Una de las ideas más difundidas por las autoridades y algunos columnistas es que la gasolina tiene el subsidio más grande en nuestro país. Este argumento se repite seguido con una vehemencia dogmática.
Cada año, a la hora de presentar el Presupuesto, se insiste que el precio del combustible en México conlleva un subsidio monumental, que para 2012 se contabiliza como IEPS negativo y se estima en 170 mil millones de pesos.
En 2008, por ejemplo, el entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens, decía que el sostener un precio de la gasolina por debajo de las referencias internacionales implicaba un subsidio de hasta 200 mil millones de pesos.
Esos montos son impresionantes, pero debemos verlos con gran escepticismo, tanto porque el gobierno no presenta la metodología que utiliza para su cálculo, como porque muy probablemente al hablar de referencias internacionales está comparando peras con manzanas.
En relación con la metodología, un subsidio es una transferencia de recursos que hace el gobierno para cubrir la diferencia entre el precio que pagan los consumidores por un bien y lo que cuesta producirlo.
Una forma de clasificarlo es como explícito o implícito. El primero consiste en vender el producto por debajo del costo de producción o de importación, lo que implica una transferencia de recursos hacia los consumidores.
El segundo ocurre cuando el producto se vende por encima de su costo de producción, pero por menos que su costo de oportunidad (mejor alternativa disponible), que sería venderlo en los mercados internacionales a un precio superior al que se paga en el país.
En este caso habría un subsidio implícito por no aprovechar esa mejor alternativa, pero sin un desembolso de recursos por parte del gobierno. Hay ocasiones, sin embargo, donde las autoridades hablan de un subsidio gubernamental cuando en realidad no existe.
Esto sucede cuando un gobierno tiene el monopolio de producción de un bien y lo produce a costos superiores a su precio internacional, lo que en realidad equivale a un subsidio de los consumidores a las empresas ineficientes del gobierno.
En la práctica, sin embargo, el costo de producir gasolina no difiere mucho entre las distintas refinerías. Las más modernas y eficientes producen a un costo menor que las refinerías viejas o en manos públicas, pero la diferencia no es muy significativa. La gasolina es, de hecho, un commodity, y su precio al mayoreo difiere entre países por los costos internos de producción, el costo de transporte y las barreras comerciales.
Esto nos lleva al tema de las referencias internacionales. ¿Cómo explicar, entonces, las grandes diferencias que existen en los precios de la gasolina que pagan los consumidores en diferentes países?
La respuesta no tiene que ver con subsidios, sino con los impuestos que se cobran por el consumo del combustible en cada país.
En México, a diferencia de otros países, el gobierno no informa cuánto del precio que pagamos en las gasolineras corresponde al costo de producción o de importación y cuánto a los impuestos y derechos.
En Estados Unidos (EU), por ejemplo, existe un impuesto federal al consumo de gasolina, así como impuestos estatales y locales, lo que explica las diferencias de precio del combustible dentro de ese país.
En enero esos impuestos fueron en promedio de 47 centavos de dólar por galón, equivalente a alrededor de 14 por ciento del precio de la gasolina al público en EU.
En los países europeos los impuestos son mayores y representan alrededor del 70 por ciento del precio, por lo que la gasolina cuesta mucho más a los consumidores.
Los impuestos altos a la gasolina en Europa tienen varios objetivos, entre los que destacan disminuir la contaminación, ahorrar energía y reducir el tráfico de vehículos.
En países ricos en petróleo, como Noruega, los impuestos elevados tienen, además, un objetivo de justicia intergeneracional, ya que el hidrocarburo es patrimonio de los habitantes actuales y futuros del país.
Los argumentos anteriores muestran que es una tontería concluir que la diferencia en el precio de la gasolina que pagan los consumidores en México, en relación con lo que pagan en otros países, es una medición correcta del subsidio gubernamental.
En la actualidad es muy probable que exista un subsidio, pero menor al que mencionan nuestras autoridades. Ha habido ocasiones, sin embargo, donde quizá no hubo tal, principalmente cuando ha caído el precio del crudo en los mercados internacionales, sin reflejarse en los precios internos.
No obstante, uno pudiera decir que México debe gravar más la gasolina para alcanzar, como los europeos, otros objetivos importantes, como los ambientales y de justicia intergeneracional, pero eso es un tema muy distinto a los subsidios.