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La Columna de Brizio

ARTURO BRIZIO CARTER

La Selección Nacional de la categoría Sub-17 se ha coronado en el Mundial de la especialidad. La noticia debería por sí sola causar conmoción en un medio acostumbrado a la mediocridad, al "sí se puede" ramplón y a las "derrotas honrosas", pero cuando se consigue con la autoridad y evidente superioridad en todos los rubros como lo hizo este grupo, el orgullo debe invadirnos no desde una óptica patriotera, sino como una genuina manifestación del México posible, ese país que nos están esquilmando los sicarios del mal con sus diferentes manifestaciones y que aparece con cara de muchachito ataviado con el verde de la esperanza.

El tricolor es un dignísimo monarca dado que fue creciendo en el torneo, afinando la formación táctica y desarrollándose en lo futbolístico. Armados de una condición física a prueba de misiles y de un blindaje mental impropio para su edad, fueron dando cuenta de cuanto rival se puso en su camino, hasta alargar la racha victoriosa a siete, número mágico para levantar el trofeo.

Cuando los vimos iniciar perdiendo ante Corea del Norte en el juego inaugural allá en Morelia, casi nadie se atrevía a apostar siquiera por su calificación, dado que el grupo estaba conformado por puros campeones continentales. El ya referido cuadro coreano, monarca asiático y los ganadores del título en África, Congo y en Europa, los jóvenes de Holanda, sin embargo, poco les importó, ya que tenían muy en claro que su solidario esfuerzo carente de protagonismos y poses, los llevaría hasta la tierra prometida, el majestuoso estadio Azteca, para dirimir con algún "gigantón" el título.

Como no hay fecha que no se cumpla ni deuda que no se pague, se llegó el histórico momento de, luego de sembrar a Alemania en semis, los dirigidos por Raúl Gutiérrez se metieran al sagrado césped buscando doblegar al tozudo equipo de Uruguay, quien venía de echar a un rival no menos complicado como fue Brasil.

Los jugadores mexicanos se habían visualizado campeones. Algunos de ellos dejaron la casa materna y paterna desde los 12 años en la incesante búsqueda de cumplir su sueño. Para que nos entendamos, se la creyeron y cuando a esta fe inquebrantable se le suma el amor al trabajo, la disciplina, la lealtad y el trabajo en equipo, el resultado suele ser positivo.

No quisiera mencionar a alguno en particular. Lo mejor de este grupo quizá fue la humildad, ya que jamás uno quiso sobresalir por encima del otro, en suma, conformaron un EQUIPO, palabra que puede sonar hasta extraña en nuestro medio signado por el egoísmo.

Tuve la suerte de estar en Lima, Perú, hace 6 años y ahora la vida me premia con ver a otro grupo de jóvenes mexicanos demostrar que son los mejores del mundo. ¡Gracias, muchachos, por dar esta enorme alegría a millones de mexicanos, incluso no aficionados al futbol!

Los sueños están hechos para cristalizarse en realidades.

Apbcarter_1@hotmail.com

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