"Blackberry, ¿por qué me has abandonado?"
Anónimo
Hace unos cuantos años, como muchas otras personas, no utilizaba yo BlackBerry. Pero ayer, cuando el servicio se interrumpió en México, me sentí realmente abandonado.
La tecnología nos facilita la vida, pero también nos vuelve adictos. Si bien las BlackBerrys, y en general los teléfonos inteligentes, están todavía poco difundidos en México, la falla de ayer, que se originó fuera del país, generó verdaderos casos de angustia entre quienes se han acostumbrado a resolver con breves mensajes de BB Messenger muchos de sus pendientes.
No es la primera vez que esto ocurre. Cada vez que hay una falla de algún servicio de celular se generan los mismos ataques de ansiedad. Los servicios que no teníamos, y que no necesitábamos, hace algunos años, hoy se han vuelto indispensables.
Durante mucho tiempo me negué a utilizar teléfono celular. No había problema que no pudiera esperar a mi regreso a la oficina. Si no mal recuerdo, mi primer celular lo adquirí en 1993. Hoy simplemente no puedo imaginar mi vida cotidiana sin él. Y cargo usualmente no uno sino dos.
Recuerdo también mi primera computadora. La debo haber adquirido a principios o mediados de los ochenta. La empresa en la que yo trabajaba no consideraba que cada empleado debiera tener su propia computadora, de manera que yo compré la mía y la puse sobre mi escritorio. Mis compañeros de oficina me miraron asombrados. A todos les gustaba el juguete, pero pensaban que comprarse un ordenador personal era un gesto de excentricidad. Hoy nadie piensa en una oficina sin computadoras en cada escritorio. Y yo cargo una a cualquier lugar que voy.
La conexión a Internet era considerada también un lujo a mediados o fines de los años ochenta. Hoy es un requisito indispensable para cualquier trabajo productivo. La velocidad de la conexión es cada vez más una medida de la productividad.
Cuando empecé a ejercer el periodismo en 1971, acudía a la revista Siempre! o al periódico El Día para entregar personalmente mis colaboraciones. Debía yo regresar unos días después para cobrar. Era más mensajero que articulista. Cuando salí del país en 1972 para trabajar y después cursar la universidad, mandaba mis colaboraciones por correo, aunque se tardaran semanas en llegar.
De vuelta en México en 1976 redacté primero y edité después enciclopedias. Los textos se escribían en una máquina de escribir, se corregían a mano, se pasaban en limpio y se mandaban a tipografía, donde otra persona los tecleaba nuevamente: los primeros años en un linotipo y más tarde en una fotocomponedora. Cuando empecé a colaborar en El Financiero, en 1981, entregaba también físicamente los textos en la redacción.
El cambio desde entonces ha sido brutal. La recopilación de información, la redacción y el envío se hacen de manera electrónica. Un lobo solitario puedo tener una producción superior a la que lograba todo un equipo de trabajo hace 30 años.
Sólo cuando falla algún sistema, como ocurrió ayer con BlackBerry o como ha ocurrido con varias redes de telefonía celular, nos damos cuenta de lo mucho que ya dependemos de la tecnología. Ésta nos ha hecho increíblemente productivos, pero nos convierte también en siervos.
De hecho, quizá lo ocurrido nos obliga a revisar la forma en que usamos la tecnología. La actriz Cecilia Gabriela, a quien entrevistaba ayer, se quejaba de la manera en que la gente se hunde en sus BlackBerrys y olvida todo lo que pasa a su alrededor. Habría que decirles a quienes hoy están desesperados por la falla del sistema que ésta es una buena oportunidad para dejar el celular en la mesa, volver la vista a quien se encuentre al lado y aprender nuevamente ese arte de la conversación que tantos han olvidado.
EL MODERADO
Andrés Manuel López Obrador está buscando proyectar una imagen más moderada en su gira internacional. La pregunta es si los electores olvidarán o le perdonarán el bloqueo del Paseo de la Reforma de 2006.
Twitter: @sergiosarmient4