"El saber es un proceso, no un producto; se aprende de por vida"
Jerome Bruner
La educación continua, también llamada formación permanente es vista en la actualidad como una respuesta contundente a los fracasos de la educación formal, prescrita en períodos de tiempo rígidos e inflexibles (seis años de primaria, tres años de secundaria, tres de bachillerato, cinco de licenciatura, etc.), además pretende responder a las promesas incumplidas de la escuela, en cuanto a que, al finalizar dichos períodos formales se nos asegura el empleo y la estabilidad económica.
Por otro lado, se nos vendió la idea de que, al terminar la educación tecnológica, estaríamos en posibilidades de generar ciencia y tecnología para el desarrollo de nuestra región o del país. Nada más alejado de la realidad.
Es por ello que la educación continua se presenta, desde los inicios del vertiginoso avance de los adelantos tecnológicos, como respuesta al avance de la ciencia y la revolución del conocimiento, en donde no basta con lo que se sabe a partir de la formación básica o inicial. Es necesario formarnos ahora en la vida, para la vida y de por vida.
Sobre todo: "la formación continua se contempla en el mundo actual, como una necesidad que todos los hombres tienen de adaptarse constante y cotidianamente a un mundo cada vez más complejo, más incierto, más cambiante". (Evaristo Fernándes. Madrid, 1987)
A este respecto se menciona que filosóficamente el hombre es una esencia inacabada y una existencia imperfecta (in - satis - facto, es decir, no terminado de hacer). Es aquí donde la formación continua se vuelve una necesidad intrínseca; todo ser humano tiene que adaptarse de manera constante al universo en general y a su medio circundante en particular.
Educar permanentemente se da también desde el reconocimiento a la necesidad de ensanchar los límites del tiempo tradicionalmente reservado a la educación; ¿quién nos asegura que con equis número de años se logra una formación completa?
La situación del mundo actual, en constante transformación, por la evolución científica y tecnológica, exige que la educación dada a un individuo, para acompañar su vida, sea un proceso continuo que le permita una constante adaptación. La aceleración de estos cambios es una constante, lo que hace más difícil al hombre moderno mantenerse actualizado para que el mundo siga siempre inteligible para él.
Ante esta exigencia, los métodos educativos tradicionales se revelan absolutamente ineficientes e ineficaces. En la última parte del siglo XX, pudimos constatar que muchos adultos se quedaron con un grado muy bajo de instrucción y el entorno social y laboral los rebasó, ya que su realidad (personal y profesional) les exigió, cada vez más, complementar su educación inicial.
Dentro de los objetivos, que la formación continua persigue, destaca la de preparar al hombre (y al profesorado) para que viva procesos de adaptación real, continua y contextuada; para enfrentar el mundo con todas las complejas características que se le presentan.
Otro objetivo no menos importante es el de volver a "pescar" a los individuos hacia la vida académica, (presencial, semi-presencial, no presencial o virtual) lo que nos permitirá a su vez promover y superar a dichos individuos y a todos aquellos que por alguna razón se estancaron o no pudieron sacar provecho de su enseñanza base.
Se pone de manifiesto entonces que la educación permanente debe fundamentarse sobre la base de una urgente necesidad de información que sea formativa, (no sólo se trata de un juego de palabras, sino que adquiere sentido, al momento de estar y ser humano en el presente siglo) es decir, que no sólo se proporcionen volúmenes importantes de información sin sentido ni significado para el que aprende, sino que dicha información contenga la dimensión formativa requerida.
Para lograrlo, debe tener en cuenta las motivaciones y las exigencias sociales, profesionales y familiares de los individuos y de la sociedad en su conjunto.
Bajo esta perspectiva lo realmente urgente no es llevar a los individuos a adquirir sólo una cantidad importante y relevante de conocimientos, sino que interesa ahora enseñarles a aprender, ya que tendrán que hacerlo durante toda su vida, desarrollando flexibilidad en el aprendizaje y un saber ser que les permita adaptarse cada vez más fácil y rápidamente a las nuevas circunstancias que la vida les depare.
Por estas razones es preciso educar al hombre a lo largo de toda su vida y prepararle para vivir como ciudadano y como profesional aunque en la realidad, la educación tradicional abandona al individuo cuando más necesidad tiene de ella.
Lo fundamental es reconocer que la educación debería acompañar al hombre en su completo desarrollo, en todas las fases de su vida y en todas las circunstancias a las que se enfrenta, permitiéndole vivir una existencia plena y auténtica.
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