EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La bestia

FEDERICO REYES HEROLES

A la memoria de don Pedro Moctezuma cuyas huellas arquitectónicas lo mantienen aquí.

Allí está la imagen de sátrapa muerto, los cabellos revueltos, el rostro deforme por los golpes y las cirugías, su sangre como macabra decoración del pecho. Alrededor sólo hay caras felices, ojos vivaces de jóvenes y niños que contemplan la escena añorada por décadas. El cadáver es el centro del regocijo popular. El de su hijo Mutasim es sólo el condimento. Los celulares -la poderosa arma del norte de África- retratan el trofeo. La imagen que quedará en las paredes, en los mejores álbumes familiares. La fecha será recordada como un hito en la liberación de un pueblo oprimido por una de las más feroces dictaduras de todos los tiempos. Aquí la violencia, la gran bestia muestra su rostro liberador.

La primavera africana sigue dando lecciones. Imposible olvidar que los horrores de esa región del mundo permanecieron olvidados -voluntariamente- gracias a un acuerdo muy cómodo con occidente, a una complicidad. La imagen de Gadafi -sonriente y confiado- dando la mano a los líderes de las democracias más antiguas del orbe serán un monumento al cinismo occidental: nos vendes petróleo y te vendemos armas sin preguntar para qué las quieres. Así que cayó un socio y un aliado del cinismo y van tres con Alí Abdalá Saleh y Hosni Mubarak. El mundo aplaude y los detalles de la muerte -posible crimen de guerra- no atraen demasiado. La bestia, libera.

En el mismo instante histórico hay otra imagen. Los puños levantados con guante negro, los rostros cubiertos, la serpiente del logotipo de ETA presidiendo el ceremonial: los terroristas vascos anuncian en fin de una era de terror. Atrás queda casi medio siglo y alrededor de 850 muertos. Pero no se trata de una violencia ejercida por un grupúsculo de locos, bueno sería, sino de una estrategia de acción con la cual muchos ciudadanos de la era post Franco coquetearon. Si la política no da espacio a nuestras ideas separatistas tenemos el derecho de cruzar la frontera y recurrir a la violencia. Aquí la bestia ataca y amenaza.

Los encapuchados están identificados, nacieron en la década de los setenta. No son sobrevivientes de las cavernas, paquidermos conservados en formol. A sus veinte años vivían la caída del Muro de Berlín. Son testigos de una de las etapas de mayor crecimiento de los derechos individuales y democráticos de la historia reciente. Testigos al fin de los horrores develados tras el desmoronamiento del imperio opresor. Testigos de los Balcanes y sus historias de miedo. Las llamadas "olas de democratización" estuvieron en los diarios de su infancia. La fiesta española provocada por la transición a la democracia, por la apertura no sólo política, sino cultural, familiar, sexual fue el alimento que debieron haber ingerido. Y sin embargo su adicción a la violencia como fórmula fue más fuerte. Su mensaje final ratifica la convicción violenta. Se retiran porque van perdiendo y, como afirma Savater, piensan que se les debe dar las gracias. Para ellos el terror, la violencia, la bestia -la muerte de inocentes incluida- era y es una vía válida.

¿Partera de la libertad o instrumento del horror? La bestia va por ese sinuoso camino que en ocasiones nos parece el único y por ende el adecuado y en otras como algo simplemente inaceptable. Pero un demócrata no puede estar de los dos lados al mismo tiempo. La idea de la violencia como fórmula única para generar el verdadero cambio ha sido una de las trampas históricas que más horrores ha engendrado. Del inolvidable Holocausto -inolvidable porque no se le debe olvidar- al asesinato de Gandhi o Luther King o las múltiples guerras de exterminio contemporáneas en Sudán o Darfur. Violencia con un poder de atracción tan poderoso que en la mayor potencia económica del orbe, -Estados Unidos- en pleno siglo XXI, existen cientos de "sociedades del odio" que justifican la muerte como una forma de conservación de su estirpe, la que sea. Los devaneos de la coqueta violencia parecieran no disminuir con la elevación de los niveles de escolaridad, con la información, con lo que podríamos denominar como signos externos del proceso civilizatorio.

El momento exige congruencia. Un pensamiento verdaderamente democrático no acepta inconsistencias. ETA nunca tuvo razón. Ninguna reivindicación cultural o étnica puede arrogarse el derecho a la violencia y la muerte. Los dictadores del norte de África provocaron violencia social -revueltas o revoluciones- por haber ejercido la violencia en contra de sus pueblos. La violencia siempre engendra violencia y en ese sentido es condenable en cualquier situación. El hombre que disparó contra de Gadafi quería verlo muerto, no procesado. Veremos qué provoca la muerte de Bin Laden. La bestia que anda suelta. No podemos admirarla por su rostro liberador y a la vez condenarla por el opresor. Siempre será horrenda y condenable: exhibe lo peor de nuestra entraña y atenta contra un mínimo de civilización.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 671785

elsiglo.mx