El carácter amateur de Juan Antonio es por demás valioso. Alguna vez tuvo la inquietud de tornarse profesional, y jugó una gira del Caribe, Jamaica, Costa Rica, con buenas experiencias.
- Solemos dejar pasar mucho, mucho tiempo para realizar nuestro más grande sueño, nuestro anhelo que nos mantiene vivos. Mantenemos calmadita ahí la pasión, esperando a encontrar el momento o "tengamos tiempo" de llevarla a cabo. Pecamos de soberbios. Creemos que habrá tiempo para todo, y que rasgamos en lo eterno, el tiempo debemos dárnoslo, se agota.
"Fíjate hijo que iré en la semana a un homenaje que le hacen al "Nene" Estrada en el Campestre Torreón, ya sabes, el jugador de golf famoso, a ti que tanto te gusta ese deporte". "Es el hijo menor de don Alfonso, el gran amigo de tu papi (así le decíamos de cariño a mi abuelo, José Othón).
Ya con la inquietud...pasaron meses. Se jugó el Masters, el torneo más mágico e inolvidable que tiene el mundo del golf. Marca el gran inicio a una temporada que trae consigo historias que contar. Tuve oportunidad durante este tiempo de hojear el libro que se presentó en el homenaje a Juan Antonio. Un caballero, un hombre récord, un orgullo de nuestra región.
"¿Me podrías de favor conseguir el teléfono del Nene?". "Claro hijo, te llamo cuando lo tenga", ese fue el corto diálogo que sostuve con mi abuela un domingo por la tarde, pensando en que quizás el lunes o martes tendría respuesta. Bastaron 15 minutos, la eficiencia familiar. El tiempo es oro. El lunes llamé, concretamos la cita. La leyenda viva. Nuestro orgullo amateur. El mejor de todos los tiempos.
Hasta el mentado Blackberry iba trabado, nervioso. Iniciaba aquello con la búsqueda de "Fuente de Murmullos", la calle donde vive Juan Antonio y su familia. El DF, con su vasta oferta cultural, culinaria y de diversión, se hace inoperable cuando se trata de encontrar una pequeña calle. No eran murmullos lo que encontré, cuando llegué se escuchaban gritos de historia, de birdies, de plata. Taxco se podría surtir aquí.
Un hombre ejemplo inspira, se equivoca, aprende, obra bien. Un hombre es lo que es por lo que ha hecho, y también por lo que ha dejado de hacer. Ser no es sólo estar, es tener fe y actuar. Sacrificios, cambios de rumbo, el juego del destino en su vida, tropiezos. Eran todos temas que buscaba conocer de Juan Antonio.
Con un impecable suéter azul pastel y pantalón de vestir, me recibe el ser humano que labró sus más grandes logros dentro de un campo de golf, pero su más grande orgullo, fuera de él, su familia.
¿Un color? Le pregunto para romper el hielo. Verde, no tardó siquiera medio segundo en contestar. Estaba alegre, su sonrisa es evidente. Está su esposa, María Concepción, amable anfitriona. Alcanzo a saludar a algunos de sus hijos, también buenos golfistas (¿cómo no serlo con ese ejemplo?), nos sentamos. Agua será la bebida por la mayor parte de la tarde.
"Soy del norte, del mero Coahuila", su respuesta es cantada. Un 16 de septiembre de 1936 nace en Torreón Juan Antonio. Setenta y cinco años cumplió hace pocos días y cuando le pregunto si bien vividos, sólo alcanza a reírse. "es evidente" me dice. Pareciera que hasta su fecha de nacimiento está ligada al mundo del golf, ya lo verán.
Juan Antonio tuvo la suerte de nacer, primero. Luego, de nacer en una familia que amaba el deporte. La relación padre-hijo, como siempre ocurre, marcó el deporte con el cual se enamoró, y que jamás soltó. El golf fue un lazo con su padre más fuerte que cualquier roble.
El coqueteo con el deporte de sus amores se dio cuando tenía entre 10 y 11 años. Gómez Palacio, Durango. Centro Campestre Lagunero.
Lo que más me gusta de esta parte de la entrevista es el mensaje que recalca sobre la importancia de valorar. Juan Antonio me hace hincapié en la importancia que tuvo la estabilidad en esta época para el correcto desarrollo de sus pasiones y sueños en la vida. Hagámoslo, tenemos una misión para inculcar a nuestros hijos, valoremos.
¿Un profesor? Lo reto a que diga el primero que le venga a la mente. Antonio Pedroza. Todo talento debe ser manejado con excepcional control de los tiempos. A una corta edad, moldear el swing es una tarea mucho más sencilla y así lo vivió Juan Antonio.
Juan Antonio solía jugar un foursome detrás de su padre, cuando éste le llamaba, él iba rumbo al green a presenciar algún momento relevante de la ronda. "Mira, aquí está un potencial triputt" le decía su padre. "Píntale el camino" le decía a Juan Antonio. Él, con una brocha que llevaba alguna vez, "limpiaba el camino" para asegurar el triputt del contrincante y con ello, el triunfo de su padre. Esa brocha jamás la volvió a soltar y se convirtió desde muy pequeño en su cábala favorita. Le dio resultado, pulverizó a más de un adversario.
El carácter amateur de Juan Antonio es por demás valioso. Alguna vez tuvo la inquietud de tornarse profesional, y jugó una gira del Caribe, Jamaica, Costa Rica, con buenas experiencias pero nada que pudiera ser sostenible. Es un ritmo distinto y al final un objetivo que no era su prioridad.
A los 17 años, en el Club Campestre de la Ciudad de México, gana su primer campeonato nacional amateur. "Aprendí a marcar los campos" y eso me ayudó mucho. No era la distancia al green, sino a la bandera, exactamente a la bandera. Jugaba estos torneos con los bastones que su papá le consiguió en Forth Worth, Texas, con un amigo. Eran hechos a su medida, pero nada espectaculares. Práctica, práctica, práctica. Ahora, dice, no se practica tanto, y se quiere ganar con gadgets.
Los triunfos en los anuales del CCL llegaron también. Es un torneo que se lleva a cabo en la semana patria, y coincidía con su cumpleaños. Solían festejar con champagne y tomarla desde el trofeo que ganó en varias ocasiones. Con todos estos resultados Juan Antonio migró a Culver durante un tiempo, escuela militar, disciplina que aplicaría por el resto de su vida. Hizo grandes amigos. Después vino North Texas State, en Dallas, su alma máter. Juan Antonio llevó al equipo de la universidad a niveles insospechados.
¿Un torneo? El mundial jugado en Merion, Pennsylvania. Responde rápido y se emociona. Fue un séptimo lugar inédito para el equipo mexicano. Es como si durante Londres 2012 unos jóvenes de la Comarca subieran al podio, en lanzamiento de bala (bueno, a como están las cosas, no es tan remoto). Fue algo que dio la vuelta a la prensa de América, al menos.
Las noticias sobre las actuaciones de Juan Antonio retumbaban en los diarios de Texas, Alabama, Georgia. ¿Un momento? Lo cuestiono. El "Masters" no duda en su respuesta. "Aún no me lo creo que haya jugado yo ahí", son las palabras honestas de un jugador que tocó el cielo en el angelical pasto de este campo de golf.
"He cambiado de residencia 13 veces". En una de ellas, en Torreón, Juan Antonio recibió un sobre con el emblema de Augusta National. Lo abrió. Nervioso, se dio cuenta que era la invitación formal para que jugara el Masters de 1962. Volvió a temblar. Llamó a su padre y después de una corta plática, decidieron llamar a Augusta para asegurarse que no fuera una broma.
"Llegué a Augusta solo, en avión. Había expectación familiar, mucha emoción. Mi padre amaba viajar en coche y así lo hizo, le llevo par de días. Yo me encontré con un gran amigo, Arturo Almeida", me dice. Arturo coincide con la respuesta a la pregunta que le hago más adelante. ¿Un amigo? Es Arturo. Tú que hoy me lees, ¿tienes el tuyo?.
Jugó sin complejos un torneo que fue ganado por el mítico Arnold Palmer. Juan Antonio y los suyos disfrutaron la experiencia, pasó el corte. Ganó seis platos conmemorativos en sus participaciones. Una verdadera joya, hechos en Inglaterra. "Tardaron un año en mandarlos, los ingleses no daban con el pantone del verde", me comentan.
"Me hicieron sentir especial", dice Juan Antonio refiriéndose al Masters. "Mi locker con mi nombre, jamás lo olvidaré". Y cómo no, un torneo que fue creado por Bobby Jones, el mejor amateur de todos los tiempos. Bobby se retiró a los 28 años para dedicarse a su profesión, abogado. Se retiró con un grand slam en su vitrina (los cuatro torneos grandes ganados de manera consecutiva). Creó Augusta National junto a Clifford Roberts y se encargó de que los mejores amateurs del mundo jugaran su torneo.
Me muestran la carta que Bobby Jones le envió a Juan Antonio después de su participación en el Masters de 1964, su tercero consecutivo y simplemente se me corta la voz. "It was a pleasure to have you here playing at Augusta National" y firma un Bobby Jones afectado por una enfermedad que lo acabó paralizado en una silla de ruedas. Histórica carta.
¿Un recuerdo? Suelto la pregunta rápido. "Que me vean como un precursor, como alguien que demostró que sí es posible". Jugó el British Amateur. Perdió con Jack Nicklaus en segunda ronda. Jack escribió una carta a raíz del libro de homenaje hablando del talento de Juan Antonio y su importancia para el golf mexicano. Se codea con los grandes, es un grande.
En el año que juega su primer Masters ('62) Juan Antonio anotó su mejor birdie. El más certero y el más duradero. El que completa, robustece el espíritu, ilusiona. Conoció a su hoy esposa y se le declaró. Se casaron. ¿Su mayor orgullo? Mis hijos, no lo piensa dos veces. Salieron buenos muchachos y eso es de agradecerse. ¿Un apoyo? El de mi esposa, casi lo grita. Indescriptible, interminable. Siempre. Seguimos luchando.
Toda vida, como diría un querido tío, es equilibrio, y me doy cuenta que su esposa e hijos juegan un rol fundamental en la valoración de bendiciones que hace Juan Antonio. Aun con todos los momentos difíciles que pasaron, su casa impecable, armónica, sus hijos sanos y de bien. Su esposa a su lado. Antes, limpiando metódicamente los más de 300 trofeos, ahora, sólo manteniendo los "principales". Se necesitaba un ejército para hacer ese trabajo" me dice María Concepción, y aquí somos pacíficos. Ríen.
¿Una bebida? Mo-Ga-Vi (de Vergel) una antigua bebida que contiene las iniciales de los fundadores.
¿Un cómplice? Mi caddie, el "Pata". Gracias a él gané muchos torneos, me conocía mejor que nadie en el mundo, le tuve mucho cariño, éramos grandes amigos. Humildad percibo aquí.
Transcurre así pues la entrevista y ya son casi las 2 de la tarde. "No gustas una cervecita" ¿Cómo decir que no? Nos vamos a una sala contigua al comedor y nos disponemos a ver, para variar, un torneo de golf. Es un museo de medallas y trofeos.
¿Un trofeo? Pregunto. Ese que vez ahí, con los listones azules, tenemos un ángel guardado ahí. Una hija que falleció cuando estaba muy pequeña, ella nos cuida...
¿Un reconocimiento? La medalla que lleva mi nombre y que otorga la Federación Mexicana de Golf. Es un premio especial que se da cuando alguien lo amerita, por su trabajo en pro del golf en México. En verdad no es poca cosa. Juan Antonio está en el Salón de la Fama del deporte mexicano. "Dios está presente siempre", me dice.
Termina casi ya, la visita más especial que hice jamás a la Ciudad de México. Cuando me aproximo a la salida, me regala Juan Antonio su libro, dedicado, "con mucho respeto y cariño". Es un momento que lo guardaré para siempre, y, pecando quizás de una autoentrevista, se escucha una voz interior que me pregunta en voz baja: ¿Un día?. Responde mi emoción. "Hoy". El día en que conocí al mejor jugador amateur de todos los tiempos, y al increíble ser humano que se erige como un orgullo para nuestra ciudad, nuestro Estado y nuestro país. Gracias Juan Antonio.