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La cajita de los deseos

PATRICIO DE LA FUENTE

Termina el año 2011 y seguramente estarás, al igual que yo, haciendo una recapitulación acerca de lo que dicho período trajo a tu vida, cómo afectó a los seres que te rodean, a tu entorno, al país en donde creciste, al orbe y a su futuro.

Finalmente somos humanos, y dicha condición nos lleva al cuestionamiento, a reflexionar, a plantarnos de cara frente al espejo para formular toda una serie de preguntas incómodas; es un momento privadísimo, estás tú solo, imposibilitado e incapaz de mentirte, sin cabida para el engaño. El hombre tiene en sí mismo al juez más implacable.

¿Qué conseguiste? ¿Cuántos de los propósitos y determinaciones tomadas hace doce meses llegaron a feliz término? Muchos, seguramente. Otros tantos habrán quedado en eso: sólo buenas intenciones. El cúmulo de éxitos, la lista de fracasos: todo se pone en la balanza al cerrar el ciclo decembrino. Compartimos las fiestas con aquellos que nos son importantes; atesoramos a la familia y a nuestros amigos cercanos. Por desgracia, la ausencia de aquellos que se fueron anticipadamente nos duele y mucho. Probablemente es cuando más falta nos hacen, cuando más los extrañamos.

Desconozco las razones. Lo cierto es que en diciembre como en ninguna otra época del año, aflora la nostalgia. Del mismo modo nace el ímpetu por cambiar y ser mejores personas, más humanos, terminamos perdonando la imperfección ajena, nos volvemos tolerantes, le sonreímos al vecino y pasamos por alto lo que otros torpemente ignoran ocupados en vivir. A pesar del ritmo frenético que nos hemos impuesto, sin importar el tamaño de la responsabilidad, la interminable lista de compromisos a los que -de buena o mala gana- debemos asistir, en algún momento de la jornada vendrá la inevitable reflexión. La duda es positiva pues nos conduce a la certeza; los ejercicios de autocrítica nos fortalecen. Que a la vida hay que tomarla por los cuernos, con garra, constancia y seriedad. Pero también caben las risas, la liviandad, el aligerarnos la existencia y no cargar tanto equipaje; queremos y debemos aprender a soltar. Ahora les creo a mis viejos cuando decían que nuestro tiempo en este mundo transcurre con demasiada rapidez; de ahí que hoy no me tome muchas cosas tan en serio.

2011 fue un año muy convulso; el mundo vive tiempos complejos. Reina la angustia y la desesperanza, la impotencia ante lo injusto, el desazón ante lo incierto. Por otro lado, el siglo veintiuno no deja de sorprenderme de muchas formas y estoy decidido a seguir explorándolo mientras desde arriba me concedan licencia. Si algo caracteriza a la historia de la humanidad es que nunca ha estado exenta de catástrofes. Asumir una postura de añoranza por los tiempos pasados es abrirle la puerta a la cobardía. Decir "en mis tiempos las cosas solían ser distintas, eran mejores", significa negar al presente, al aquí y al ahora, a cualquier posibilidad.

Se termina el 2011, enumerar lo sucedido se vislumbra complicado. Fueron demasiadas cosas, a cada uno de nosotros nos corresponde recapitular los eventos ocurridos durante el año. Dejo a juicio de tu libre albedrío, querido lector, cuándo y en qué términos te sentarás a meditar sobre aquello que deseas para el año que viene; finalmente es tu prerrogativa hacerlo cuando quieras; cada uno conduce su día a día de la forma que considere mejor a partir de sus propias expectativas. Sin embargo, tengo ganas de compartirte qué quiero para México en el 2012. Lo llamo mi cajita de deseos.

Deseo un país en paz: la espiral de violencia que vivimos es algo que nunca -ni en mis pensamientos más fatalistas- me planteé como posible y supongo que tú tampoco. La guerra trajo consigo cincuenta mil muertos y un México menos libre, más temeroso.

Deseo un clima de civilidad entre la clase política; ya no pido inmaculada honestidad ni fervor patriótico, simplemente le apuesto a una jornada electoral justa, de intensa participación, y a que gane el mejor. No centro mis expectativas en nadie ni compro, como cuando era chavo, paraísos y quimeras propias de la juventud. Busco en el próximo gobernante el valor de la sensatez, el temple de la razón y el privilegio de la justicia.

Deseo una sociedad participativa que se aleje de conductas atípicas o indiferentes que tanto laceran y comprometen al futuro. Que en cada uno de nosotros nazca el deseo de involucrarnos y fungir como el engranaje que lleve a la patria a prosperar y ser grande.

Deseo muchas cosas a título personal. Deseo y quiero un 2012 lleno de salud, amor, abundancia y consolidación del éxito para ti y los tuyos. Que todo aquello en lo que crees se materialice y se haga realidad. Feliz año nuevo.

También me puedes leer en http://elcuakdelcanard.com

Twitter: @patoloquasto

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