Zarandeado. Pescado a las brasas y bañado en chile guajillo.
El epicentro de nuestro recorrido comienza en el Jardín de la Libertad, adornado con altas palmeras -las cuales fueron importadas desde Filipinas durante la Colonia- y rodeado de elegantes edificios con portales.
Entre los vendedores que deambulan por las mesas de los portales, uno suele toparse con el “tubero”, aquél que balancea dos jarras pendidas de un palo que sostiene sobre los hombros. Las jarras contienen “tuba”, una bebida hecha con la savia de la palmera de coco. Al líquido se le agrega jugo de betabel o almendra y manzana, con pequeños pedazos de cacahuates. Por 15 pesos obtenemos la bebida que nos ha de refrescar durante el día.
Llegamos al Portal Morelos, ahí donde está el Museo Universitario Regional de Historia, con su colección de la cultura capacha, considerada la más antigua del occidente mexicano. La exposición muestra esculturas en barro de figurillas humanas, así como los famosos perros colimeños, de cuerpo relleno y patas cortas, que acompañaban a los muertos en su viaje al más allá. Una sala recrea la tradicional tumba de tiro, la técnica de entierro de los antiguos pobladores, mientras otra sala muestra las aportaciones de los filipinos a la cultura local, como la técnica de pescar con grandes redes sostenidas por boyas de vidrio soplado.
Alrededor del jardín, hay varios cafés y restaurantes para probar un cebiche o un pescado zarandeado. Un buen lugar es el restaurante de céntrico hotel, cuya terraza con alberca ofrece una vista panorámica de la ciudad, con suerte y se alcanzará a ver el Volcán de Fuego y alguna de sus fumarolas que exhala unas cinco veces al día.
Por último, caminamos por el Andador Constitución. Visitamos sus tiendas de cerámica y talleres de cuero.