El tema de la inhabilitación al futbolista del Monterrey, Luis Pérez, se ha vuelto una novela. Como seguramente usted recordará, amable lector, el mediocampista regio propinó una durísima entrada por detrás al jugador del Querétaro, Daley Mena, provocándole fractura del peroné, lo que presagia una ausencia en las canchas de, por lo menos, once semanas.
La patada de "Lucho" sobre el colombiano fue de esas que se catalogan como "de cárcel" y que la FIFA prohíbe tajantemente, ya que son por detrás, imposibilitando a aquel que la recibe a eludirla en forma alguna puesto que no la ve venir. Al silbante en turno, Miguel Ángel Ayala, que seguramente no jugó ni con su popó de chiquito, le pasó de noche la artera agresión.
El reglamento de sanciones, oscuro y escurridizo como casi todas las leyes del país, contempla la figura de la "inhabilitación", la cual se dará por el tiempo que el lesionado, dolosamente, tarde en volver a jugar.
Es obvio que esto abre, en un mundo de tramposos como es el futbol a nivel de pantalón largo, un ancho portón para la discusión, la polémica y por supuesto la posibilidad de eludir el castigo.
Por otro lado, esa misma puerta puede ensancharse para fingir una lastimadura y con ello perjudicar a algún jugador del equipo rival.
Ante este escabroso escenario, el juez de dicha contienda legaloide es la Comisión Disciplinaria, sin embargo, es tal el descrédito en que ha caído este órgano colegiado, que sus decisiones suelen causar desconcierto e inconformidad.
Alfonso Sabater, titular de dicho organismo, tiene la mala costumbre de querer dejar a todos contentos. Como se entenderá, cuando de emitir juicios se trata, esto es imposible y lo único que se consigue es que ambas partes se sientan ofendidas y lesionadas.
Esta absurda incompetencia de la Disciplinaria, aunada al frecuente lloriqueo de los directivos del futbol mexicano, hace que los castigos sean risibles, ya que basta la protesta del club en cuestión para que los "Solones" del tribunal accedan, con una ligereza digna de encomio, a reducir la pena original.
Monterrey parece gozar de especiales privilegios puesto que en fechas recientes le fueron sancionados Aldo de Nigris e Hiram Mier con tres juegos de suspensión pero, adivinó usted, llegó la carta y en un santiamén se redujo a un juego el "castigo".
Elaborar un reglamento de sanciones claro y con escasa salida sería lo recomendable pero ante todo, con la pasividad del comité de sanciones, contar con un verdadero Tribunal de Apelación. Es ilógico y antijurídico que el órgano sancionador sea al mismo tiempo el revisor. Sólo pasa en México.
Por el momento, Pérez debería ser castigado con el doble de lo que se sanciona la conducta violenta, es decir, seis partidos y desearle a Daley Mena una pronta recuperación.
Apbcarter_1@hotmail.com
