Después de la clausura de los Juegos Panamericanos efectuados en la hermosísima ciudad de Guadalajara, Jalisco, queda el lugar para el análisis y la reflexión. Obviamente, los responsables del deporte mexicano estarán felices porque el resultado superó las expectativas, sin embargo, creo que habría que ir más a fondo para explicar la fenomenología de este diverso y cambiante mundo, donde todos tenemos participación en mayor o menor medida.
Por ello el título de esta colaboración está planteando una interrogante: ¿Qué pasaría?, y le invito a usted, amable lector, a dilucidarlo conmigo.
Jalisco organizó unos juegos espectaculares pero, ¿qué pasaría? si los actores políticos, los presidentes municipales, los dirigentes deportivos y hasta el propio gobernador hubieran jalado el carro en el mismo sentido. Seguramente estaríamos hablando del mejor evento del mundo pero la "grilla" es el destino de las instalaciones, una vez pasada la euforia de las competencias, y si no, al tiempo.
¿Qué pasaría? si en lugar de tener en la ODEPA a un dinosaurio carente de ética y de sentido nacionalista, que además no puede ya ni hablar, estuviera un hombre joven, preparado y con ideales que sustentar y perseguir. Indudablemente el organismo tendría una mayor credibilidad y el nivel competitivo crecería.
¿Qué pasaría? si la dirigencia de la Conade traspusiera las fronteras sexenales y se declarara al deporte una causa de interés nacional. Pues entonces Bernardo de la Garza podría construir programas a largo plazo de seguro beneficio para el deporte de alto rendimiento.
¿Qué pasaría? si la "polaca" baratera se combatiera en el seno de las altas esferas deportivas y se metiera en cintura a esa bola de ratas que han hundido a las disciplinas en la mediocridad como, por ejemplo, el basquetbol. Si con un equipo formado al vapor se estuvo a segundos de ganar el oro, creo que con estructuras serias, el baloncesto azteca volvería a los primeros planos.
¿Qué pasaría? si las grandes firmas invirtieran su publicidad en otras manifestaciones deportivas que no fueran futbol. El crecimiento se daría por simple lógica, ya que los fogueos, giras e intercambios de los atletas dejarían de ser producto de esfuerzos individuales y/o familiares.
Imagine usted que las 50 marcas comerciales más importantes adoptaran a 5 atletas juveniles durante el ciclo olímpico, es decir, 4 años. Las becas que da CIMA serían una risa, y aunado al beneficio deportivo, podrían explotar su imagen con fines publicitarios. Simplemente el binomio ganar-ganar.
Finalmente, ¿qué pasaría? si las televisoras dedicaran más tiempo aire a la diversidad deportiva. El gran público entendería con mayor facilidad esos juegos que sólo ve en este tipo de eventos. No seríamos la potencia número uno pero estaríamos en camino de serlo, ¿no cree usted?
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