Luego del atraco, los criminales irrumpieron en la escuela, en donde apuntaron con sus armas a niños, maestros y padres de familia que ahí se encontraban.

Un día antes, el 2 de junio, los alumnos de una escuela primaria de la colonia Antigua Aceitera tuvieron que encerrarse debido a que cerca del plantel se desató una balacera. Como los aparatos de aire de los salones habían sido robados, los niños tomaban sus clases en el exterior para evitar el intenso calor de las aulas.

La semana antepasada, el miércoles 25 de mayo, hombres con el rostro cubierto penetraron en una escuela primaria de la colonia San Joaquín, en donde asaltaron y agredieron a golpes a varios maestros en frente de los estudiantes.

Estos recientes casos demuestran que ya ningún lugar está exento de la inseguridad que azota a la región desde hace varios años, a pesar de los "operativos conjuntos" que las diversas corporaciones policiacas de los tres niveles de gobierno y el Ejército, llevan a cabo para enfrentar el creciente fenómeno de la criminalidad. La delincuencia continúa tumbando puertas, flagelando la confianza de la sociedad y obnubilando el futuro de las nuevas generaciones.

Sin duda, algo murió en esos niños que experimentaron la violencia en sus propias aulas. Lo más triste de esto es que en la estrategia -si acaso se le puede llamar así- emprendida por el Gobierno federal para combatir al crimen, las víctimas sólo existen como estadística, como daño colateral, como efecto secundario. Y no me refiero sólo a los muertos y desaparecidos, sino también a las miles de familias que han sido mutiladas por la delincuencia, a los miles de asalariados y empresarios que han visto mermado su patrimonio por el crimen, a los miles de ciudadanos que han hecho del temor de salir a la calle el sentimiento cotidiano de su existencia.

De todas esas víctimas olvidadas, las que más duelen a la sociedad son los niños. Especial atención debieran poner las autoridades en velar por la seguridad y la salud mental de los infantes, quienes debido a su corta edad, carecen de la capacidad para superar eventos traumáticos como los ocurridos en las escuelas de Torreón. En este sentido, actualmente no existe un programa amplio y eficiente de atención a menores que son víctimas o testigos de hechos delictivos de alto impacto, por lo que quedan a merced del azar y de un entorno hostil que pocas oportunidades de superación les ofrece.

Las autoridades de los distintos niveles de gobierno no sólo han fallado en la prevención y combate del crimen, sino también en la atenuación de las consecuencias sociales e individuales generadas por la inseguridad. La tozudez de mantener sólo abierto el frente de las balas en esta guerra contra la delincuencia, tendrá seguramente efectos contrarios a los esperados. Sin una orientación debida, sin un cuidado oportuno, los miles de infantes que crecen hoy rodeados de violencia, en la calle, en la casa, en la escuela, podrían convertirse en el futuro en reproductores de la misma. Un Estado que se muestra negligente con sus nuevas generaciones es un Estado suicida. Por ética, humanidad y sentido de supervivencia, no debemos olvidarnos de esos niños y dejar que se conviertan en hijos de la violencia.

CARAVANA POR LA PAZ

En medio de la desazón e impotencia que dominan a la sociedad lagunera en estos tiempos de inseguridad y promesas de campaña de los partidos de siempre, la "Caravana del consuelo por la paz con justicia y dignidad", encabezada por el poeta Javier Sicilia, pasará por la comarca el miércoles 8 de junio. Más allá de ideologías o posturas políticas, este acontecimiento representa una buena oportunidad para que la ciudadanía levante la voz y haga valer su derecho a manifestar su inconformidad con la realidad que nos afecta. Pero no puede quedarse sólo en eso. Algo positivo debe empezar a construirse para recuperar la esperanza en nuestra región.

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