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La Columna de Brizio

ARTURO BRIZIO CARTER

Cuando mi padre decidió colgar el silbato, allá por el año 1974, influyó en su decisión el hecho de que le habían ofrecido hacerse cargo de la gerencia de un club de futbol, lo que volvía incompatible la actividad arbitral con su nueva responsabilidad. Ese equipo eran los Pumas de la Universidad.

Casi recién llegado le avisaron que debía viajar a Brasil, en compañía del inolvidable Carlito Peters, director técnico auriazul, para finiquitar la compra de dos refuerzos. Esos jugadores amazónicos fueron Cabinho y Spencer.

Estando un servidor cursando la preparatoria en el glorioso Instituto Don Bosco, ingresé a trabajar como cajero en un banco. Al paso de los meses, mi papá notó que su querido vástago adelgazaba, se ponía más ojeroso de lo normal y le empezaba un ligero temblor en las manos. Me estaba enfermando de los nervios debido a la presión de manejar dinero ajeno. Por ello, me invitaron a entrenar con el primer equipo de los Pumas, donde pude vivir quizá una de las mejores etapas de mi vida al conocer e incluso hacer amistad con los mejores futbolistas de esa época.

Los ya referidos Cabinho y Spencer, Leonardo Cuéllar, Arturo Vázquez Ayala, el doctor Mejía Barón, Bora Milutinovic, el "Pelé" Genaro Bermúdez, (que en gloria esté), Héctor Sanabria, Hernán Cabalceta, en fin, eran asiduos invitados a la casa de mis padres y sensacionales seres humanos.

Cuando de escoger a lo que me iba a dedicar el resto de mi vida, sin dudar, elegí la carrera de Licenciado en Derecho e hice el examen de admisión para entrar a nuestra máxima casa de estudios. Lo conseguí y de esa manera cursé la educación superior y me titulé en la Facultad de Derecho de la UNAM.

Por todo ello, ¿cómo no voy a querer esos colores?

Sin embargo, durante el largo trayecto como árbitro profesional, jamás influyó en mi ánimo el cariño por el cuadro universitario. Incluso, en uno de los capítulos más bravos en mi accionar por las canchas, le sancioné un penal en contra, cuando el partido agonizaba, en una liguilla frente a Cruz Azul. La pena máxima la cobró Julio Zamora, la detuvo Jorge Campos y contrarremató "Lupillo" Castañeda, para sentenciar la eliminación de los felinos.

Ahora, gracias a una dirección técnica atingente y al esfuerzo de los jugadores que tuvieron una campaña plena de éxitos, Pumas vuelve a levantar el trofeo de campeón del futbol mexicano.

Se coronó en Ciudad Universitaria, donde la feligresía puma pudo festejar uno de los goles más bellos que se han anotado en el capítulo de finales y encumbrar a Javier Cortés como el héroe de la contienda.

Con la historia de un pasado azul y oro, la tranquilidad de haber cumplido con transparencia e imparcialidad mi trabajo arbitral, levanto el puño para festejar este título. ¡Cómo no te voy a querer!

Apbcarter_1@hotmail.com

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