"El dinero ganado en apuestas es dos veces más dulce que el obtenido trabajando."
Paul Newman en The Color of Money
Converso con una joven madre de una hija pequeña que trabajaba en un casino de la ciudad de México como croupière o talladora de cartas. Por su labor, para lo cual se preparó con una serie de cursos especializados, recibía un sueldo básico y propinas que constituían la mayor parte de su ingreso. El trabajo le había permitido no sólo mantener a su hija sino reanudar sus estudios, suspendidos tiempo atrás, para concluir la preparatoria.
Hoy estos sueños se han complicado. Tras la tragedia del Casino Royale de Monterrey, el establecimiento en el que trabajaba ha decidido suspender muchos de los juegos que ofrecía. Los croupiers simplemente se quedaron sin empleo. Los directivos les dijeron que, quizá, en el futuro se les podría contratar nuevamente, pero sólo si "el ambiente mejoraba".
No sorprende la decisión de este centro de apuestas que, aunque legal, tenía "apuestas ilícitas". La legislación mexicana sobre juegos y sorteos es peculiar, si no absurda. Permite apostar en competencias deportivas, maquinitas, bingo o lotería, pero no en cartas o ruleta. Pero ¿por qué es más "pecaminoso" el juego de cartas que los Pronósticos Deportivos o la Lotería Nacional? Nadie se ha molestado en explicarlo. La verdad es que no hay explicación posible.
Por lo pronto esta joven madre, y cientos o miles más, han perdido sus empleos. La prohibición a ciertos tipos de apuesta elimina posiciones de trabajo e impide la creación de otras.
Muchos políticos, que no necesitan trabajar como talladores porque tienen ya empleos muy bien pagados, han pretendido que la violencia y la corrupción son una consecuencia inevitable de los centros de apuestas. Tras el ataque al Casino Royale de Monterrey, se desató una verdadera cacería de estos establecimientos. Muchos políticos se vanaglorian de cerrar casinos y acabar con sus empleos. La Secretaría de Gobernación ha dicho que no se dará un solo permiso nuevo para casinos en el actual gobierno. El presidente municipal de Monterrey, Fernando Larrazábal, el del hermano Jonás que vendía quesos en casinos, ha impulsado una campaña en contra de ellos. Recientemente declaró que sólo se deberían permitir los casinos en las playas.
Mi opinión es que los políticos han perdido la brújula en alguna playa. El problema no son los casinos sino la delincuencia. El Casino Royale fue incendiado no por ser casino sino por no pagar una extorsión. Y las extorsiones las provocan las leyes restrictivas.
No veo razón para acabar con el empleo de una joven madre adiestrada en el difícil arte del tallado de cartas. La gente debe tener derecho a jugar si quiere. El gobierno no tiene por qué intervenir en las decisiones personales. Si un adulto quiere apostar en la Lotería Nacional o en un juego de black jack, el Estado no tiene derecho a impedírselo.
No hay, por otra parte, ninguna conexión entre el juego y la violencia. Ni Nevada ni Mónaco tienen homicidios excesivos. Son las prohibiciones las que generan la delincuencia.
El fisco recauda unos 4 mil millones de pesos al año de la industria legal de los casinos No hay razón para cerrar esta fuente de ingresos. Al contrario, lo que debemos hacer para combatir la violencia es eliminar todas las restricciones. Que la gente apueste si quiere. Y que el gobierno se dedique a proporcionar seguridad a los ciudadanos y certificar que se cumplan las reglas de protección civil de los casinos.
DÍAZ Y LA REELECCIÓN
Fernando Lerdo de Tejada señala en un correo sobre mi artículo "Madero pirata" que el primer político mexicano que hizo campaña contra la reelección, y que incluso se rebeló contra el presidente Sebastián Lerdo de Tejada cuando éste se postuló a la Presidencia, pese a que había llegado al poder no por elección sino por la muerte de Benito Juárez, fue Porfirio Díaz. Ya como presidente, Porfirio cambió de opinión y se reeligió siete veces en el cargo.
Twitter: @SergioSarmiento
