Ante la situación de extrema gravedad generada por la intervención francesa, este tipo de prerrogativas solo se tolerarían hasta que se tornasen incompatibles con la subsistencia del propio poder central. En ese punto, el poder regional estaría poniendo en discusión no sólo a un presidente y a su equipo de colaboradores, sino la misma existencia de un Estado-nación independiente.
El antagonismo germinó más rápidamente desde que Juárez y su administración emprendieron su itinerario hacia el norte. Y se tornó crítico a partir del instante en que el espacio de dominio del gobierno federal se restringiera y coincidiese con el ámbito tradicional sobre el que se había desarrollado la hegemonía vidaurrista. Con el Ejecutivo nacional en San Luis, con los ejércitos invasores trepando rumbo a la frontera septentrional y con los puertos del Golfo de México paulatinamente ocupados por los europeos, el enfrentamiento entre ambos liberales no podía demorarse.
La correspondencia del último semestre de 1863 ofrece datos que anticipan la colisión: verifica asimismo que las aduanas del remoto río Bravo se estaban convirtiendo en decisivas para el gobierno federal. En agosto, y en tanto los franceses se apoderaban de Tampico y penetraban el sur de Tamaulipas, el director general de Rentas Federales escribía al gobernador de Nuevo León-Coahuila para quejarse por el comportamiento del administrador de la aduana de Piedras Negras.
En síntesis, reclamaba, no acataba sus directivas. Como no había respuestas favorables, se comunicaba a Vidaurri que el gobierno supremo removería al administrador de la aduana coahuilense si persistía en no cumplir lo que se le ordenó. Los recursos de Piedras Negras, insistía, se necesitaban sin demora. El gobernador respondió de dos maneras. Con un tono más bien cauto se dirigió al presidente el 16 de agosto. Como era su costumbre, se quejó de los funcionarios que rodeaban a Juárez porque contradecían sus disposiciones en el sentido de que las rentas federales prosiguieran a cargo de Nuevo LeónCoahuila. Tal situación lo colocaba en apuros serios. Suplicaba encarecidamente a Juárez que arreglase “este negocio, y asimismo me diga a que debo atenerme en lo de adelante; porque de esa manera no se puede caminar bien”. A lo que agregaba su habitual discurso (que, por otro lado, no estaba muy alejado de los problemas concretos que soportaba la región):
U. sabe perfectamente el estado de miseria y de pobreza en que se encuentran los pueblos de esta frontera; y que sólo con el sistema que he observado hasta aquí se pueden conservar las cosas en regular orden y utilizar algo de los sacrificios a que humanamente se puede obligar a aquellos; pues si el Gobierno General trata de apurar esta situación y sacarles los pequeños productos que pueden dar, será lo mismo que arrancarles el poco aliento de vida que les queda y reducirlos a su completa ruina. Vidaurri justificaba así la captación y el monopolio de los recursos federales, con lo que evitaba cargar con más impuestos a la población fronteriza (tantas veces sugeridos por las autoridades nacionales).
Anticipaba, además, explicaciones a las que se aferraría tiempo después, cuando con Juárez en Saltillo continuó negándose a ceder los ingresos de aduanas y demás percepciones no pertenecientes al estado. De no seguir funcionando las cosas como “hasta aquí”, las consecuencias serían “de grave trascendencia”, terminaba.
Esta advertencia se transformó en notoria agresividad en la respuesta al director de Rentas Federales. Abiertamente le dijo que parecía no estar enterado del objetivo por el cual se abrió la aduana de Piedras Negras, y sobre los usos que de sus recursos había aprobado el gobierno supremo. Dado lo expuesto, Vidaurri manifestó secamente que había... prevenido al Administrador de Piedras Negras no haga pago alguno ni cumpla otras órdenes que las que emanen de la administración de este Estado; por cuyo motivo la responsabilidad que pueda contraerse en este respecto es mía, y no de ese empleado, pudiendo esa dirección exigirla á este Gobierno ahora o en cualquier tiempo12.
El tono era insolente, y no era la primera ocasión que se usaba desde Monterrey. El ex presidente Comonfort también lo habían escuchado en situaciones críticas, ya pasadas.
¿Por qué se reiteraba ahora, precisamente, dicho lenguaje? Simplemente porque estaba en juego una de las bases sustanciales del poder regional: las aduanas fronterizas. En la medida en que los invasores subían hacia el norte, sus recursos se tornaban absolutamente indispensables, no sólo para Vidaurri, sino para el mismo gobierno general.
Y Piedras Negras, en el extremo de Coahuila, comenzó a emerger como un punto de sensible significación, como una aduana de primerísima importancia. Tanto era así que la controversia por su control se convirtió en uno de los detonantes del conflicto que terminó enfrentando a Juárez y Vidaurri al iniciar 1864. Pero ¿por qué era tan fundamental Piedras Negras, situada allá, en medio del áspero desierto?
4. LA HISTORIA POBRE DE PIEDRAS NEGRAS
Habilitada por Santiago Vidaurri en agosto de 1855, la aduana de Piedras Negras guardó mínima significación en los años iniciales de su mandato. La escasa magnitud de sus ingresos era mencionada con frecuencia en los documentos de la época. Pese a ello el gobernador siempre se preocupó por tenerla bajo su más absoluto control: una consecuencia de la más accidentada cobertura que podía implementar sobre las restantes aduanas del Bravo y sobre las del golfo de México. En marzo de 1856 Vidaurri solicitó se le asignara el total de las entradas de esa aduana, en vez de las dos terceras partes que estaba recibiendo. Especificaba que aunque los ingresos eran “tan poco y de tan corto valor las importaciones que se hacen” por apremios militares los requería inevitablemente. Narraba entonces que Piedras Negras había sido hasta el momento no más que una oficina dedicada a evitar “el escandaloso contrabando que antes de su establecimiento se hacía por ese rumbo...” La petición parece haber sido acordada el 15 de abril por el entonces presidente Comonfort, aunque no solucionó los problemas de Vidaurri.
En agosto de 1857 manifestó que necesitaba esos recursos para prevenir invasiones texanas y perseguir “á ladrones y malhechores que abundan por desgracia en esa parte despoblada de Nuevo León y Coahuila”.
Le preocupaba, además, el indio: esos “bárbaros que con escándalo de la civilización ejecutan diariamente horrorosas matanzas y depredaciones inauditas” entre los habitantes de la frontera. Desde febrero de 1858 –cuando Vidaurri y el tamaulipeco De la Garza se hacen cargo y comparten el dominio regional ante el levantamiento conservador– la aduana de Piedras Negras recibirá un trato especial. La política seguida en este sentido por la administración vidaurrista muy probablemente tuvo en cuenta la inestabilidad que en años anteriores presentó su manejo de las restantes aduanas, todas ubicadas en el siempre incontrolable territorio de Tamaulipas. La importancia de contar con un punto seguro para el tráfico internacional, y de estimular su funcionamiento, hacía más factibles y sólidos los vínculos con grandes comerciantes, daba acceso a créditos y préstamos en efectivo, y reforzaba el proyecto de hacer deMonterrey el centro de la circulación mercantil en el norestel.
Sancionado el arancel Vidaurri, el gobernador nuevoleonés resolvió brindarle a Piedras Negras prerrogativas aún más generosas. La decisión principal consistió en permitir por esa aduana de Coahuila que las importaciones ingresaran con un descuento del 60 por ciento sobre aquel arancel, en lugar del 40 por ciento que se rebajaba desde Laredo hasta Tampico. El ejecutivo estatal consideraba que los productos logrados enPiedras Negras no habían sido “bastantes ni pueden ser bastantes para cubrir siquiera los gastos de administración”. Y explicaba las causas:
...por aquella aduana no pueden hacerse importaciones por ser el punto de PiedrasNegras el mas avanzado al Norte, por donde con mas frecuencia hasen sus incurciones los bárbaros, y porque los costos de flete de las mercancías son mayores por la larga distancia que hay de aquel punto á esta plaza respecto de cualquier otra Aduana de las orillas del Bravo13. La disposición parece haber contribuido a estimular el tráfico. Muy particularmente el de algodón, destinado al consumo nacional. Uno de los grandes intermediarios de la fibra, beneficiario de las medidas adoptadas por Vidaurri, fue Evaristo Madero, quien residía en Río Grande, a pocos kilómetros de Piedras Negras. Hombre de relevancia en la zona, buen amigo del gobernador, diputado en la legislatura estatal en 1857, Madero ligaría su prosperidad inicial al tráfico por Piedras Negras, tráfico que asumiría proporciones cuantiosas con la guerra de Secesión norteamericana. Madero contaba con vasta experiencia como fletero vinculado al sur estadounidense.
Al brindarse mayores facilidades para la internación de productos por Piedras Negras, se sumaron casas texanas como U. Ulrich, de San Antonio, o Gross y Cía., de Paso del Águila. El algodón introducido abastecía sobre todo las fábricas textiles del norte del país, como las que trabajaban en Durango y Coahuila Pero poco a poco Piedras Negras dejaría de ser sólo un bastión en la guerra contra el indio, de prevención contra incursiones texanas o de lucha contra el contrabando. Se fue afirmando como conducto significativo para estimular el tráfico internacional, con la característica de que se hallaba bajo el control indiscutido de Vidaurri.
Al estallar la guerra de Secesión, a principios de 1861, y en la medida en que los puertos sureños quedaban bloqueados por la poderosa flota del norte industrial, el noreste de México se situaría como eje vertebral de salida del algodón que, en tiempos de paz, era exportado a Europa de manera directa por los plantadores. La magnitud de este hecho puede inferirse de lo siguiente: el algodón era el principal producto de exportación de Estados Unidos, y su demanda había crecido gigantescamente en el siglo XIX ante los consumos motivados por la revolución industrial.
Las fábricas de Inglaterra, en primer término, pero también las de Francia y España, generaban una demanda tal que resultaba de absoluta prioridad mantener vivo el tráfico de la fibra. De pronto, el noreste se encontró en medio de tan espectacular situación.
Y Piedras Negras –la aduana preferida de Vidaurri– sería el punto de contacto más seguro que Monterrey contaría para acceder al sur algodonero.
No terminaba allí la fertilidad de la coyuntura. Sumidos en una economía monoproductora que habían desarrollado desde la colonia, los aristócratas esclavistas del Viejo Sur comenzaron a necesitar desesperadamente armas y pertrechos que no podían fabricar, cereales y demás artículos imprescindibles para la alimentación de sus tropas, medios de transporte indispensables para trasladar soldados y cañones. La alternativa de exportar algodón e importar armas ymuniciones por México aceleró drásticamente la circulación mercantil por el noreste. Pero también –y este detalle ha sido olvidado casi siempre– se incentivó en buena parte del norte mexicano la producción agropecuaria para responder a la demanda acrecentada de los confederados.
Sucedía todo esto en un momento en que Vidaurri ocupaba con firmeza el poder en Nuevo León-Coahuila. Habían quedado atrás las disputas con Santos Degollado; desde abril de 1860 estaba instalado como gobernador constitucional del Estado; y sus controversias con Juárez –ya se ha visto– no parecían perturbarlo demasiado. Su influencia en el marco regional, el estímulo que había brindado al tráfico por Piedras Negras y la experiencia de comerciantes como Madero, o de los asentados en Monterrey, parecían conjugarse para el aprovechamiento de la inesperada coyuntura.
12 AGENL, Concluídos, 1863, 11 y 19 de agosto; Roel, pp.217-8
13 AGENL, Hacendarios, 1858, 20 de febrero.