No es inocente el engañado que desea ser engañado. Forma parte del embuste. Y con frecuencia lo hace con la esperanza de validar una mentira propia que sólo se podría ocultar gracias a la mentira del otro. Y aquí podría estar un significado simbólico, en México, del 28 de diciembre, el día consagrado, por lo demás, a un mito: el de los Santos Inocentes.
Como celebración del engaño, el simbolismo del 28 de diciembre se extiende a la cotidianidad de la vida pública mexicana en forma de un deliberado intercambio de engaños, dentro de ese "pacto de simulación" con que se describió la política nacional hace cuatro décadas. Un pacto, éste, que, como se ve, sobrevivió al tránsito a la alternancia de hace casi doce años.
Más que día de los inocentes, tanto aquí como en otras culturas de España y América, se trata de celebrar a sus contrarios: es el día de los astutos, de los que resultan más taimados para engañar, el día de los pícaros que le toman el pelo a los cándidos o a los puros, o a todos lo demás que puedan caber en la definición de inocentes.
Y si asumimos que esta celebración del engaño no se limita al 28 de diciembre, sino que se extiende a los demás días del año, la fiesta alcanza momentos culminantes en temporadas electorales, como la de hoy.
Por que sólo ese arraigado pacto de simulación puede darle alguna eficacia al marketing de fin de sexenio del presidente Calderón, con sus votos navideños por un país sin violencia, en el sexenio más violento de la historia desde que empezaron los sexenios. Sólo un pacto así puede mantener atada, hasta ahora, a cerca de la quinta parte del electorado, a los mensajes erráticos, a las maromas discursivas de López Obrador. Y sólo ese pacto puede llevar a más de un tercio de los electores a desear el regreso del PRI, como reacción a los desengaños por los dos sexenios panistas y por la cadena de incongruencias de AMLO.
Inocente palomita que te dejaste engañar, podrían decir al final de las campañas, como se dice en las bromas de este día, los protagonistas del proceso electoral en curso. Como los niños que compiten hoy por acumular el mayor número de inocentes engañados con una falsedad presentada convincentemente, los partidos y sus candidatos cotejarán dentro de seis meses el número de inocentes palomitas que llevaron a las urnas con sus versiones y promesas insostenibles.
Y qué decir de los legisladores, académicos, expertos y autoridades electorales que celebran la farsa legal que nos asegura que lo que hemos visto en los últimos meses no son actos de proselitismo electoral, porque para la estafa legislativa del "nuevo Cofipe" y el "nuevo IFE", las precampañas internas en los partidos apenas empezaron y las campañas no empezarán hasta marzo.
INOCENTES O CULPABLES Pero sólo hay un paso entre dejarse engañar y desear ser engañado. Hitler contaba con una ventaja al mentirle al premier británico Chamberlain: "Estaba engañando a alguien que deseaba ser engañado", observa el psicólogo Paul Ekman, en cuya obra se inspira la serie de tele "Lie to me", sobre las técnicas para detectar a quienes mienten, a través del análisis del lenguaje no verbal, particularmente de las microexpresiones del rostro. "Chamberlain era una víctima bien dispuesta a creer en la mentira de Hitler" de que la modificación de las fronteras con Checoslovaquia no obedecía a la estrategia expansiva que daría inicio a la segunda guerra, continúa Ekman, en su clásico "Telling Lies", que generosamente me comparte el psicólogo mexicano Paulino Sabugal Fernández.
Pero si Chamberlain deseaba creer en la mentira de Hitler como vía para falsear a su vez que había caído en la trampa de firmar con el dictador el pacto que dejaba a Europa en la indefensión, los políticos mexicanos desean creer en el timo de la actual legislación electoral para ocultar sus propias responsabilidades en esta indefensión ciudadana ante la partidocracia. Y aquí, como en los tribunales, lo contrario de inocente no es ingenuo, sino culpable.
(Académico)