Incalculable prevención
Mucho se habla del cuidado del organismo y de la protección que nosotros mismos podemos tener para evitar las enfermedades, pues es un hecho que gran cantidad de padecimientos puede prevenirse tomando algunas sencillas medidas. Una de las más efectivas es la realización periódica de análisis generales.
En algunas ocasiones creemos que estamos perfectamente sanos, pues no mostramos síntomas de lo contrario, y sin embargo nuestro cuerpo ya está incubando alguna afección. ¿Cómo saberlo? Esta pregunta es respondida de forma automática mediante un procedimiento médico básico: los análisis generales, mismos que representan la herramienta más eficaz para conocer a detalle cada una de nuestras funciones orgánicas y determinar sí existe una anomalía en ellas.
¿PARA QUIÉN SON?
Haga memoria: ¿cuándo fue la última vez que se hizo un análisis de sangre? ¿Lo hizo por iniciativa propia, o porque se lo ordenó el doctor? ¿Recuerda cuáles fueron sus resultados? Respondiendo lo anterior, tal vez caiga en la cuenta de que vale la pena que visite un laboratorio en los próximos días.
Y es que factores como la alimentación, el estrés y la tendencia genética de numerosos individuos a desarrollar las llamadas enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes y la hipertensión, nos muestran que resulta más que prudente recurrir a los exámenes médicos frecuentes como una acción preventiva, es decir, antes de que se manifieste un problema de salud.
Un análisis general es recomendable para cualquier persona, independientemente de su edad, sexo, o de si padece alguna condición que lo obligue a ingerir medicamentos con regularidad. En otras palabras, el estudio no cuenta con ninguna contraindicación. Sin embargo en algunas sociedades como la mexicana, no resulta una práctica popular por diversos motivos, principalmente la falta de difusión y la desinformación acerca de esta prueba básica.
Cabe señalar que en muchos centros de trabajo con certificaciones oficiales, los análisis de sangre se han vuelto un requisito a la hora de contratar a su personal, pues es una manera de monitorear el estado de salud de los nuevos empleados y proteger la productividad de la empresa.
ANALIZANDO LA SALUD
Existen diferentes tipos de exámenes generales, aunque los de mayor utilización por parte de la comunidad médica son los análisis de sangre y de orina.
En el caso de los primeros, se trata de pruebas donde se extrae una cantidad mínima de sangre del paciente, y con ella se evalúan aspectos esenciales como el número de glóbulos blancos, de linfocitos y hasta elementos extraños que revelen la presencia de virus o de células cancerígenas.
Habitualmente los exámenes generales también abarcan indicadores como los triglicéridos (moléculas de grasa en el organismo), el colesterol, la glucosa (para la detección de la diabetes y problemas en el páncreas) y hepatitis en sus diferentes variantes.
Por su parte los análisis de orina ayudan a valorar cuestiones como el estado de los riñones, el funcionamiento metabólico y la presencia de infecciones en el tracto urinario. Para llevarlos a cabo lo usual es pedir a la persona que entregue en el laboratorio una muestra de la primera orina del día, pues se considera que ésta tiene una concentración mayor de sus diversos componentes (se van diluyendo conforme ingerimos líquidos) y facilita la localización de anomalías.
Más pruebas de gran ayuda
Hay otra clase de exámenes que pueden ayudarnos a medir nuestra salud. Por ejemplo las pruebas de la vista, para las cuales se utiliza la clásica tabla de agudeza visual. Con ella el optometrista determina si los ojos presentan algún daño o irregularidad, sentando así las bases para definir si es preciso que nos sometamos a una corrección quirúrgica, una operación láser o simplemente que usemos lentes graduados.
Las audiometrías evalúan el estado de nuestros oídos. En algunos casos es recomendable efectuarlas por lo menos cada seis meses, por ejemplo en individuos que trabajan en sitios donde suele haber mucho ruido (centros nocturnos, aeropuertos, fábricas de cemento, construcciones). Por su parte, quienes no se exponen a esas condiciones deben programarla anualmente. Encontrar a tiempo lesiones o fallas congénitas es decisivo para la prevención de consecuencias graves como la pérdida irremediable del oído.
Un tercer tipo de revisiones es el enfocado en detectar a tiempo la presencia de cáncer. Las mastografías, el papanicolau, la colposcopia, el examen testicular y de próstata, deben hacerse con periodicidad anual, o bien cada seis meses si se tienen antecedentes familiares de cáncer. Ello sin dejar de lado la autoexploración constante (mensual). En la actualidad, tomando en cuenta toda la información que tenemos a la mano, no realizarse estas pruebas equivale a asumir una conducta irresponsable.
AL ALCANCE
Además de efectuarse los exámenes con la frecuencia señalada, es recomendable llevar un registro o historial de los resultados en cada ocasión. El monitoreo de esos datos nos permitirá notar si hay algún cambio o deterioro en nuestra salud. En caso de ser así, es importante acudir a un médico a fin de que él dictamine qué medidas adoptar.
Vale la pena subrayar que el costo de las pruebas mencionadas es considerablemente menor al de cualquier tratamiento iniciado cuando una enfermedad ya está presente. No lo olvide: realizarse análisis periódicamente le brindará una seguridad médica en el corto y el mediano plazo.
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