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La confianza del pueblo

Hora Cero

ROBERTO OROZCO MELO

Todos los mexicanos estamos a disgusto; y no puede ser de otra manera. Aquí las cosas no funcionan como debieran. En eso todos estamos de acuerdo y qué lástima que así sea, porque después de dos centurias de constituir un país independiente, ya deberíamos obtener buenas notas en aprovechamiento, experiencia y civilidad.

Hablemos de la Nación: en ella lo único que parece estar "a pre" es la junta de dinero y el desaforado cobro de gabelas qué, para apretar en eso a los contribuyentes, inventan los peritos fiscales. Para esto están que ni pintados, según hemos visto en todas y cada una de las propuestas de la hacienda pública en vigor: tales mandatos, cuya hábil intención exactora nadie esconde ni niega, dejan secos los bolsillos de los sujetos pasivos en el proceso fiscal, y tan secos que da grima verlos. Son tan rígidas las fórmulas, a veces tan reiterativas y en ocasiones tan impagables, ya que guardan sobre peso tanto, como el que soporta la sierra madre en las duras recumbencias que recarga en su arisca orografía.

Cosa igual pasa en la persecución de los delitos. En la escuela de Leyes nos dijeron que la justicia, pera serlo a cabalidad, requería prontitud y expedición en su ejercicio; y ya vemos que en la mayoría de estos casos todo se vuelve retóricas promesas en futuro: "haré o haremos justicia en los ramos penal, fiscal y bancario". Si, pero cómo; sí, pero cuándo, si pero...

La ausencia de justicia afecta a toda la sociedad, y provoca parálisis en la productividad de todos los mexicanos, quienes ya no creen en nada, ni en alguien. Desde los desórdenes fiscales de los años noventa se ha venido incrementando esa falta de confianza en las instituciones políticas de la República, en los jefes del poder Ejecutivo, en las cámaras legislativas, en el aparato judicial y en los cuerpos de seguridad pública. A cada momento saben la sociedad y las familias que la integran, que este ominoso clima de inseguridad podría tocar a las puertas de sus casas en múltiples maneras... ¿Qué se va a hacer en estos casos? Nadie lo sabe, ni quiere saberlo, aunque se conduelan por lo que le sucede al vecino.

Gobernar, así secamente, es el primer deber de la autoridad nacional, no debatir si las fuerzas armadas resultan efectivas o son ineficientes. Las palabras, por más que provengan del jefe del poder Ejecutivo de la nación, no bastan para acarrear tranquilidad a los hogares mexicanos. Es necesario algo más sólido, concreto, realista: ganar la confianza del pueblo. Y para ello son necesarias muchas otras cosas.

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