Suenan tambores de guerra. Lo que apenas se conoce de la violencia desatada por Muammar el Gadaffi en contra de la población civil libia empieza a originar una presión para que la comunidad internacional reaccione e intervenga en Libia. Irónicamente, tal presión es todavía mayor para EU y para el presidente Obama.
Es un dilema viejo en la filosofía y el derecho sobre el cual no hay conclusiones cerradas. ¿Hay guerras justas? ¿Es la violencia necesaria para prevenir más violencia? o ¿la violencia sólo genera más violencia? ¿Qué justifica el envío de soldados a pelear y morir en otro lugar? ¿Es "justo" intervenir por la fuerza cuando hay una masacre en un Estado?
En pleno siglo 21 estas preguntas siguen teniendo vigencia. Apenas en 2001, tras los atentados del 11 de septiembre, la respuesta estadounidense contra el régimen talibán de Afganistán fue vista, por lo general, como una respuesta "legítima" del uso de la fuerza como respuesta a una agresión. Sin embargo, durante los dos años siguientes, la Administración del expresidente Bush trató de armar un argumento para justificar el uso de la fuerza contra Saddam Hussein.
Colin Powel no pudo convencer al Consejo de Seguridad de la "urgencia" de intervenir militarmente en Irak y EU, cansado de jugar al multilateralismo y en su arrogante posición hegemónica, se lanzó por la libre contra Irak y en el mundo miles salieron a las calles a protestar en contra de esa invasión. El resto es historia.
Hoy hay un dilema parecido. Las revueltas sociales en el Oriente Medio y en el Norte de África han revivido el tema de las guerras e intervenciones militares "justas". En Libia Gadaffi se aferra al poder y ha lanzado una ofensiva contra los opositores a su régimen, anticipando lo que ya parece ser una guerra civil en Libia. En la siempre lenta ONU se analizan las opciones de la diplomacia preventiva, que han fracasado ya tanto en Libia como en infinidad de conflictos armados en el planeta.
Varios sectores de la opinión pública en EU y del mundo empiezan a presionar a Obama para que actúe militarmente en Libia para detener lo que es ya una catástrofe humanitaria. Como respuesta, la diplomacia estadounidense ha liberado casi 50 millones de dólares en asistencia humanitaria, pero para los llamados halcones de la política exterior estadounidense la fuerza militar es necesaria.
Obama se encuentra ante un dilema enorme. Por un lado, tiene el compromiso ante el electorado de su país de regresar a los soldados estadounidenses de Irak y Afganistán y, por el otro, enfrenta la obligación de hacer algo para detener la masacre en Libia, pues es el líder de la que aún sigue siendo la nación más poderosa del mundo.
Son varios los escenarios que podrían ocurrir respecto a Libia. Por un lado, se puede continuar el camino del bloqueo internacional al régimen de Gadaffi, implementar una zona de restricción de vuelos y seguir mandando ayuda humanitaria. Bajo este escenario, será fundamental lo que logre el jordano Abdelilah Al-Khatib, recién nombrado enviado especial del secretario General de la ONU para Libia, en sus pláticas con el Coronel Gadaffi.
Por el otro, si las pláticas entre Gadaffi y Al-Khatib fracasan la opción militar sería una opción mucho más discutida y la OTAN se reunirá precisamente esta semana para analizar tal posibilidad. Además del dilema que enfrenta Obama para enviar soldados estadounidenses a Libia, de manera unilateral o multilateral, los aliados de la OTAN también deberán encontrar un aliado en el mundo árabe que entrará a una eventual acción militar multilateral. Sin un aliado árabe, la opción militar contra Libia sería mucho más complicada por múltiples razones. Por todo ello, una acción militar contra Gadaffi es más complicada de lo que parece y el conflicto libio amenaza con prolongarse y la crisis humanitaria con agudizarse. Quienes hoy recriminan a Obama que actúe de forma contundente invocan nuevamente el eco de un imperio que hoy no puede moverse.
POLITÓLOGO E INTERNACIONALISTA
Twitter @genarolozano