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La 'epidemia' de nuestros niños

La diabetes se está convirtiendo en una seria amenaza para la salud de las futuras generaciones

La 'epidemia' de nuestros niños

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María Elena Holguín

“¿En qué momento los padres de familia dejaron de ver a sus hijos?” es la pregunta que se plantea Elisa Cobos, endocrinóloga pediatra quien, a diario, atestigua el crecimiento del sobrepeso y la obesidad en niños y niñas, a través de la consulta particular que en lo general, se da cuando ya enfrentan algunas complicaciones por esta causa.

Y es que –refiere- hoy por hoy ésta se considera la principal causante de que la diabetes mellitus tipo dos se haya integrado a las cifras epidemiológicas infantiles de nuestro país y, lo peor, que se esté convirtiendo en una seria amenaza para la salud de las futuras generaciones.

Hasta hace algún tiempo se consideraba que este tipo de diabetes era “exclusivo” de personas adultas y que los infantes eran ajenos a esta consecuencia directa del trastorno metabólico; entonces, todas las referencias y estudios respecto a la enfermedad se reducían a la diabetes por deficiencias de insulina, o tipo uno.

Conforme los estilos de vida se han modificado aceleradamente y el sobrepeso y obesidad infantil se han disparado hasta llevar a nuestro país al primer lugar mundial, la diabetes mellitus ha comenzado a mostrar niveles de incremento que preocupan. Actualmente se considera que las cifras de niños y niñas enfermos de ambos tipos de diabetes son casi igualables.

Por desgracia, México todavía no cuenta con estadísticas confiables sobre los alcances de este padecimiento, sino que apenas se comienzan a realizar estudios y ni siquiera a nivel mundial las investigaciones acerca del uso de los medicamentos antidiabéticos o hipoglucemiantes en pacientes pediátricos han sido concluidas, por lo que éstos se emplean con mucha reserva.

Lo que sí es definitivo es que, una vez que al pequeño se le diagnostica la enfermedad, todo a su alrededor debe transformarse para que aprenda a vivir con ella pero sobre todo, para procurarle un desarrollo alejado de complicaciones.

Diferentes tipos, igual de peligrosas

En Pediatría se atienden principalmente dos tipos de diabetes mellitus que aunque tienen distintas causas y formas de manifestarse, suelen provocar las mismas complicaciones cuando el paciente y quienes están a su alrededor no logran armonizar el tratamiento con cambios en los hábitos alimenticios y la práctica regular de ejercicio.

En lo general ésta es una enfermedad crónica que afecta el modo en que el cuerpo humano utiliza la glucosa o azúcar en la sangre, considerada como la mayor fuente de energía necesaria para estimular las funciones básicas del cuerpo humano.

Diabetes tipo uno: solía llamársele insulinodependiente o juvenil porque se diagnostica con más frecuencia en niños, adolescentes y adultos jóvenes.

En este tipo de padecimiento, las células beta localizadas en el páncreas producen muy poca o ninguna insulina, que es la encargada de movilizar la glucosa en las células para después utilizarla en la obtención de energía.

Sin la insulina necesaria, la glucosa no se va hacia las células, sino que se acumula en el torrente sanguíneo. Aunque la causa exacta se ignora, se consideran que influyen distintos factores de tipo viral o ambiental en personas genéticamente susceptibles. También se le atribuye su aparición a factores de tipo autoinmune.

La diabetes tipo uno provoca la aparición de síntomas de manera súbita, de tal forma que una niña o niño puede ver alterado su apetito en poco tiempo; presentan orina frecuente, pérdida de peso, cansancio físico y mucha sed.

Diabetes tipo dos: el rasgo principal es la resistencia a la insulina y contrario a la tipo uno, el organismo de los pacientes la siguen produciendo pero no responde a ella con normalidad.

De acuerdo con la Federación Internacional de Diabetes, el cambio producido en los hábitos alimenticios en la mayoría de los países de las Américas, que presenta un vertiginoso aumento en el consumo de grasas saturadas, azúcares y sal, asociado con el sedentarismo, ha dado lugar a la epidemia de la obesidad, causante principal del aumento de este tipo de diabetes.

La predisposición genética es otra causa importante, pues si alguno de los papás es diabético y además existen condiciones de obesidad en la familia, el riesgo de que los niños desarrollen la patología se potencializa.

A diferencia de la diabetes mellitus tipo uno, ésta no provoca síntomas (que son muy similares, con excepción de la pérdida de peso) de inmediato, sino que su aparición es mucho más lenta, lo cual dificulta su diagnóstico.

En ambos casos, la falta de control sobre los niveles de azúcar en la sangre pueden traer serias complicaciones a largo plazo, entre las principales destacan:

• Enfermedad cardiovascular: afecta al corazón y los vasos sanguíneos y puede llegar a provocar complicaciones letales como enfermedad coronaria cardiaca (infarto al miocardio) y derrames cerebrales.

• Fallas renales: principalmente nefropatía diabética, que puede llegar a desencadenar una insuficiencia renal de gran costo o bien, necesidad de diálisis y trasplante de órgano en casos graves.

• Enfermedad vascular y neuropatía: esto puede dar lugar a la ulceración y amputación de las extremidades inferiores

• Enfermedad visual: retinopatía diabética, caracterizada porque se lesiona la retina del ojo, generando la pérdida de capacidad visual.

Existe un tercer tipo de diabetes que es la gestacional, la cual ocurre durante el embarazo y se considera que de cada cien mujeres embarazadas, cuatro desarrolla la enfermedad.

En este caso, el cuerpo de la madre embarazada desarrolla o manifiesta dificultades para manejar los niveles de glucosa en la sangre. Si no es tratada correctamente puede ocasionar que el bebé nazca demasiado grande; defectos de nacimiento o complicaciones al nacer.

El papel del médico y de los padres

Para Elisa Cobos, aún existen médicos que desestiman la posibilidad de que una niña o un niño tenga diabetes.

A pesar de que a nivel mundial ya se reportan casos de diabetes tipo dos en niños de hasta ocho años y que otros 70 mil menores de 14 años desarrollan cada año la tipo uno, aún suelen presentarse casos en que los síntomas son relacionados con otras enfermedades tan comunes como la gripe.

Generalmente, los médicos que atienden población infantil no toman la presión arterial a sus pacientes, pese a que esta alteración está cada vez más presente en niños obesos.

“También persiste la creencia de que si un menor tiene kilos de más, los perderá ‘cuando se dé el estirón’ pero contrario a ello la situación se agrava”, señala Cobos, pues todas sus funciones metabólicas y glandulares están alteradas.

Los signos como la obesidad o en su defecto la pérdida de peso en el caso de la diabetes tipo uno, deben ser motivo suficiente para que los padres de familia lleven a su hijo (a) con el médico pediatra para que se le practiquen estudios.

Muchas madres de hijos obesos cometen el error de que al ver que su pequeño está excedido de peso lo llevan al nutriólogo, que a diferencia del pediatra, el endocrinólogo pediatra o incluso el médico general, carece de muchos elementos para diagnosticar la enfermedad crónica.

Es entonces que al pequeño únicamente se le somete a una dieta que desde luego, no da resultados sino que por el contrario, se retrasa la atención que a su vez, debe ser multidisciplinaria con la intervención de cada una de las especialidades mencionadas.

La toma de temperatura, frecuencia respiratoria, tensión arterial, así como las pruebas de orina, de función hepática y desde luego de los niveles de glucosa en sangre, serán determinantes para el diagnóstico de la enfermedad.

Difícil manejo

La diabetes tiene un impacto tremendo para los niños porque a partir del diagnóstico, su vida cotidiana y la de sus familias se ve alterada por la necesidad de monitorear, mínimo tres veces al día los niveles de glucosa en sangre, además de los medicamentos que debe tomar y desde luego, transformar los hábitos alimenticios y de actividad física no sólo del paciente, sino de todos los que le rodean.

El desarrollo normal de la infancia y la adolescencia e incluso, su transición hacia la edad adulta se pueden ver afectados por esta causa.

Tampoco es nada sencillo decirle a una niña o un niño que tiene la enfermedad, sobre todo después de que hayan adquirido una cierta predisposición por la sospecha de padecerla.

“Vienen con la idea de que perderán las piernas o se quedarán ciegos”, señala la especialista, quien destaca la importancia de hablarles siempre con la verdad, pero con palabras adecuadas.

“Es importante que el niño sepa que algo no está bien, que su glucosa es alta y que esto lo obliga a cuidarse de la enfermedad que lo acompañará siempre y muchos años si lo hace bien”, refiere.

Con más de 20 años ejerciendo la Endocrinología Pediátrica, Cobos resalta que todos somos culpables de que nuestra niñez se esté viendo afectada por epidemias de esta naturaleza que, en el caso de la diabetes tipo dos, son prevenibles en la mayoría de los casos.

Por desgracia, dice, la solución no está en retirar de las escuelas los alimentos “chatarra” que por cierto, se les siguen ofreciendo pero en menores porciones; las niñas y los niños mexicanos no bajarán de peso mientras que desde casa, se les siga fomentando el consumo de comidas rápidas y el sedentarismo con videojuegos y computadoras al alcance de la mano.

En esto coincide Julián Quiñones, psicólogo de la Unidad Médica Especializada en Enfermedades Crónicas, al destacar que la herencia cultural de los padres hacia los hijos suele determinar que éstos últimos padezcan enfermedades como éstas que tienen alcances insospechados, pues dentro de pocos años, las generaciones de adultos jóvenes estarán desarrollando complicaciones que el sistema de salud de nuestro país no alcanzará a cubrir.

Cuando un niño es obeso su salud emocional también se ve afectada. “Los niños obesos tienden a ser asociados por los demás con la holgazanería, con la torpeza y con la imagen del gordito simpático, esto desde luego que afecta su desarrollo emocional”, generando estados de angustia, depresión o estrés, refiere Quiñones.

La ayuda psicológica que se le pudiera brindar en estos casos, no será suficiente si no se le acompaña por todas las medidas que ya se mencionaron y que en resumen, tienen que ver con asumir las cosas de modo distinto.

“Dejar de pensar que los dulces y las golosinas son imprescindibles en la vida de cualquier niña o niño”, sentencia Elisa Cobos.

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