Hace algunas canas y kilos que este humilde servidor de ustedes hizo su aparición en la Primera División del balompié nacional, desempeñándose como árbitro. En las primeras campañas había un equipo al que los silbantes de la época le tenían terror: el Tampico-Madero.
Este cuadro era aguerrido, jugaba a tope, disputaba cada balón como si la vida le fuera en ello y hasta los malpensados decían que sus jugadores "se metían algo", en referencia a la forma descomunal en que corrían.
En los torneos cortos que precedieron al Mundial México'96 alcanzaron la gran final en ambos y las dos veces sucumbieron, una ante Monterrey en la Sultana del Norte y la otra ante el América en el Estadio Azteca.
El artífice de ese cuadro, que además jugaba bien al futbol, era Carlos Reinoso, el jugador extranjero con más virtudes técnicas que la mayoría de la gente podía recordar y que le había impuesto ese sello al cuadro tamaulipeco que igual jugaba de local que se "rifaba" de visitante, haciendo temblar las piernas de los rivales y produciendo inflamación en el hígado de los "nazarenos".
Recuerdo una ocasión en que fui designado para un encuentro entre la "Jaiba brava" y los "Tecos", a jugarse en el Tres de Marzo de Zapopan. El cuerpo arbitral se encontraba detrás de la portería pegada a los vestuarios mirando el juego preliminar entre ambos conjuntos.
Los integrantes del cuadro titular salían también a ver el cotejo y se quedaban parados atrás de la línea de meta, bromeando y saludándose con la gente de la tribuna.
En eso estábamos cuando de pronto se oyó un grito atronador: "El que no tenga miedo que me siga", exclamó un tipo chaparro, enfundado en los pants azul celeste del cuadro tampiqueño, mientras empezaba a bajar los escalones que conducían al túnel.
La voz que nos obligó a voltear era la de Reinoso y obviamente los futbolistas en tropel se abalanzaron detrás de él.
Luego pudimos comprobar, en un encuentro plagado de roces, faltas e infracciones que los jugadores del Tampico-Madero no le tenían miedo a nada. De más está contarles que el partido terminó como el "rosario de Amozoc".
Al través del tiempo, con resultados diversos, los equipos dirigidos por el "maestro" han tenido esa característica, consistente en luchar denodadamente los noventa minutos, y eso habla de la motivación que Carlos les imbuye a sus pupilos.
La gran duda es si sólo con eso le alcanzará al América para revertir la tendencia perdedora y enfrentar la Liga y la Copa Libertadores. Dos juegos seguidos en casa, ante San Luis y Querétaro, parecen propicios para trabajar con tranquilidad.
"Los cobardes no van a la guerra", dice un viejo dicho, y con Reinoso en el timón, cada partido será bélico. A ver si todos lo siguen.
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