"Hay gente que habla nomás porque tiene boca, mi→ jito", solía decir mi abuela adorada, refiriéndose a aquellas personas que opinan de todo sin tener la mínima idea, acusan sin pruebas a terceros o no saben sostener, con una argumentación sólida, su dicho.
En los tiempos actuales, de terrible descomposición social, los individuos de a pie, como usted y yo, tenemos que asistir, sin desearlo, al triste espectáculo de la denostación, la puya, las medias verdades o la franca leperada, proferidas por los principales actores de la mal llamada "vida nacional", como si la existencia de "nosotros", los que carecemos de notoriedad o foros para opinar, fuera una vida proveniente de otro planeta.
De esa manera, nuestros políticos se envuelven en la bandera tricolor e insultan y retan a quienes no concuerdan con sus ideas aunque los males que dicen combatir, hayan sido causados por ellos mismos.
Personajes que deberían ser los adalides de la compostura y la urbanidad como son los altos prelados clericales, le entran a esta arena pública con vocabulario de mecapaleros y acusaciones difíciles de sostener.
El dicho de hoy es desmentido mañana por aquel que lo mencionó y los medios de comunicación saltan inmediatamente para recordarnos que el "líder de opinión" en cuestión, se fue de bruces por lenguaraz.
Los conductores de programas de radio y televisión se han convertido en los "fiscales de la patria", sentando en el banquillo, en forma irrespetuosa y hasta soez, a todo aquel que se vuelve "noticia" para llegar al absurdo de litigar en los micrófonos, exponiendo a la "víctima" a una anticipada condena y un linchamiento social.
El futbol no es ajeno a esta fenomenología y el caso más reciente es el del presidente del América, Michel Bauer, quien ofendió al silbante Alfredo Peñaloza acusándolo de robo por anular dos goles legítimos de su equipo en el juego ante Pachuca.
Con la prontitud que señaló al juez el irascible directivo, me gustaría que opinara sobre el penal que no le marcaron a Jaguares de Chiapas en el juego del sábado, cuando Aquivaldo Mosquera "tacleó" literalmente a Jackson Martínez, en lo que se hubiera traducido como el segundo gol del cuadro de la selva.
Sería interesante también enterarnos qué le dijo la directiva del Necaxa a su jugador Daniel Cervantes, luego de la absurda mano que cometió y de la que se derivó la anotación y consecuente derrota de su equipo ante Tigres.
No me extrañaría que si, hipotéticamente, las Águilas no calificaran o los Hidrorrayos cayeran al abismo, sus dirigentes culparan al arbitraje, acordándose sólo de los yerros de los de negro y olvidando, con la ligereza que otorga la irresponsabilidad, las culpas propias.
Por ahí dicen que la desmemoria es una forma refinada de cinismo.
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