Una de las definiciones de guerra es: "El conflicto armado que involucra a países o bandos, dejando una gran cantidad de víctimas (muertos, heridos y damnificados), donde no se respeta al enemigo ni se siguen reglas comunes".
No se requiere ser científico para entender que México está en estado permanente de conflagración y esto se debe a la guerra que declaró el Estado en contra del crimen organizado, principalmente en la modalidad de narcotráfico.
Los muertos por parte de las autoridades y los sicarios se cuentan por miles, acaparando encabezados periodísticos y noticiarios en radio y televisión, siendo el daño más grave la cotidianeidad de la noticia, ya que la sociedad ha dejado de alarmarse y pueden resultar hasta "normales" los ajustes de cuentas, los ataques con multitud de lesionados y los crímenes sangrientos, donde las víctimas son mutiladas.
El ciudadano de a pie, como usted y yo, no escapa al riesgo que entraña esta lucha. Centenas de personas que no llevaban vela en el entierro han perecido fruto del fuego cruzado o del "error" de militares o narcos, el caso es el mismo, aumentando la macabra cifra de esta sinrazón.
Al margen de los eventos deportivos que tiene lugar normalmente en nuestro territorio y que, por fortuna, no han sido blanco de la delincuencia a nivel masivo, México organizará este año dos competencias que tendrán gran difusión y repercusión a nivel mundial: el Mundial Sub-17 de futbol y los Juegos Panamericanos.
Los cotejos del balompié tendrán verificativo del 18 de junio al 10 de julio y las sedes serán el Distrito Federal, Guadalajara, Pachuca, Querétaro y dos de las más castigadas por la lucha antinarco como son Monterrey y Morelia.
El caso de los Panamericanos es distinto pero no por ello menos riesgoso, al asentarse en una sola ciudad, la Perla de Occidente, aunque el número de participantes eleve el grado de dificultad en términos de seguridad.
En otras ocasiones, la Federación Internacional de Futbol y el Comité Olímpico Internacional han cancelado eventos de esta envergadura cuando consideran que la integridad física de los participantes puede ponerse en riesgo. No me atrevería a asegurar que en el caso de nuestro país haya alguien dispuesto a garantizar cabalmente que no habrá daños que lamentar.
Dicen que la mejor medicina es la prevención, y en temas de seguridad no debe ser la excepción.
Las autoridades tendrán que reforzar la vigilancia hasta volverla extrema en esas fechas, la ciudadanía debe colaborar con esas medidas, y a las delegaciones invitadas prevenirlas para que se conduzcan en el ámbito de la disciplina, respetando sus lugares de concentración.
Minimizar el problema aduciendo que todo estará bien "porque se trata de una fiesta", sería faltar a una grave responsabilidad.
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