Una de las definiciones de "chiquero" contenidas en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: "Lugar donde se guardan los cerdos", por ello, me permito ofrecer la más amplia disculpa a todos aquellos que se dedican a la porcicultura, noble y decente actividad, pero sobre todo a los marranos, quienes siendo fuente de delicias al paladar y de incontables beneficios (se dice que todo el cuerpo del puerco es aprovechable), son frecuentemente comparados con seres humanos de la peor ralea y equiparado su comportamiento al más deleznable accionar del supuesto "animal racional" que es el hombre.
Aclarado el punto, el título de esta colaboración va dirigido a los integrantes de la FIFA y resto de Confederaciones y Federaciones que estando afiliadas a ella se han confabulado para ensuciar al futbol y, en algunos casos, incluso a delinquir.
Un personaje siniestro, que ejemplifica el vulgar actuar de estos individuos, lo tenemos en la persona del trinitario Jack Warner, hasta hace unas semanas, presidente de la Concacaf, cargo que ostentó por casi 30 años y no se le hizo vicio.
Siendo un humilde profesor de escuela primaria en Puerto Príncipe, capital de su país, encontró en el balompié una forma interesante y segura de escalar posiciones. La mayoría de los países de la Confederación estaban hartos de la dictadura que había ejercido el mexicano Joaquín Soria Terrazas y aprovechando que los jerarcas del futbol azteca se hallaban inmersos en grillas e intrigas palaciegas, decidieron que un representante de las islas del Caribe debía ser el mandamás y quién mejor que el sumiso y manejable señor Warner.
Nada más que Jack, como todos los de su especie, resultó un lamebotas con los poderosos, prepotente con los de abajo y un implacable enemigo de todo lo que oliera al pasado. Para ello, se coludió con un judío-americano, dueño de una habilidad para hacer negocios y con una cantidad de relaciones impresionantes como Chuck Blazer, y juntos iniciaron el camino para hacer de esta olvidada región del orbe una mina de oro para satisfacer su insaciable apetito de poder y dinero.
Mudaron las modestas oficinas de la Confederación de Guatemala a un lujoso departamento cerca de la 5ta Avenida en Nueva York, se pusieron a las órdenes del "gran poder" en Suiza y conquistada la confianza, ¡a robar!
Warner recibió dinero en efectivo, cantidades millonarias, por promover las diversas candidaturas de Joao Havelange y Joseph Blatter en FIFA; constituyó una empresa a nombre de su hijo para administrar fraudulentamente esos dineros y otros provenientes de los patrocinadores y aprovechó el cargo para realizar la venta de boletos y paquetes turísticos a los diversos mundiales, aprovechándose de su cargo.
Hoy anuncia que se desiste de su querella ante FIFA y que renuncia a la presidencia de Concacaf... ¡Qué cerdo!
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