En los últimos seis años se mantuvo dormida. La sangre de los migrantes que aceitaba sus vías había dejado de desparramarse. Pero el tiempo de su rehabilitación por fin culminó: "La Bestia" está a punto de despertar.
"La Bestia", así denominan los migrantes centroamericanos al tramo ferroviario del Chiapas-Mayab, que corre desde la fronteriza Ciudad Hidalgo, pegada a Guatemala, hasta el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. Es la ruta original de los migrantes en su paso por nuestro país hacia Estados Unidos, en busca del "sueño americano". Posteriormente, el sobrenombre de "La Bestia" se extendió a todas las rutas ferroviarias utilizadas por los migrantes.
Para montar a "La Bestia", los más experimentados -aquellos que ya han iniciado esta aventura por lo menos 10 veces- enseñan en clases que duran minutos a los novatos, minutos que pueden ser la diferencia entre perder la vida o algún miembro del cuerpo: "Agárrate fuerte. Pon los brazos duros y abrázate, porque el tren jala", son las indicaciones básicas. "No pongas los pies en las 'muelas'" -unos tubos que conectan a los vagones que amortiguan la distancia entre éstos cuando frenan-, son las instrucciones que siguen. Y finalmente: "No te duermas. Y si ya no aguantas, amárrate a algo, porque en las vueltas te caes y ahí quedas". Tres lecciones básicas de sobrevivencia que no cuentan con garantía alguna.
El grupo de protección Beta, del Instituto Nacional de Migración (INM), rescató a 78 migrantes lesionados o mutilados en Chiapas (799 en toda la república) en 2010. Aunque las cifras resultan conservadoras, pues sólo se reportan los eventos del grupo Beta y no del total, es una tercera parte de los que se contaban en la zona en 2004, cuando se rescataron 231 migrantes en esta situación.
El trayecto de Ciudad Hidalgo al Istmo en tren toma un día. Sin él, los migrantes tardan hasta una semana. Las moscas, como también se les conoce por ir cientos de ellos montados en el tren, generalmente no cuentan con dinero para pagar un autobús u otro transporte; además, saben que en los retenes de las autoridades corren el riesgo de ser descubiertos y deportados. Así, optan por caminar.
Los senderos que prefieren están cubiertos por hierbas y alejados de las vías principales, buscan evadir a las autoridades, pero esto también los repliega a otros peligros: ser asaltados, violados y asesinados.
Todo mundo en este trayecto es un enemigo en potencia.
LA EMBESTIDA Sólo hay algo más fuerte que "La Bestia" y eso es la naturaleza: en 2005 dejó de circular por Chiapas, por los daños ocasionados por el huracán "Stan", que dejó una ola de devastación y más de mil 600 muertes (mil 500 sólo en Guatemala) en México y Centroamérica.
Pero "La Bestia" lamió sus heridas y ya está preparada para recuperar los 283 kilómetros que perdió en este sector. Casi mil millones de pesos fue su medicina. Aunque la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) no cuenta con una fecha exacta para reanudar las actividades, se espera que sea en este mismo año. Doña Olga está preparada.
La activista Olga Sánchez Martínez comenzó a ayudar a migrantes heridos, mutilados por "La Bestia", en la sala de su pequeña casa del Infonavit hace 21 años. Hoy cuenta con un lugar propio para atender a 50 heridos en el albergue que fundó: El Buen Pastor del Pobre y el Migrante, en Tapachula.
Vestida invariablemente de blanco, con faldas largas, su cara libre de cualquier rastro de maquillaje, Olga Sánchez corre entre sus tres "changarritos", como los llama ella misma, en los que venden dulces y otros antojos, que sirven para mantener al albergue, buscar donaciones de medicina y prótesis, y acompañar a los migrantes en las intervenciones médicas.
El cese en el funcionamiento de "La Bestia" disminuyó su trabajo, pero nunca lo detuvo. "Me los siguen mandando de Tabasco, de Lechería, de Veracruz. Somos el único albergue del país que atiende al migrante. Y cuando los hospitales no se dan abasto o ya no saben qué hacer con ellos me los mandan a mí. Mejor. Antes los sacaban y los dejaban sentados en la banqueta", dice Sánchez Martínez, Premio Nacional de Derechos Humanos 2004, sentada en el recibidor de su albergue, mientras organiza las donas que ese día saldrán a vender los voluntarios para conseguir fondos.
Pero "La Bestia" ya va a despertar y sabe que la engañosa tranquilidad que se percibe hoy en el albergue cambiará en cualquier momento. Confía en que no puede ser peor que hace 20 años, cuando atendía a los migrantes heridos en la sala de su casa. Ahora, al menos, tiene instalaciones para atenderlos "Empecé pidiendo limosna. Yo no tenía ni siquiera 'changarritos', no tenía nada. Vivía al día y llegué a tener hasta 75 gentes en un lugar que era para 15 personas", dice con una sonrisa indeleble con la que relata por igual la travesura de un niño que la muerte de un migrante. "Ya pasé lo pior (sic)", sentencia.
De la época con mayor actividad del tren, Sánchez Martínez recuerda que los peores sucesos se daban cuando los migrantes lograban meterse a un vagón, para guarecerse del viento y prevenir caerse, y ahí eran acorralados por bandas criminales que les arrebataban los pocos dólares que traían consigo, para después ser apuñalados o arrojados del tren en marcha.
"Se aventaban los 'maras' hasta 30 o 40 heridos adentro. En el hospital no cabían y me mandaban 15 al albergue para curarlos. Ese hospital parecía un mosquero, con todo ese calor y las grandes heridas, cortadas que llegaban hasta las pompas", recuerda la activista.
EN BUSCA DEL SUEÑO Su nombre es Marlon Miguel Villegas. Venía de Honduras en su segundo intento por llegar a Estados Unidos. En el primero lo deportaron. En el segundo no tuvo tanta suerte: lo sorprendió "La Bestia". De una mordida le arrebató la pierna izquierda. "Ni sé cómo me agarró el tren. Iba arriba y me caí. No me enteré de nada. No sentí ni dolor ni nada. Desperté en el hospital".
Cuando recuperó el conocimiento en Tabasco, tras semanas inconsciente, intentó terminar el trabajo que "La Bestia" dejó inconcluso: quitarse la vida. Tampoco en eso tuvo éxito.
A sus 27 años sólo tenía un vicio: "Jugar futbol. Era pa' lo único que era bueno. Ya ni pa' eso...". Ahora su hijo de tres años lo espera. "Me pregunta: '¿es cierto que vas a traer piernas nuevas, papi?'".