E leído con interés el discurso que pronunció Rubén Moreira en el arranque de su campaña. Me parece un documento bien pensado, que resume una agenda de gobierno ambiciosa, pero factible. Por supuesto que muchas de las acciones ahí enumeradas deberán detallarse, y aún falta contrastarlas con lo que presenten otros candidatos. Sin embargo, vale decir que este discurso fue bueno, muy bueno. Aunque no hay espacio aquí para abordarlo en detalle, vale la pena destacar un par de frases que francamente me sorprendieron, pues sugieren que el candidato de la continuidad está paradójicamente también a favor del cambio. Sin tapujos, Rubén ofreció "ejercer un gobierno responsable, democrático, mesurado, transparente e incluyente", y se comprometió a impulsar "una nueva dimensión en la rendición de cuentas que no tendrá precedente en el país".
Quizá sea sólo retórica coyuntural, pero es notable la distancia que separa estas promesas de Rubén de la forma en que ejerció el gobierno su hermano. Seamos claros. La administración que termina fue tan responsable que su líder abandonó el barco para hacer política partidista, tan democrática que avasalló a todo aquel que manifestó una opinión encontrada, tan mesurada que endeudó al estado por $8,267 millones de pesos (¡3.8 millones de pesos de deuda por cada día del sexenio!), y tan transparente que el 15% de las solicitudes de información presentadas por ciudadanos se pierden en el sistema.
Al comprometerse con la rendición de cuentas, Rubén plantea en realidad un viraje de 180 grados. Por ejemplo, el "Gobierno de la Gente" entregó miles de zapatos y de despensas y de tinacos y de medicamentos y de tarjetas telefónicas y de "apoyos" de $200 pesos.
Sin embargo, las reglas de operación y los padrones de beneficiarios se mantienen en secreto y no existe ni una sola evaluación seria e independiente que pueda certificar el impacto real de alguno de estos programas. Lamentablemente parecen haberse ejecutado con tal falta de rigor que contamos con pocos elementos para distinguirlos de las más burdas prácticas de populismo clientelar.
Si Rubén está comprometido con lo que dijo en su discurso, su administración tendría que ser profundamente diferente a la de Humberto. Es claro que liarse a gritos con funcionarios federales no reduce la tasa de homicidios, que prometerle computadoras personales alos maestros y estudiantes universitarios no eleva la calidad de la educación superior y que repartir tarjetas con dinero a través de las lideresas de las colonias no reduce la pobreza. Para rendir buenascuentas lo que importa son los resultados y no la foto.
Al menos en el papel, Rubén afirma no tenerle miedo a la transparencia, al diálogo con el Congreso y a la interpelación de los ciudadanos. ¿Será en serio? Cualquiera que se haya detenido a pensar sobre la campaña del "no al hermano" debería preguntárselo. Finalmente en un universo de total transparencia, rigurosa mesura, irrestricta democracia y absoluto compromiso con la rendición de cuentas una sucesión entre hermanos, no tendría por qué afectar negativamente el curso del gobierno. ¿Pero qué tan lejos estamos de ese nirvana?
Pensemos en hipotéticos. ¿Qué pasaría si Rubén descubre que funcionarios clave de la administración de su hermano se enriquecieron ilícitamente o asignaron contratos fuera de norma? ¿Qué haría si algunos de los programas bandera del "Gobierno de la Gente", esos que ya prometió continuar, demuestran su ineficacia tras una evaluación técnica? ¿Como reaccionaría ante solicitudes de información que pudiesen comprometer el legado de Humberto? ¿Qué llevará mano, la "nueva dimensión en la rendición de cuentas" o cuidar las espaldas de su hermano?
Aún otorgando el beneficio de la duda, en toda administración se cometen errores y excesos que hay que ventilar y corregir. Pienso en el escándalo del Monedero de la Gente, que simplemente se aventó abajo del tapete, o en el manejo de la PRODEMI, que recauda casi el 10% del valor del carbón que producen los mineros sin rendir cuentas. Recuerdo el sobrecosto de muchas obras, como la del Megadistribuidor Vial, que pasó de $900 millones anunciados a $1,400 millones sin que ningún auditor se haya despeinado. O qué decir del malogrado "Modelo Coahuila" de seguridad, que comenzó por militarizar nuestras policías municipales para después ser cancelado sin mayor explicación.
No sabemos la respuesta, pues hasta ahora "la nueva dimensión en rendición de cuentas" no pasa de ser la dimensión desconocida de Rubén. Por lo pronto ya guardé copia del discurso. Igual y hace falta recordárselo.