A doce meses de la tragedia, un solemne protocolo en el que se pasó lista pronunciando los nombres y dando una campanada por los 30 fallecidos en la explosión registrada en un ducto de Pemex en el municipio de San Martín Texmelucan.
Cada campanada retumbó en el recuerdo de los texmeluquenses, las sirenas activas de los camiones de bomberos revivieron la dramática escena de aquel 19 de diciembre de 2010 cuando una explosión consumió 82 casas y robó la vida a 30 personas.
A doce meses de la tragedia, un solemne protocolo en el que se pasó lista pronunciando los nombres y dando una campanada por los 30 fallecidos en la explosión registrada en un ducto de Pemex en el municipio de San Martín Texmelucan, se cantó el Himno Nacional y se rindieron honores a la Bandera, reanimó la estela de dolor y muerte.
Mujeres con los ojos enrojecidos de tanto llorar, hombres con las manos temblorosas por la impotencia que los embarga, ancianos y jóvenes que oraban, se congregaron bajo una desgastada lona de color naranja colocada por las autoridades locales.
Los rayos del sol no pudieron contrarrestar el gélido clima que imperó la mañana de este lunes en el municipio poblano.
Tampoco las palabras -emitidas desde un templete con lona de mejor calidad- por el edil texmeluquense Carlos Sánchez Romero o el director estatal de Protección Civil, Jesús Morales, lograron consolar a los deudos.
Mientras el acto oficial transcurre, Facunda Ramírez abraza un retrato de marco rústico barnizado con resina, es la fotografía de su hija Leticia quien habría cumplido 30 años, está rodeada por los pequeños Abigail, Joshua y Noemí Yunuet que ahora tendrían 10, seis y dos años, respectivamente.
Alberto Barranco, esposo de Facunda, carga el retrato de don Rosendo Ramírez, su suegro, quien también pereció en medio de las llamas.
Ambos lloran por la pérdida de su hija y nietos, hace un año se encontraban durmiendo cuando de pronto un estruendoso estallido perturbó el sueño mientras que una nube negra de humo rodeó su vivienda. Era imposible salir, se resguardaron en el baño llenándolo con agua, pero Rosendo, Leticia y los niños murieron calcinados, todavía escucharon sus gritos desesperados.
Hoy, a un año de distancia, 30 cruces de madera pintadas de blanco colocadas al pie de un altar a la Virgen de Guadalupe son el recuerdo de las 30 víctimas del accidente que, de acuerdo a Petróleos Mexicanos (PEMEX) ocurrió por la ordeña clandestina en un oleoducto de combustóleo.
Tras la ceremonia, los familiares de las 30 víctimas acudieron a varias misas, organizadas en diferentes horarios en los terrenos donde antes hubo viviendas y comercios. La avenida 11 de noviembre-San Damián luce vacía aunque alberga cruces e imágenes religiosas.
Una vecina regaló ponche a los deudos para aminorar el frío y reconfortarlos en su tragedia que, a un año, se mantiene viva e intacta.
