El mundo entero está en vilo por lo que sucederá con las nubes de radiactividad que están dejando escapar los incendios de las plantas nucleares, como ocurrió en Chernobil a mediados de los ochenta de la centuria pasada. Lo más grave es que la actividad sísmica continúa y el riesgo de un derrame está vigente. La historia se repite aunque en esta ocasión sea resultado de un fenómeno natural, no a consecuencia de hechos bélicos como los ocurridos en Nagasaki y Hiroshima, donde el horror de bombas atómicas se usaron por primera ocasión.
La cuestión que se plantea es que los nipones por algún motivo vuelven a exponer sus reactores al sobrecalentamiento al carecer de la capacidad de enfriamiento. Un calentamiento excesivo provocaría la fisión del reactor y la liberación de radiación peligrosa.
(En 1979 se estrenó en Torreón una película que hace referencia al concepto de que si se derrite una planta nuclear gringa, tenderá a fundirse atravesando la Tierra, sin parar, hasta que llegue a China, de ahí su título de El Síndrome de China, siguiendo a Issac Newton, el genio que recostado en el tronco de un manzano vio caer uno de sus frutos, lo que le llevó su pensamiento a elaborar la teoría de la gravitación universal, lo fundido iría y vendría como Juan por su casa). (Como dato curioso les diré que el árbol que le hizo concebir la teoría, murió en 1820, siendo cortado en trozos que fueron cuidadosamente conservados).
No se sabe si forma parte de las fábulas antiguas o en realidad existió el mítico imperio de los atlantes. Si leemos el texto de los Diálogos del filósofo griego Platón, nos enteraremos que Critias, discípulo de Sócrates hace referencia a una historia que de niño escuchó de su abuelo el que, a su vez, la escuchó de Solón, poeta y legislador ateniense, a quien se la habían contado sacerdotes egipcios. El relato que escuchó Solón había ocurrido nueve mil años antes. Imaginemos por un instante la época en que se dio el Diálogo que Critias sostuvo con Timeo.
Se encontraban en una escuela donde se enseñaba filosofía, llamada La Academia. Los días transcurrían con una lentitud que permitía a maestros y estudiantes dejar volar la imaginación hasta donde el tiempo les permitía. Los atenienses, contaba Solón, habían vencido a los atlantes, mientras se sacudía una mota de polvo de su túnica, y de cómo el país de los atlantes se perdió en el mar a causa de un terremoto y una gran inundación, castigados por los dioses dada su soberbia.
Relato que Solón interrumpió abruptamente quedando en el misterio e inconclusa la historia de la Atlántida, o cuando menos Platón no la consigna. No obstante recordó que la isla, más grande que los territorios de Libia y Asia juntas, localizada en el estrecho de Gibraltar, con una geografía escarpada, circundada por el mar, se extendía desde las Columnas de Heracles hasta la región de Gadeirikes. Se edificó en ella una espléndida acrópolis sobre una montaña, rodeada de círculos de agua. Los dioses del destino hubieran querido que no volviera a ocurrir: en un terrible día y una noche se originó un terremoto y posteriormente una inundación que engulló a la isla. Aún pueden escucharse, parados a orillas del Mar Mediterráneo, en una noche estrellada, si uno aguza los oídos, los desesperados gritos, de sus habitantes pidiendo piedad. Escritores antiguos aluden a los escritos de Platón, como es el caso de Plinio el Viejo y de Plutarco dando el nombre de los sacerdotes egipcios que habían relatado a Solón la historia de la Atlántida, como una ignota civilización; lo que da cierta veracidad al acontecimiento narrado.
Sea cierto o falso que existió la Atlántida, mucho se ha especulado sobre su civilización que se supone habría alcanzado un notable desarrollo científico y espiritual. El relato en sí presentaría, dicen los estudiosos del tema, un mensaje moral alrededor de una sociedad que al hacerse rica se torna belicosa y corrupta, siendo destruida por castigo divino. La Atlántida, como continente, isla o ciudad perdida, aparece en numerosas programas documentales del mundo entero. Por lo que se ve, mientras siga existiendo esta civilización, la nuestra, se seguirá especulando sobre el sitio en que se localiza la Ciudad Perdida. ¿Será el archipiélago del Japón, el siguiente blanco de los dioses? Una especulación que no está tan lejos de la realidad. ¿Se producirá el Síndrome de China? En fin, ¿acabará nuestro planeta como queso Gruyere al ir y venir, por simple sentido gravitacional, al derretirse un reactor en una planta nuclear adelantándose al año de 2012? Vaya usted a saber.