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Hipoteca social universitaria

Universidades

LUIS ALBERTO VÁZQUEZ ÁLVAREZ

La educación de las jóvenes generaciones ha sido siempre la preocupación del ser humano, e incluso, de los animales; ella garantiza en buena medida la subsistencia del género y la superación de la raza.

Desde la Academia de Atenas, fundada por Platón; pasando por el "Liceo" de Aristóteles con su educación peripatética, llegando al Calmecac, la educación ha tenido un sentido eminentemente teórico y en buena medida clasista; lo importante del egresado es que alcance niveles de vida superiores a la media social, la cual sólo ha logrado obtener las mínimas herramientas que el estado y la condición económica de su familia les ha podido proveer.

Esta actitud aún vigente en muchas instituciones de educación superior en nuestro país, es un atavismo de las primeras universidades del mundo donde la teología era el principal y casi único objeto de la enseñanza, y de las posteriores universidades europeas que surgieron a partir del siglo IX, generalmente a la sombra de un convento, como comunidades de alumnos y maestros y que adquirirían el grado de gremio corporativo, lo que les permitía excluir a los no socios de ella y negar la irrigación del conocimiento fuera del grupo privilegiado.

Este sistema se mantuvo vigente por un medio milenio más, donde los títulos universitarios adquiridos se convertían en patentes de corso y hasta de privilegios nobiliarios, fincando la mentalidad, aún también vigente, en una forma segura de enriquecimiento económico y posición social sólida. Esta Universidad medieval y monástica, retrógrada e indiferente a la vida social, regida por académicos ad vitam "que confundían el reparto de prebendas con la misión docente", fue la base de la educación y continuó viva en el positivismo decimonono, por lo que Carlos Marx que en su mensaje de 1835 llamado: "Reflexiones de un Joven en La Elección de una Profesión" sensiblemente escribe:

Si elegimos una profesión en la que podamos trabajar al máximo por los demás, ni siquiera las penas, por duras que sean, lograrán apartarnos de nuestro camino si pensamos que nuestro sacrificio es por el bien de todos. No disfrutaremos entonces de una alegría pobre, limitada y egoísta, sino que sentiremos que nuestra suerte está ligada a millones de personas y nuestros actos fermentarán silenciosamente, seguirán siendo activos eternamente y nuestras cenizas serán regadas por lágrimas ardientes de todas las personas nobles".

Es entonces cuando la famosa frase "Quod natura non dat, Salmantica non praestat" escrita desde hace varios siglos en la entrada de la Universidad de Salamanca en España, adquiere máximo esplendor y justifica que el profesional busque sólo su beneficio personal y se olvide de los dolores de la sociedad en la que está inmerso.

A principios del siglo XX surgió el famoso Manifiesto Liminar que dio lugar a la llamada Reforma Universitaria Argentina de 1918; primera de América que luchaba contra la "antigua y anacrónica estructura" de gobierno universitario, constituía, según sus autores, la "última cadena que, en pleno siglo XX, les mantenía atados a la antigua dominación monárquica y monástica". Los objetivos esenciales de los reformistas eran la modernización científica, la gratuidad, el cogobierno y la autonomía universitaria.

En México surgió en los años treinta la autonomía de la Universidad Nacional, pero esta se volcó al interior de la institución, desvinculándola aún más con la comunidad; los criterios de autogobierno, manejo autónomo de presupuestos, libertad de cátedra, extraterritorialidad y la más alta libertad de investigación y crítica, como lo establecía el rector Manuel Gómez Morín, no satisfacía en nada una auténtica unidad entre universidad y sociedad.

Así pues, encontramos "torres de marfil" enclaustradas en una nación que, requiere y hasta exige respuestas efectivas a su problemática social. Reclamo justo a quien es su hija y quien puede dárselas; pero ella permanece sorda y ciega a esta necesidad y siguen sus egoístas egresados pensando solamente en su bien personal.

Esta pesadilla debe cambiar; ahora, para los albores del tercer milenio, contamos como punto de partida para un compromiso social universitario, con la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI, dictada por la UNESCO, en Paris en 1998:

"La educación superior debe reforzar sus funciones al servicio de la sociedad, y más concretamente sus actividades encaminadas a erradicar la pobreza, la intolerancia, la violencia, el analfabetismo, el hambre, el deterioro del medio ambiente y las enfermedades, principalmente mediante un planteamiento interdisciplinario para analizar los problemas y las cuestiones planteadas."

Esta declaración, dictada justamente en París, es una clara respuesta a una de las frases más sonadas del movimiento estudiantil francés del 68: "La Imaginación toma el Poder" y se sumaba a las buenas intenciones de muchos jóvenes de otras partes del mundo que sienten que ya es imprescindible la participación social de una manera directa, de alumnos y profesores de las universidades en la vida social, política y económica de sus comunidades; sin aceptar presiones de partidos y gobiernos autocráticos que buscaban mantener sus cánones y bastiones de poder intactos sin participación popular.

Hasta ese momento, los universitarios habían "asistido" a los grupos sociales sólo en momentos problemáticos con respuestas momentáneas que ninguna solución definitiva ofrecían a las múltiples carencias y, en el mejor de los casos, con un insípido servicio social; pero ninguna acción había tenido una repercusión eficaz.

Por fin ha nacido el concepto de "Responsabilidad Social Universitaria" que busca atender necesidades reales y efectivamente sentidas de una comunidad, planificando institucionalmente en forma integrada con el currículum académico, acciones que en función del aprendizaje, reconozcan a la democracia como una activa participación de éste; más allá del simple depósito del voto electoral y, sobre todo, privilegien la directa inclusión del educando en la vida de la comunidad como un puente para ejercer la ciudadanía, aprovechando el alto potencial social generacional, sabiendo que todos los universitarios tenemos algo que ofrecer a la colectividad, y en especial manteniendo unidas las intenciones socio-académicas.

Esta nueva pedagogía exige esfuerzos compartidos para los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, del profesor implica colocar al alumno en las situaciones que lo obligan a alcanzar objetivos, a resolver problemas, a tomar decisiones, deberá estimular el desarrollo de competencias de alto nivel enfrentándolo regular e intensivamente a problemas complejos y realistas que movilicen diversos tipos de recursos cognitivos, pero enfocados a la resolución de problemas sociales reales, no teóricos y cuidando el "Efecto Pigmalión".

En este andar didáctico, el docente tendrá que Identificar retos y oportunidades atractivas e interesantes para sus pupilos; situaciones interesantes y adecuadas, que tomen en cuenta el nivel de los alumnos y las competencias que deberán preocupar su valer ciudadano.

El alumno, comprometido con su quehacer social deberá involucrarse en un esfuerzo colectivo para realizar un proyecto comunitario que le lleve a interiorizar nuevas competencias cívicas, las que le permitan tomar conciencia de sus maneras de comprender, de comunicar, de participar, y en especial de actuar en bien de la sociedad que le dio estudios y conciencia.

Esas competencias ciudadanas deben comprender una perspectiva social y la búsqueda del bien común y la justicia; un profundo respeto a la diversidad; un efectivo manejo y resolución de conflictos; una activa participación democrática y un real respeto y valoración de la legalidad; competencias que les llevarán en su profesionalidad al ejercicio de la autoridad y control ciudadano del poder.

Hoy por hoy las universidades modernas se exigen a sí mismas una auténtica participación en la vida social y democrática de sus comunidades, de hecho existe una asociación de estas instituciones, a la cual, creo que sólo dos universidades laguneras pertenecen a ella, me consta de una.

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