Mercado potencial. Pese a los avances, en México el 70 por ciento de la gente no ha tenido una experiencia en la Red, no saben encender una computadora, no saben escribir un mail, no han entrado a Facebook y tampoco saben lo que es Twitter.
MEXICO, DF.- Por convicción, hace unos años decidí que quería dedicarme a entender el tejido social que se curte en la Red. Desde la comprensión de las relaciones hasta su impacto en los negocios. Al día de hoy sigo convencido de los múltiples beneficios que Internet aporta, sin embargo, debo confesar, lejos está de ser el medicamento que nos cure de todas las enfermedades que nos aquejan.
El próximo 17 de mayo se celebra el Día Internacional de Internet. Las organizaciones promotoras, las empresas con intereses en seguir acortando la brecha digital y el propio gobierno se envestirán en las estadísticas de penetración, en la alta derrama económica que genera y en el incremento en los niveles de innovación que propicia el notorio avance de Internet en el país.
Y, sin duda, todos los argumentos motivados por la celebración de esta fecha son dignos de presumir. Más allá que se pueda argumentar que aún tenemos una infraestructura infraservida así como un uso por debajo de países con adopción tecnológica más madura, lo cierto es que al mexicano le gusta Internet. Seguramente, el estudio que la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) publicará como pretexto de su día, notificará el incremento en el uso de la Red en México.
Por otro lado, ni los ingenieros en informática ni los mercadólogos ni otro colectivo profesional con un manifiesto interés en entender la fórmula del éxito en Internet deben soslayar, que también hay un mundo fuera de este entorno "digital".
Más del 70 por ciento de la población de este país no tiene ni ha tenido una experiencia en la Red. No saben endender una computadora. No saben escribir un mail. No han entrado a Facebook. Mucho menos saben qué es Twitter. En casos menos sintomáticos de la brecha digital que aún prevalece, siguen presentando muchas complicaciones para comprar un boleto de avión a través del sitio web, hacer sus movimientos bancarios desde el respectivo portal, asistir a seminarios en línea o a ver el stream de la boda real. Esto, en estricto sentido del código de uso de la Red, pudiera ser considerado, incluso, como analfabetismo digital.
Las barreras de uso derivan de aspectos generacionales, principalmente. Aquellas personas nacidas antes de 1960, en general y basándome en una muestra familiar, expresan una notoria animadversión digital. La lógica está de su lado: sus usos y costumbres fueron otros y la habilitación de nuevas prácticas conversacionales o transaccionales no pueden sustituirse ni en un día ni en un año.
Internet no es la panacea. Y quizá nunca lo será en México por dos razones:
1.- Pobreza: Aunque el gobierno y la sociedad civil deben seguir promoviendo e incentivando el uso de las tecnologías de la información para incrementar, por ejemplo, la competitividad del país y la atracción de inversión extranjera mediante el aseguramiento de una infraestructura estable y mejor regulada, el estéril abatimiento a la pobreza me hace pensar que nunca podremos alcanzar el cien por ciento de la población con acceso a la Red de redes llamada Internet. Seguimos estando en la banda de los 50 millones de personas que sobreviven con un salario mínimo. Y ahí nos hemos estancado, independientemente del prestigio internacional de programas como Oportunidades.
2.- Economía informal: Con motivo de Día Internacional del Trabajo, los casos de España y México ayudan a establecer la diferencia fisionómica de sus economías. España, sabemos junto a Portugal e Irlanda, es uno de los países más afectados por la pasada crisis financiera mundial. Desde entonces el número de gente sin trabajo no ha hecho más que subir, ubicándose ya en la fría cifra de 4.8 millones de desempleados. En México por otro lado, las últimas informaciones oficiales hablan de una recuperación del empleo sustancial que estima en poco más de 2 millones de desempleados. Sin embargo en México, la condición que representa el empleo informal repercute en los índices de adopción tecnológica pues las obligaciones laborales y fiscales impuestas por el gobierno no terminan de concretarse en este segmento de la población que en casos como el del comercio ambulante, no requiere ni necesita una conexión a Internet para operar y administrar su negocio.
Los que trabajamos en y para Internet seguiremos documentando y sorprendiéndonos por los efectos derivados de ser parte de la sociedad de la información. La comunión y solidaridad en apoyo de causas de los más necesitados, de los más vulnerables, de las injusticias se ha evidenciado desde la bonanza de las redes sociales. La apertura de oportunidades para emprendedores y pequeñas empresas que, con inversiones modestas, pueden generar negocios de escala internacional a través de la creación de una aplicación, un software o un juego avalan que en efecto las reglas de la nueva economía premian a quién mejor lo hace y no a quién más tiene.
No obstante debemos reconocer que Internet está lejos de ser la panacea. No es el medicamento que puede derrotar a los virus que nos atacan por distintos frentes. Internet es más un complemento alimenticio que aporta vigor y energía a las sociedades. Y como tal hay que verlo y venderlo.
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