La Feria Internacional del Libro en Guadalajara, la FIL, es mucho más que un evento de libreros, es la fiesta cultural de habla hispana. Cuando nació, hace 25 años, la FIL eran unos cuantos stands para venta y algunas presentaciones de libros. La Expo le quedaba grande, enorme, se veía como un niño con traje de adulto; se pisaba la corbata, le costaba trabajo caminar con esos zapatos. Pero desde la primera edición hubo dos cosas que distinguieron a la FIL de otras ferias del libros de Guadalajara y del país: las ganas de crecer y el sabor a fiesta.
No fue hasta la sexta edición, la de 1992, año del quinto centenario del descubrimiento América (encuentro, encontronazo, choque o como se le quiera llamar) que la FIL adquirió un tamaño y una dimensión internacional de respeto. De ahí en adelante todo fue crecer. Como buen adolescente la FIL creció en desorden y dispareja: un año creció la parte infantil, otro los espectáculos callejeros, en otros los personajes y los premios, después el área de exposición y el número de editoriales, pero lo que iba creciendo se fue consolidando hasta convertirse en la feria adulta que es ahora: la más importante en español.
Más allá de la numeralia, que es en sí misma impresionante, la FIL se convirtió en el referente de la literatura de habla hispana gracias a que supo combinar la atención al mercado editorial, esto es a la compra venta de derechos de autor, con el mercado de compradores de libros, desde bibliotecarios hasta jóvenes; bibliófilos y villamelones; lectores consumados, adictos, y aprendices de lectores.
El vínculo universitario es otro de los elementos distintivos de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Son pocas las ferias en el mundo que están vinculadas a una universidad y ciertamente ninguna de este tamaño. La mayoría de las ferias las organiza la industria editorial, como debe ser, pero la de Guadalajara nació y creció en el seno de la Universidad de Guadalajara, con todo lo que ello implica de polémicas y manejo de recursos públicos. Pero, como sea, la FIL es a la vez que una feria comercial un gigantesco congreso académico, lo que permite que sea también un espacio para la discusión. Hay mesas buenas, malas y malísimas, pero cada año hay unas cuantas fundamentales entender lo que pasa en México y en el mundo.
Pero sin duda lo que hace que La Feria sea "la feria" es su carácter festivo. La FIL ha tenido una capacidad para contagiar de fiesta a toda la ciudad que no lo tiene ningún otro evento en Guadalajara y ninguna otra feria del libro. Es una fiesta a la que están invitados todos, incluso los que no leen. No deja de ser paradójico que una ciudad con tan bajo índice de lectura y casi nula industria editorial sea la sede de la fiesta de los libros, pero lo paradójico no quita lo festivo y hoy, en Guadalajara, comienza la fiesta, la fiesta de las letras.