El próximo miércoles, en la ciudad de Filadelfia, tendrá verificativo una edición más del duelo entre México y Estados Unidos. Estas escuadras se han enfrentado en todo tipo de partidos, que van desde los típicos juegos "amistosos" hasta los encuentros en Copa del Mundo y lo que no puede soslayarse es la rivalidad y el morbo prevalecientes en cada uno de ellos.
Las televisoras, en ese afán desmedido de "apoyar" al Tricolor y su frecuente confusión entre patria y deporte, venden el partido como si fuera la "madre de todas las batallas", cuando en realidad, se trata del típico juego pactado al vapor, sin ton ni son, y donde no se dirime nada en especial.
Quizá el único ingrediente extra, como para propalar, sea el debut del otrora exitoso futbolista y discreto entrenador Jürgen Klinsmann como timonel del equipo de las barras y las estrellas. Con él se inicia un nuevo ciclo luego de que la alta dirigencia del futbol gabacho, casi siempre paciente, decidiera despedir a Bob Bradley, aparentemente por diferencias irreconciliables con el plantel y contratar al alemán que, por otra parte, les quedaba muy a modo puesto que reside desde hace más de una década en la risueña ciudad de Miami.
Klinsmann dirigió a la selección teutona en el Mundial celebrado en su país y su papel fue más bien medianito. Recuerdo el eufórico festejo por obtener el tercer lugar, extraño para un pueblo acostumbrado a la victoria y a no conformarse con migajitas, como algunos que yo conozco y que por discreción omitiré su nombre, aunque deba decir que cuando ganan algo lo festejan en el Ángel de la Independencia.
El otro punto de interés será el ver enfundados en la casaca estadounidense a jugadores que militan en el futbol mexicano y que decidieron abrazar, para efectos del balompié, al Tío Sam.
Me gusta recordar anécdotas o vivencias para contárselas a usted, referentes a personajes del mundo del futbol y Jürgen Klinsmann no es la excepción.
Recuerdo que el 17 de junio de 1994 se inauguraba el Mundial de Estados Unidos con el encuentro entre el campeón defensor Alemania contra Bolivia. Un servidor era el árbitro y el juego estaba súper cerrado. Debo decirle que la patada inicial se dio a la 1:00 de la tarde y la temperatura superaba los 42 grados centígrados. A los 30 minutos se me acerca un jugador alemán, con la cara enrojecida del calorón, y en torpe español me dice: "Cuánto falta, referee", a lo que yo le contesté: "Mucho, mejor pide tu cambio".
Ese hombre era Klinsmann y en la segunda mitad anotó el gol de la victoria germana.
En fin, que en este verano, donde el balompié no da tregua con tanto partido y torneo, veremos a los gringos iniciar un nuevo proceso. Nada más que no me lo quieran vender como... El desafío.
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