"La política es el arte de posponer las decisiones hasta que ya no son necesarias."
Henri Queuille
Querétaro.- La política es irrelevante. Esta idea me queda en la mente tras participar ayer en un par de mesas sobre posibles reformas políticas en la Cumbre de Negocios de Querétaro que encabeza Miguel Alemán Velasco.
A pesar de que el público estaba formado fundamentalmente por empresarios, políticos y académicos, o quizá por eso, no había una idea clara de cuáles medidas para salir del estancamiento que sufre nuestro país.
Denise Dresser del ITAM argumentaba a favor de cambios en el sistema de representatividad, mas Arturo Valenzuela, el ex subsecretario de asuntos hemisféricos del Departamento de Estado de la Unión Americana y profesor en Georgetown, defendía medidas para fortalecer la gobernabilidad. Mientras el analista Alfonso Zárate defendía la reelección de legisladores y presidentes municipales, los políticos profesionales se oponían a esta posibilidad.
La mesa que buscaba fijar las prioridades políticas del país ofreció seis propuestas más o menos mayoritarias, entre las que se incluían la revocación del mandato y la obligatoriedad de la enseñanza de civismo en las escuelas del país. Pero cuando llegaron al pleno de la cumbre ninguna fue seleccionada entre las tres principales prioridades para el país.
¿Por qué este desinterés, el cual se ve reflejado en las encuestas de opinión sobre la política y los políticos? Una de las razones parece ser el simple cansancio ante la política. Las encuestas de opinión pública revelan que los políticos, los diputados, los senadores y los partidos ocupan los niveles más bajos de aprobación entre las instituciones y las profesiones de nuestro país.
Con anterioridad los políticos culpaban de este desprecio a los medios de comunicación. Hoy el gobierno, el Congreso, los organismos autónomos y los partidos políticos someten a los ciudadanos a un bombardeo constante de spots de propaganda con los que aplauden sus supuestos logros. Este bombardeo, que se ha vuelto inmisericorde a partir de la reforma electoral de 2007, no ha servido para mejorar la opinión sobre los políticos de nuestro país.
México ha tenido siete reformas políticas desde 1977, poco después de que José López Portillo ganó la Presidencia de la República con el 100 por ciento de los votos válidos. Las primeras seis reformas, que culminaron con la de 1996, tuvieron consecuencias positivas para el país. De manera gradual generaron una mayor participación de los ciudadanos comunes y corrientes en los procesos electorales, produjeron una mayor diversidad en los órganos de representación popular, hicieron que el PRI perdiera su calidad de partido monopólico, permitieron el primer reconocimiento oficial al triunfo de un candidato de oposición a la Presidencia de la República y llevaron en 2006 a la elección presidencial más cerrada en la historia. La reforma del 2007, sin embargo, fue un importante paso hacia atrás.
Debido a este retroceso, pero también al hecho de que las siete reformas no han redundado en un mejor nivel de vida, vemos un aumento en la indiferencia ante la política. Los participantes de la Cumbre de Negocios consideran importante hacer una reforma educativa y cambios que faciliten una mayor inversión y generación de empleos. Pero incluso las reformas políticas más indispensables, como la reelección de legisladores y presidentes municipales, son vistas con indiferencia.
No es culpa de la gente. Los políticos nos han acostumbrado a pensar que estas reformas no llevan a ningún lado. Y lo peor de todo es que quizá tienen razón.
IZQUIERDA SÓLIDA
El que por enésima ocasión unas elecciones internas del PRD lleven a un conflicto debería preocuparnos a todos. México necesita una izquierda sólida y democrática. Sin ella, la tentación de algunos para recurrir a las armas será mayor. Esperemos que al acuerdo anunciado ayer se mantenga en los comicios reprogramados para el domingo.
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