Kirchner cambia de discurso
Un cambio de discurso y de accionar político. Así se mostró la presidenta argentina, Cristina Kirchner, en las primeras semanas después de su apabullante reelección, confirmando lo que se veía venir: la nueva realidad económica global y ciertos desarreglos en las cuentas públicas del país le imponen modificaciones tanto en materia económica como en alineamientos políticos, algo de lo que ella parece haberse ya convencido.
En sus discursos, la presidenta ha dado pequeños atisbos -algunos no tan pequeños- de lo que podrían ser sus próximos cuatro años de gestión. En una de sus primeras apariciones públicas después de la noche del 23 de octubre, cuando lloró y bailó para celebrar su triunfo, cuestionó a un grupo de sindicalistas rurales por cortar una autovía para protestar por salarios. "Los argentinos no podemos ser rehenes de la protesta", dijo. Una frase que no se le escuchó en los ocho años de poder matrimonial compartido con el extinto ex presidente Néstor Kirchner.
Ahora, Cristina brindaba una gentileza a esa clase media porteña siempre esquiva a las mieles de su verba. Ya no se refiere al "modelo", porque tomó nota de que eso que en el Gobierno se conoce como "modelo" ya se está agotando.
El control de dólares en las bocas de expendio es una muestra de ello. Y quizá de ahí se derivan los gestos de acercamiento de la mandataria con Estados Unidos, incluyendo la designación de Jorge Argüello, un peronista, como nuevo embajador en ese país.