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Japón resiste estoico

EL RECUENTO DE LA PEOR CRISIS EN JAPÓN DESCRITA POR EL LAGUNERO RAÚL URTEAGA

Sociedad nipona estoica. Rescatistas japoneses se observan a lo lejos cargando el cuerpo de una persona, mientras serenos pasean un grupo de personas. El autor es director de la oficina del Acuerdo de Asociación Económica México-Japón y Ministro para Asuntos Comerciales y de Inversión en la Embajada de México en Tokio  AP Resistencia. Una anciana acarrea botes con agua entre la nieve a poco más de una semana de los destructores sismo y tsunami.

Sociedad nipona estoica. Rescatistas japoneses se observan a lo lejos cargando el cuerpo de una persona, mientras serenos pasean un grupo de personas. El autor es director de la oficina del Acuerdo de Asociación Económica México-Japón y Ministro para Asuntos Comerciales y de Inversión en la Embajada de México en Tokio AP Resistencia. Una anciana acarrea botes con agua entre la nieve a poco más de una semana de los destructores sismo y tsunami.

POR RAÚL URTEAGA TRANI

Regresábamos en tren bala a Tokio el 11 de marzo desde la ciudad de Hamamatsu en el centro oeste de Japón, cuando a las 2:46 de la tarde sucede uno de los mayores terremotos que el país haya experimentado en su historia.

Automáticamente todo el sistema de trenes del país se detiene por seguridad, y el nuestro también lo hace intempestivamente para dar paso a varios minutos de fuertes sacudidas que movieron los vagones de un lado para otro. Los pasajeros del tren sabían que estábamos experimentando un fuerte sismo cuyo epicentro estaba casi 300 kilómetros al norte de donde nos encontramos. No obstante, no hay pánico entre los pasajeros por estar los japoneses acostumbrados a temblores en forma periódica. Permanecemos varados en la vía férrea por más de cinco horas, en un paraje con una vista envidiable del famoso monte Fuji.

 NADIE ESTABA PREPARADO

Pero ni la vista de este famoso icono, la montaña más fotografiada del mundo, ni el hecho de que era una tarde soleada y no tan fría como las de días anteriores, nos prepararon para lo que viviríamos horas más tarde. Aún en el tren, y en compañía del alcalde de Torreón, Eduardo Olmos, del secretario de Fomento Económico de Coahuila, Marcos Durán, y del presidente y del director de Fomec, Salvador Jalife y Armando Carlos, comprendimos la tragedia que se estaba gestando.

Hacia las 9:15 de la noche, cuando finalmente llegamos a la estación central de Tokio nos topamos con una muchedumbre que, sabiendo que el sistema de transporte público se ha suspendido casi en su totalidad, se prepara resignada a pasar la noche en la gigantesca estación de trenes. En las calles de esta ciudad que destaca por su infraestructura, y que es la más poblada del mundo, miles tratan de conseguir un taxi o abordar un autobús, únicos medios que siguieron operando tras el terremoto.

Caminando, llegamos al legendario Hotel Imperial, no muy distante de la estación de trenes y localizado en el distrito comercial de Ginza para toparnos con otra escena impactante. En el vestíbulo del hotel se han acomodado con todo orden unas mil personas que se aprestan a pasar la noche. Las mujeres, especialmente las de mayor edad, tienen acomodo en sillas, y los hombres y muchachas jóvenes en el suelo pero proveídos de cobertores por el propio hotel, que en un gesto solidario abre su elegante vestíbulo para albergar a cientos que no pueden llegar a sus hogares en una fría noche con 3 grados centígrados de temperatura.

Tokio es el centro financiero más importante de Asia, sede de cientos de corporativos japoneses y de multinacionales que emplean a cientos de miles. La ciudad es también la sede del gobierno central y su parlamento o Dieta, como se le conoce. En esta zona que comprende los distritos de Kasumigaseki y de Nagata-cho están las embajadas, los principales hoteles y el Palacio Imperial.

Dos terceras partes de los profesionistas y burócratas que laboran en el centro de Tokio se movilizan en Metro y trenes suburbanos para trasladarse entre sus centros de trabajo y sus lugares de vivienda. Al no poder transportarse esta noche, casi un millón de personas dormirán en oficinas, espacios públicos cerrados o en vestíbulos de hoteles, tiendas departamentales y cafés de internet. Todo esto con un gran orden, sin pánico ni desesperación.

Esa noche y después de varias horas de caminar llego a mi departamento en la zona de Roppongi, otro distrito central de Tokio. Me alivia ver iluminada e intacta a la Torre de Tokio, uno de los iconos de la ciudad. Aunque poco conocida fuera de Japón, ésta es una torre de comunicaciones muy parecida a la torre Eiffel y es un atractivo turístico que miles visitan y suben a su observatorio. La iluminación de la torre durante toda esa noche (normalmente permanece encendida sólo hasta la media noche) es un bálsamo y un poderoso símbolo que transmite a los habitantes de Tokio que la ciudad estaba en pie, prácticamente sin daños y lista para afrontar la crisis a la que en esos momentos se sumaría la emergencia nuclear.

 EL DRAMA NUCLEAR

A la terrible destrucción y muerte causada principalmente por los tsunamis, siguió el drama de la afectación de los reactores nucleares de la planta de Fukushima. Ésta es una de varias decenas de plantas nucleares para generar electricidad en Japón. Por su gran desarrollo industrial, y tener uno de los estándares de vida más altos del mundo, Japón es uno de los mayores consumidores de energía eléctrica pero al no contar con recursos petroleros ni depósitos de gas natural desarrolló una industria nuclear para generar energía eléctrica, y en la actualidad más de la tercera parte de su electricidad proviene de esta fuente de generación.

Al cumplirse una semana desde que ocurrió el terremoto, la emergencia nuclear ha puesto a prueba al gobierno y su capacidad para contener la crisis que parece aumentar día a día al no poderse controlar las emisiones de radiación que escapan de los reactores dañados. A prueba están también los ciudadanos japoneses que hasta ahora han dado muestras de solidaridad, de apoyo y de compromiso desinteresado para ayudar a las víctimas.

Por la destrucción de sus comunidades y la emergencia nuclear, más de 400 mil personas han sido evacuadas y soportan estoicamente, sin quejarse, la catástrofe. No obstante, también hay ciudadanos que dudan de los avisos del gobierno y toman por su cuenta precauciones para salvaguardar su seguridad, y cada vez es mayor el número de japoneses que abandonan zonas consideradas vulnerables, incluida Tokio, distante 230 kilómetros de la planta de Fukushima.

La capital registra niveles de contaminación por radiación veinte veces superiores a lo normal, pero que aún no son niveles considerados de riesgo para la salud humana. Sin embargo, las embajadas de Estados Unidos, de Gran Bretaña y de Francia han emitido alertas y aconsejado a sus ciudadanos a abandonar el país. La embajada alemana cambió temporalmente su sede a la ciudad de Osaka, a casi 400 kilómetros al sur de Tokio.

Han sido estas alertas de los gobiernos extranjeros las que han aumentado la ansiedad y desconcierto de los ciudadanos. El éxodo de japoneses fuera de Tokio se está dando principalmente con familias que tienen niños pequeños, y que son más vulnerables a la radiación. Así, y a pesar de las evacuaciones y acordonamiento de áreas en 20 y 30 kilómetros alrededor de la planta de Fukushima, estas medidas no parecen suficientes para calmar a la población, misma que a pesar de su disciplina, ya se ve afectada por una psicosis generalizada. Esta misma psicosis es palpable en Tokio y se agrava con el paso de los días al continuar la intermitencia en los servicios de transporte, la escasez de alimentos, el racionamiento de la gasolina, la amenaza de cortes eléctricos y la imposibilidad para muchos de abandonar esta megalópolis.

 LA MAYOR CRISIS EN JAPÓN

Sin duda, esta es la mayor crisis de Japón desde la Segunda Guerra Mundial, y tal vez por ello, y en un hecho sin precedente, el Emperador Akihito envió un mensaje a la nación por televisión el miércoles. Una vez más, Japón recurrió a sus símbolos, en este caso el Emperador de 77 años de edad, para calmar a la población y reforzar las conductas y estoicismo del ciudadano común ante las dificultades del momento. Por ello, el mensaje del Emperador esta semana podría equipararse con lo que significó para la población japonesa el mensaje que por radio dio su padre, el Emperador Hirohito, en agosto de 1945 tras aceptar la derrota de Japón, mas no la rendición, en la Segunda Guerra Mundial.

Desde luego está por verse qué tan rápido Japón se recuperará de esta catástrofe. De lo que no existe duda es que la nación entera contribuirá con su esfuerzo y sus valores a esta recuperación y, así como le ha sucedido en ocasiones anteriores, emergerá fortalecida y aleccionada para respetar aún más a la naturaleza y lo impredecible de su fuerza como los terremotos y tsunamis. Pero también más inteligente y humilde para reconocer que su política energética nuclear necesariamente tendrá cambios radicales.

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