El 28 de mayo de 2011 quedará grabado en la historia como el día en que el futbol alcanzó su máxima expresión. El Barcelona ha elevado al rango de ballet el toque del balón, y con precisión de relojería sus jugadores saben permanentemente cómo crear de la nada situaciones de emoción. Simplemente vimos al mejor equipo del mundo hacer cera y pabilo a un desconcertado cuadro del Manchester United.
También se recordará esta data como el día que jugó su último partido oficial uno de los mejores guardametas que ha tenido el balompié moderno, Edwin van der Sar, holandés que militó con su selección nacional y en los recientes torneos con los apodados "Diablos Rojos".
A los 40 años de edad, este gigantón de casi dos metros de estatura ha decidido poner fin a una brillante carrera que inició en su natal Holanda con el poderoso Ajax; luego jugó en Italia con el popular cuadro turinés de la Juventus y posteriormente emigró al Reino Unido, donde alineó con el modesto cuadro del Fulham y, desde 2005, custodió los tres palos del Manchester United.
Donde quiera que se paró ganó títulos y nadie podría pensar que detrás de su carita de "topogigio" se escondiera una personalidad férrea y un liderazgo indiscutible que ejerció en forma brillante con todos los equipos donde jugó.
Cuando se retira algún futbolista, a quien haya tenido la oportunidad de arbitrar, me invade la emoción y la nostalgia, pero el caso de Van der Sar lo considero especial, ya que le dirigí en el último partido de mi vida, Holanda ante Argentina, en los cuartos de final del Mundial de Francia 98.
El encuentro se desarrolló en Marsella y fue uno de los mejores partidos en la historia de la Copa del Mundo. Los holandeses adelantaron en el marcador y luego Claudio "Piojo" López emparejó los cartones para la albiceleste.
En la segunda mitad, le mostré la cartulina encarnada a Artur Numan, contención de los tulipanes, y al minuto 85 vino la jugada más importante: Ariel Ortega, el famoso "Burrito", penetró en el área enemiga driblando rivales. Le salió al paso Jaap Stam y el táctico argentino voló sobre la pierna del recio defensor. Los "chés" pedían la marcación de un penal pero yo decreté la falta en contra de Ortega por simular una falta. Cuando me dirijo a mostrarle la tarjeta amarilla y ante el reclamo de Van der Sar, Ariel se vuelve loco y en una verdadera "burrada" le mete un cabezazo al portero y ¡adiós mi gabán!, a las regaderas, mi hermano.
Luego, Dennis Bergkamp anotaría el gol más bello del Mundial, Holanda iría a semifinales, el "Cholo" Simeone me increparía al final del encuentro, yo lo mandaría a tiznar a su madre y "colorín, colorado", la carrera arbitral del Brizio se ha acabado.
Con el gran Van der Sar se cierra un bello capítulo. ¡Hasta siempre, maestro!
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