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La Columna de Brizio

ARTURO BRIZIO CARTER

El futbol es tan maravilloso, que bastan noventa minutos de emociones para olvidar todo aquello que debería ser una permanente piedra en el zapato. Le comento esto a usted, amable lector, luego de disfrutar, aunque nunca falten los amargosos que digan lo contrario, de un muy buen partido en el llamado "Clásico de clásicos".

Para dar certeza y credibilidad al balompié, las distintas federaciones, empezando por la mamá de todas que se llama FIFA, tienen a dos pilares que deben ser inamovibles: las comisiones de Arbitraje y la Disciplinaria. Desgraciadamente en nuestro querido México la incompetencia, la necedad, la componenda y el arreglo en lo oscuro, han llenado a este par de instituciones de descrédito, inundándolas con el desagradable tufillo de la podredumbre.

Y mire usted que no estoy hablando de prácticas corruptas o de favorecer a alguien a cambio de dádivas, sería el colmo, sino de una serie de prácticas que ponen, con más frecuencia de lo deseado, a los integrantes de estas comisiones en el banquillo de los acusados.

La dirigencia arbitral permite el mangoneo de los señores del poder por la vía del absurdo "ordenador", sistema que designa a los jueces en cada partido prácticamente por sorteo. Se ha demostrado hasta la saciedad que esto no funciona y que el futbol azteca es el único en el orbe que se aferra a tan descabellado proceder. Esto, aunado a la falta de capacitación de los señores silbantes, ha creado un arbitraje mediocre, timorato y sin timón.

Lo de la Comisión Disciplinaria es peor, ya que en lugar de tratarse de un templo dedicado a la justicia deportiva, se ha convertido en un mercado donde las sanciones se ponen, se regatean, se quitan y el mundillo futbolero asiste impasible a este desfile de ineptitudes.

Lo más increíble es que los mismos juzgadores que aplican las sanciones son los que las revisan y, en su caso, las modifican. Eso sólo puede acaecer en una sociedad apática como la nuestra.

Tendría que existir un tribunal de apelación, formado por personas de alta jerarquía y credibilidad -aunque usted no lo crea, existen-, que revisaran los procederes de la propia Disciplinaria y dictaminaran los casos en forma autónoma.

Permitir que un solo cuerpo colegiado castigue y perdone, constituye una violación a los mínimos valores de la ética y el derecho, convirtiéndole automáticamente en juez y parte.

Alfonso Sabater y su equipo de trabajo se han metido en un berenjenal en el que, como arena movediza, entre más se mueven más se hunden, aunque su sumisión a los intereses federativos les aseguren impunidad y permanencia.

Es una pena que en el futbol, como en nuestro diario quehacer, la majestad de la justicia sea constantemente vilipendiada.

Apbcarter_1@hotmail.com

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