(EFE)
Una imponente exposición de tronos en el palacio de Versalles, entre ellos el del rey de España Carlos III, pone de manifiesto que "la autoridad se ejerce sentado, y no de pie", como explicó el comisario de la muestra, Jacques Charles-Gaffiot.
La colección "Trônes en Majesté" presentará al público, a partir de mañana y hasta el próximo 19 de junio, una cuarentena de tronos "emblemáticos" de diferentes épocas y civilizaciones, expuestos en los aposentos que mandó construir el monarca francés Luis XIV para alejarse del trasiego de la capital.
Napoleón, el rey Luis XVIII, el monarca de los francos Dagoberto o el papa Pío VII son algunos de los personajes históricos cuyos tronos se exhiben en la muestra, junto a los de reyes africanos, chinos o de culturas precolombinas, todos ellos labrados por los mejores artesanos de sus épocas.
El comisario de la muestra hizo hincapié en la diferencia entre el concepto de "poder", que se obtiene en el transcurso de una lucha y se representa de pie, y el de "autoridad", que deriva de la voluntad divina o electiva y "debe ejercerse sentado".
Así, Charles-Gaffiot recomendó a los jefes de Estado actuales que no tengan miedo de asentar sus posaderas mientras se dirigen a la nación, para "no renunciar a una parte de sus facultades", y lamentó que los presidentes adopten hoy en día una posición similar a la que imperaba en la Antigua Grecia, influenciados por la tradición política anglosajona.
Asimismo, el responsable de la muestra recordó que los tronos no tienen por qué ir ligados a la monarquía, puesto que sistemas republicanos como el francés han integrado este símbolo, que es utilizado a menudo en algunas apariciones públicas del jefe de Estado, en concreto durante la fiesta nacional gala del 14 de julio.
La asociación entre el trono y la autoridad puede además extrapolarse a otros ámbitos de la sociedad como la escuela o la empresa, donde el maestro o el presidente corporativo -respectivamente- han ejercido tradicionalmente su poder desde lugares físicos destacados, a pesar de la "desaparición paulatina" de esta práctica, explicó Charles-Gaffiot.
Para que el trono se diferencie de una simple silla, hacen falta tres elementos: una tarima que eleva y distingue al titular de la autoridad, un dosel que simboliza la presencia de un orden superior, y un escabel que representa el sometimiento de los hombres a la voluntad del monarca.
La repetición de estas características en todas las culturas pone de manifiesto que la representación de la autoridad "es universal y resiste el paso del tiempo", afirmó Charles-Gaffiot, quien escogió Versailles para exponer la muestra por simbolizar "el ejercicio del poder real por excelencia".
Por otra parte, el comisario indicó que la gran presencia de animales que ornamentan los tronos, entre ellos el tigre, es una metáfora de que el poder "doma y canaliza" la fuerzas vivas de la sociedad.
A pesar de los elementos constitutivos comunes, las piezas expuestas atestiguan una amplia variedad de estilos y concepciones culturales y religiosas: palanquines; tronos de madera, oro o piedra; asientos elevados para acercar al monarca a los dioses, o biplazas para permitir la presencia de Dios al costado del rey.
El trono de Carlos III, acabado de esculpir en 1772, incorpora un medallón con la efigie del soberano, lo que ha dado lugar a una tradición por la cual todos los reyes en España, incluido el actual, Juan Carlos I, han reproducido el asiento regio y añadido su propio retrato grabado.
Entre los ejemplares más curiosos, destaca un trono del "reino bamun", en el Camerún del siglo XVI, tallado en una sola pieza de madera; una barquilla con incrustaciones de nácar y marfil sobre la que el príncipe tailandés Inthawaroros Suriyawong se desplazaba a lomos de un elefante a principios del pasado siglo; o un antecesor del "papamóvil" utilizado por el papa León XIII.