Beto Adame, sin título de la serie Polaroid 450 / Sx70 2005-2010, 2008.
La Polaroid se ha ganado un sitio especial en la imaginación del público y su presencia inconfundible estimula el trabajo de múltiples artistas. Sin duda, hace tiempo que esta singular cámara trascendió el rango de icono de la cultura popular.
Nuestros días pertenecen a la generación digital, en donde obtener una imagen al instante no suscita ningún asombro. Las cámaras contemporáneas y los gadgets captan la atención solamente por algunas semanas, para después perderse en el mar de productos tecnológicos. Pero esto no sucede ni sucederá con la Polaroid.
De los millones de utensilios que asaltan el mercado a cada momento, existen algunos que se integran a la cultura popular, que aciertan justo en el blanco de las necesidades del público y dan voz a una forma de percibir el mundo. Hoy evocamos los años sesenta o setenta en el marco de una foto Polaroid y cuando se procesa un acontecimiento actual con esta técnica, queda envuelto en un aura de atemporalidad.
Cuando en 2008 la compañía anunció su retirada del mercado la reacciones fueron inmediatas y en diversas publicaciones, blogs y foros de discusión, no faltaron los lamentos ante la pérdida de esta cámara, algunos llegando a afirmar que con su desaparición se daba el cierre categórico a la era analógica.
Parecía definitivo que la incomparable instantánea había sucumbido en términos comerciales. Jan Fontcuberta, un artista que ha explorado a fondo la construcción de mitos a través de la imagen, señaló este cruel proceso de ‘darwinismo’: la selección natural que aplicada a la tecnología termina por extinguir especies maravillosas como la Polaroid. Viene a la mente la obra de Lucas Samaras, quien juega con las distorsiones visuales de procesos Polaroid generando piezas oníricas y multicolores. Frente a una cámara que ofrece tales posibilidades, no resultaba absurdo pensar que su extinción sólo era un descanso antes de un merecido renacimiento.
ANTECEDENTES E INNOVACIONES
A finales de los años veinte la mente inquisitiva, inquieta y brillante de Edwin H. Land se volcó a la búsqueda de filtros que polarizaran las ondas lumínicas. Land era el tipo clásico de investigador independiente con un estilo de trabajo maratónico. Furtivamente y a altas horas de la noche, empleaba las instalaciones de la Universidad de Columbia para realizar sus investigaciones. Después de aplicar la tecnología de polarización exitosamente en filtros fotográficos y lentes para sol, en 1937 fundó la compañía que posteriormente llevaría el nombre de Polaroid. Sus servicios fueron requeridos por el ejército norteamericano, que empleó su tecnología en labores de reconocimiento.
Pero la historia cambió a partir de que su hija le preguntara por qué había que esperar tanto tiempo para ver una fotografía. La mente de Land comenzó a trabajar en este problema y en 1947 presentó ante la Sociedad Óptica de Estados Unidos la primera foto que se revelaba y positivaba en un minuto. En 1948 puso a la venta las primigenias cámaras Polaroid, que volaron de los anaqueles. Comenzó así el ritual que fascinaría a generaciones: apuntar al objetivo, escuchar el sonoro obturador, ver la película salir del aparato y después esperar 60 segundos agitando un poco el papel para que de la nada surgiera la tan esperada imagen.
Ya no había por qué ir a revelar; la fotografía podía ser tan íntima y personal como su autor lo quisiera. La importancia de este dispositivo resultó clara para Land, que escribió: Fue como si todo nuestro trabajo hubiese sido una preparación para lograr el proceso de fotografía en un solo paso.
Para 1972 Polaroid sacó al mercado el modelo SX-70, el más popular hasta la fecha. De acuerdo a los cálculos económicos, en esa década los consumidores norteamericanos gastaban más dinero en películas Polaroid que en pasta dental. Aquí la demanda se parte en dos vías: la de los recuerdos familiares y aquella marcada por los artistas que adoptaron esta cámara y exploraron sus posibilidades.
En este punto la herramienta se había convertido en un icono; la palabra Polaroid se transformaría en sinónimo de una época. Un buscador de lo fugaz, encarnación de la locura y el glamour de su época fue Andy Warhol, quien con entusiasmo abrazó la Polaroid como una manifestación de su indagación estética por un medio mecánico e inmediato que diera cuerpo a su visión sobre la sociedad de consumo. Miles de instantáneas tomadas por Warhol, sobre todo a celebridades, quedan como testimonio de los rostros humanos detrás del mundo artificial del cine y la moda.
En 1982 el pintor David Hockney realizó un retrato de su madre en tamaño natural con centenares de fotos Polaroid. Cada trozo registra los ligeros movimientos de la anciana que posa con un gesto distante. El resultado es moderno y al mismo tiempo sumamente conmovedor. Nobuyoshi Araki, por su parte, lleva décadas presentando el lado íntimo, prácticamente voyeur, implícito en una Polaroid.
Un caso muy significativo es el de Walker Evans, legendario fotógrafo norteamericano que documentó la miseria de la gran depresión de los años treinta y que en el ocaso de su vida se dio a la labor de concretar un extenso proyecto de fotografía Polaroid con el cual captó letreros desgastados, carreteras viejas y objetos usados, así como retratos directos y descarnados.
Hacia el final de su existencia, el fotógrafo australiano Helmut Newton trabajó varias de sus obras en Polaroid. Son notables también las piezas de 20 por 24 pulgadas que el cineasta, pintor y fotógrafo neoyorquino Julian Schnabel ha plasmado con ayuda de una pesada Land Polaroid, de la cual se dice sólo hay seis en el mundo y que es capaz de generar placas en color, blanco y negro y sepia.
RETRATO ATEMPORAL
Aunque la compañía Polaroid anunció su bancarrota en 2008, se mantiene activa y hoy trabaja en nuevas estrategias para recobrar un espacio en el mercado. El 5 de enero de 2010 la empresa anunció su sociedad con la cantante pop Lady Gaga, designándola además como directora creativa y nuevo rostro de la empresa, lo cual augura un renovado impulso para la firma.
Pero el mismo 2008 algunos seguidores de las fotos con marco blanco decidieron que no esperarían con los brazos cruzados a que alguien más mantuviera viva su afición. Así surgió The Impossible Project, iniciativa encabezada por algunos ex empleados de Polaroid y auspiciada por el millonario austriaco Florian Kaps. En marzo del año pasado Impossible puso en circulación la PX Silver Shade, una nueva película a blanco y negro compatible con el modelo SX-70. Y en julio lanzó triunfalmente la PX 70 Color Shade FF, reinvención del filme instantáneo a color. Ambos productos son logros de considerable magnitud, pero apenas representan el inicio de un ambicioso plan que contempla incluso el diseño de una renovada cámara con patente propia.
Las estampas surgidas de una Polaroid adquieren un aire irrepetible, atemporal y extraordinariamente humano. El artista mexicano Beto Adame lo pone en estos términos: Las Polaroid tienen un significado especial, el hecho de verlas salir de la cámara y que la imagen se revele ante tus ojos es un acontecimiento único. Cuando yo era niño, mi abuelo disfrutaba tomar fotos con una Polaroid; recuerdo los colores del espectro, de los empaques, de los cartuchos y el sentimiento que me provocaba verlas procesar al momento. Es una emoción que no se olvida.
Adame, como muchos otros fotógrafos alrededor del mundo, sigue coleccionando estas cámaras con la certeza de que su formato aún tiene mucho que dar, que los segundos por captar son infinitos y una vez capturados y expuestos al sol pueden mantener ese toque de eternidad que sólo la Polaroid puede dar.
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